jueves, 30 de enero de 2014

El paseo.





Querida amiga:

Las tareas mundanas no se acaban nunca. Esa guionista que llevamos dentro
no para de producir, para mantenernos entretenid@s.

La cinta de la persiana se rompe y se queda a oscuras y sin balcón provisionalmente, así que hay que buscar al persianero del barrio. Llega el mensajero con el nuevo router para la nueva conexión de internet.

Debe ser algo más conservadora de lo que pensaba. Se resistió durante algún tiempo a rendirse al smartphone con el argumento de que cuando sale a la calle le gusta sentirse desconectada, disponible para la contemplación, la meditación, el escenario que aparece. Pero al final la propia inercia de la vida te lleva a donde te tiene que llevar para vivir en
el mundo que toca vivir. Ya contaba con los problemas de infraestructura cada vez que haces un nuevo cambio o entras en una nueva sala de esta residencia humana. Así que los afronta sin más.

Hay que pasar por el cajero para el ingreso semanal a la niña. Qué bonito es el abrigo que lleva esa chica. Tiene que acordarse de escribir a L. y pasarle los contactos para la búsqueda de piso.
Cuidado, amiga mía, que las tareas mundanas no se acaban nunca. No te dejes distraer. No del todo.




Ha salido el sol para calentar un poco este escenario enfriado con la bajada de temperaturas.
Anoche llovía cuando salió de la clase de kárate. Se cubrió la cabeza con la capucha del anorak y se dirigió a la primera estación del bicing con bicicletas disponibles. Y pedaleó sobre los charcos y bajo la lluvia, junto a los barcos, siguiendo la línea del puerto hasta llegar a casa. Mientras tanto, el calor del entreno la protegía del frío. Y luego, el calor del edredón.
Se sentía protegida por la vida.
En esta experiencia humana que le había tocado soñar, la vida le había regalado un montón de herramientas. No era un juego tan difícil, al fin y al cabo, si sabía ver los recursos disponibles y las posibilidades.




A veces, por la mañana, sentía frío al llegar al polideportivo. Entonces se despojaba de la ropa y atravesaba la franja de arena hasta llegar al mar, frío como agujas en la piel. Después de eso, sumergirse en la piscina exterior climatizada era como un vientre cálido y amoroso. A la salida, de vuelta a casa, su cuerpo volvía a ser una fortaleza, su organismo un castillo infranqueable.





La vida es como surfear las temperaturas, a veces buscas el abrazo del calor y a veces la entrega, abriendo pecho (que duela más, que duela todo, hasta agotarse). Que duela todo hasta agotarse. Sentir el frío como hielo en el interior. Después de eso, todo es cálido y suave para este organismo como una fortaleza.




sábado, 25 de enero de 2014

La nube.








Le gusta la noche.
La bolsa de agua caliente bajo el edredón. El abrazo
de calor. El silencio.
El cuerpo abandonado.
Nada que hacer. La mente abandonada. Nada que resolver.
Le gusta cuando llueve en la noche. El sonido de la lluvia al tocar el suelo del balcón y los cristales, o la persiana bajada.
Le gusta la tarde después de la lluvia, los sonidos de la tarde.
Las niñas al volver de la escuela, de paso por la calle. El perro que ladra siempre su soledad.
Le gusta la soledad en casa. En la cafetería, a la hora del desayuno. En la playa, cuando las olas susurran sus secretos.






Le gusta soltar. Soltar todos sus yos, los personajes que la ocupan en esta experiencia humana. Abrir este cuerpo en canal, como un escenario teatral donde todos los personajes caen desvanecidos. Y mirar por la rendija donde habita eso que llaman el ser, o el testigo, o el buda, o Dios.
Ser el ser que contempla las idas y venidas kármicas sin inmutarse.







Le gusta respirar y, al cerrar los ojos, sentir este cuerpo como una nube de energía en proceso de disolución.
Cuando me esté yendo -siente, como una oración- que pueda cerrar los ojos y ser una nube en proceso de disolución.
No llores. No me retengas. Recuerda que siempre quise dejarme llevar por la libertad que fluye.
Y si alguien ve un cuerpo aún de utilidad, que lo reparta a trocitos entre aquéllos que puedan necesitarlo. El resto, que sea quemado en un fuego de purificación. Como si hubiera algo que purificar. No hace falta lápidas. Y si alguien quiere recordarme, que sea con las palabras de García Calvo: Libre te quiero. Ni de Dios ni de nadie. Ni tuya siquiera.
Ni de Dios, ni siquiera mía.
Sobre todo, no mía.
Libre, me quiero.





miércoles, 15 de enero de 2014

Sobre la pareja estable.









