sábado, 2 de marzo de 2024

La aspiración correcta.

 


Sol y algo de aire, como un abanico verde
en las copas de los árboles de la montaña urbana.
Hoy las gaviotas la han acompañado en el desayuno.
Ellas sobre