Conversaciones
de café.

Exterior día. Terraza de un centro comercial. Sol cálido de invierno. Sobremesa tras el desayuno tardío. Pongamos las 12 del mediodía.
Dos amigas conversan,
sentadas en una de las mesas al sol.


- ¿Hasta qué punto te interesa la práctica personal? -le preguntó la amiga.
- Hasta todos los puntos. Es una forma de vida. Es el significado último de esta vida, atravesarla con la mirada y la experiencia consciente. Lo demás (los proyectos de trabajo, familiares, de pareja, sociales...) son apariencias que surgen y se desvanecen. Cambiantes.
- Eso lo dices tú, que tienes la misma pareja desde hace casi cuatro décadas.
- Bueno, ya sabes: todo está aquí. Para qué seguir buscando -bromeó, quizás-. Ya se encarga la vida de cambiarte las cosas, para qué buscar más cambios.
- Pero, cómo consigues estar bien? -insistió la amiga.
- ¿Me estás preguntando cuál es el secreto de mantener una pareja durante largo tiempo?
- Eso es.
- Pues yo creo que la respuesta está en el principio de esta conversación -dijo, sin pensarlo demasiado-. Cuando lo que más te importa es estar bien personalmente, centrarte, la mirada ecuánime y serena. Cuando estás bien contigo misma, ya no necesitas cambiar a nadie, se acabaron las exigencias, las demandas. En cierto lenguaje común dirían que ya no necesitas buscar a "tu media naranja" que te complemente, ni necesitas forzarla (lo cual suele ser una batalla perdida, porque no existe una media naranja que complemente tus carencias al cien por cien), si te sientes una naranja completa. Y sientes que tus carencias son responsabilidad tuya.





- ¿Y tú crees que esa actitud garantiza una pareja estable?
- Claro que no. Digamos que facilita la relación, mientras dure lo que tenga que durar. Esto es, respetar la libertad de la persona que tienes al lado sin complicarle mucho la vida. Y si se tiene que ir, lo mismo: respetar su libertad sin complicarle la vida.
- Así que no garantiza la estabilidad.
- No. Y, en cualquier caso, tener pareja o no es irrelevante. De larga duración o corta, es irrelevante.
- Ya, pero tranquiliza mucho saber que no vas a envejecer sola.



- ¿Crees que tener una pareja ahora garantiza que vas a envejecer en compañía? Para empezar, ni siquiera sabes si vas a envejecer. Quién me asegura que no me van a atropellar dentro de un rato al cruzar la calle? O quizás es él quien no envejecerá. O tal vez la relación misma. Quién me garantiza que no se pueda acabar la semana que viene o el mes que viene? Tener pareja ahora no garantiza nada, y desde luego no garantiza que vayas a envejecer en compañía. Como no tenerla tampoco significa que vaya a ser así toda la vida. Quizás alguien que no tiene pareja ahora envejecerá en compañía, y quizás quien la tiene ahora dejará de tenerla. Quién lo sabe? Y en cualquier caso, envejecer junto a una pareja no garantiza que te vayas a sentir acompañada, como no tenerla no garantiza la soledad.
En este sentido, tener pareja o no es irrelevante.


Guardaron silencio durante unos segundos.
- Sí, pero tú...
- De momento ha salido así. Pero es irrelevante. Lo que importa es otra cosa: la mirada imparcial que respeta la libertad de los demás y no les complica la vida. Cuidar, si toca cuidar, o dejarse cuidar, cuando toque.
- Lo cual nos devuelve al principio de la conversación -dijo la amiga.
- Eso es -dijo ella.


Hubo unos instantes de silencio. Quizás aún pensaban qué decir, o habían dado por zanjado el tema.
Y entonces
la amiga concluyó:
- Ya, pero tú tienes una pareja estable.

:D












viernes, 10 de enero de 2014

Buen viaje.




Hoy es un día gris y apacible.
Tan bueno como cualquier otro para viajar.
Buen viaje, para todos aquéllos que se están yendo.
Y un abrazo muy grande para los que se quedan.
Cuidaos mucho.








miércoles, 8 de enero de 2014

Samsara me hace reír.




Querida amiga:

Miércoles, día de kárate.
(Vuelta al dojo, una vez pasadas las fiestas).
Pero eso será a la noche.
Ahora es una mañana gris, cálida, plana.
Hay más gaviotas que personas en este paisaje de mar y arena.
Y más voces de pájaros que sonidos humanos
(el permanente motor del mantenimiento de este mundo humano).



Se despertó temprano y, al otro lado de la persiana del balcón, encontró el día gris y frío después de una noche de lluvia.
Quería sentarse a trabajar en el ordenador, así que, después de abrir la ventana
para airear la habitación, cerró la puerta y pasó al estudio contiguo y encendió el radiador.
Allí permaneció durante un par de horas.
Los vasos de agua de la mañana no ayudan a entrar en calor.
El pedalear de la bici, un poco más.
Estacionó la bicicleta lejos de la playa para ralentizar y degustar el acercamiento
y el encuentro diario.
Y en ese caminar sí, observó cómo su organismo físico empezaba a generar calor.




La terraza de la cafetería habitual hoy es gris y apacible, casi desierta.
Pide el desayuno en la caja y, con la bandeja en la mano, por un momento duda entre
el interior calentito y la música de jazz agudizando los efectos inspiradores del espresso, o la terraza sobre el pavimento de la Plaza del Mar. Y opta por el decorado de cemento y árboles, madera (el largo paseo marítimo), arena y mar. Y cielo.
Y toma asiento.
El sol filtra las nubes y acaricia su rostro. Como un premio, piensa, decisión acertada. Pero el sol no la necesita a ella ni a nadie. Ni premia ni castiga. Contigo o sin ti, brilla igual. Con él o sin él, la vida continúa.





Antes de salir la había llamado su amiga para hacerle la crónica diaria de los dramas de su vida y de las personas de su mundo. "Me alegra que al menos tú estés bien", le dijo.
Estoy -respondió ella-. No quiero que pienses que todo transcurre a mi gusto o que soy insensible a los disgustos ajenos. Lo que pasa es que mis gustos o disgustos son poco relevantes para el acontecer mismo. Y también para mí. Resulta más divertido contemplarlo, compasiva y amorosamente, como Shariputra, e intercambiar con él una mirada cómplice: Samsara me hace reír.





lunes, 6 de enero de 2014

Tu prima que te quiere.






Querido primo:

Cómo te vas a sentir solo tú, con tanta gente que te quiere allá por donde vas.  :)

En cualquier caso, sería como si una célula del hígado, o del dedo meñique del pie,
se lamentara de su soledad
-o se enorgulleciera de lo contrario.  

Me alegra constatar que la alegría sigue siendo tu primera piel.

Espero que la vuelta a casa sea algo más que aparente.
Da igual si llamas casa a M. y no al resto del mundo.
No hay otra casa que la Tierra Pura
y por mucho que parezca que te mueves, siempre estás ahí.
Pero ya sé que a estas alturas hace tiempo (esa ilusión) que ya lo has descubierto.
(Ya nos avisaron de que nos sorprenderíamos).    ;)

Disfruta de este hermoso sueño.

Abrazo fuerte, ya sabes, de los que crujen.  

Tu prima que te quiere.



domingo, 5 de enero de 2014

Y no tengo prisa por morir yo misma.







Querida amiga:

Algo está volviendo. O yo me estoy abriendo.
Vuelvo a oír las olas del mar. Como si hiciera tiempo que no las oigo, a pesar de estar aquí cada día.
Oigo las olas romper contra la orilla y luego oigo el silencio. Pasa una gaviota y grazna.
Sin ansiedad, las olas de mi vida (las cuestiones pendientes) también acaban deshaciéndose, cumplidas.
Y no tengo prisa por morir yo misma.
No paso acelerada sobre el acontecer para llegar a la quietud -como viene siendo mi tendencia natural.
Sino que paro el fotograma y respiro en el acontecer mismo, con entrega absoluta.
No necesito la soledad para poder estar ahí, si puedo estarlo siempre, en cada instante presente.
En cada experiencia de presente.
Que ya no me engañe la ilusión del acontecer, que no consiga abducirme.




jueves, 2 de enero de 2014

Recuperar la presencia o rendirse a la disolución.







La acababa de conocer y ahí estaba, haciéndole confidencias muy personales.
Yo no soy como mis amigas -decía, ni triste
ni orgullosa de ello-, quiero decir que no soy como las otras chicas que conozco, porque en realidad de eso se trata, que yo creo que no tengo amigas.
Las chicas que yo conozco van juntas al cine o al teatro o a la discoteca, a pasear o a comer a un restaurante. No irían solas, como yo.
Si quiero ver una película, voy, sin esperar a quedar con alguien, y si tengo hambre
no me importa sentarme sola a comer en un restaurante. Las chicas que yo conozco no hacen eso. Y a veces siento que soy un bicho raro porque no "necesito" a nadie para hacer esas cosas. De hecho, estoy muy bien sola. Y también estoy bien cuando estoy con mis amigas, pero no a cualquier precio. Quiero decir que no las necesito para hacer cosas ni tengo que quedarme con el grupo cuando ya no me apetece o prefiero desconectar...

Ella la escuchaba y pensaba: dónde está el problema?



Pensó en su compañera de piso, que se pasaba el día del trabajo a casa. En casa, se encerraba en su habitación, en su mundo personal, y parecía no necesitar nada más, excepto cuando salía a la cocina a preparar sus ágapes particulares (buenos productos ecológicos cocinados con lentitud y mucha atención)
y los degustaba sin prisa y en silencio en la mesa del comedor.
Parece ser que tenía un novio al que veía poco. Pero convivía con esa presencia.
Ese espacio mental (o existencial) cubierto en su vida.
Así que nunca estaba sola, en su soledad.


Salvando las distancias, Teresa de Calcuta vivió durante años con una presencia sagrada en su vida.
Se sentía plena y feliz, y estar sola era una buena oportunidad para disfrutar de la mejor compañía.
Y ya se sabe que el amor llena tu vida de fiesta.
Hasta que desapareció la "fiesta" en su vida, la alegría, el éxtasis,
y sintió que había sido abandonada
y anhelaba el regreso del "ausente".
Pero aún no sentía la soledad porque le quedaba el "anhelo", la espera paciente.





Ella reconoció que también se sentía muy bien a solas, desde que tenía uso de razón
-desde que, siendo niña, desapareció la presencia física de alguien que amaba mucho
y pasó a sentir su presencia espiritual.
Pero de eso hacía ya mucho tiempo.
Hacía mucho tiempo que le había dado permiso para seguir su camino y ella había podido entrar en su vida adulta.

Y se preguntó cuál era la "presencia", en su caso.
Eso que le hacía sentirse en paz en soledad.
Sentirse en casa en los retiros, sin precauciones ni miedo alguno a lo que pueda emerger.
¿Era una presencia mundana o espiritual,
sea lo que fuere
que inspiraba el amor
que llenaba su vida de fiesta?

O quizás, pensó, más que una presencia (la unión de dos) se trataba de la disolución de una misma.
Disolverse en la contemplación, sin distracciones.

Quizás no había que buscar la respuesta en la presencia (que llena la vida de fiesta)
sino en la disolución, que es la fiesta misma.
El orden completado. La plenitud. El milagro.

Quizás, cuando llega la noche oscura, la pérdida del paraíso
(otro paraíso perdido),
no hay que buscar el regreso del ausente,
la presencia (esa unión de dos)
sino la disolución (1-1 = 0).



La propia
disolución.




















La noche oscura de Teresa de Calcuta.







"Hay tanta contradicción en mi alma.
Un deseo tan profundo de Dios,
tan profundo que es doloroso, un sufrimiento continuo,
y sin embargo no soy querida por Dios,
rechazada,
vacía,
ni fe,
ni amor,
ni fervor.
Las almas no me atraen, el Cielo no significa nada,
me parece un lugar vacío;
la idea del Cielo no significa nada para mí y, sin embargo, este atormentador anhelo de Dios.
Rece por mí, por favor, para que continúe sonriéndole a pesar de todo.
Pues soy sólo Suya, de modo que Él tiene todo el derecho sobre mí.
Soy perfectamente feliz de no ser nadie,
ni siquiera para Dios".


"A veces el dolor es tan grande que siento como si todo se fuese a romper.
La sonrisa es un gran manto que cubre una multitud de dolores".


"Un poco más de oración y de sonrisas. Rezar más, aun cuando la oración es tan difícil, y no dejar de sonreír aun cuando el dolor interior sea agonizante".


"Entiendo un poco las torturas del infierno. Sin Dios.
Pero, a pesar de todo, Le amo,
no por lo que da sino por lo que toma".





"Vendrá un tiempo
en que Dios llenará
lo que ha vaciado".











(De las cartas privadas de Teresa de Calcuta).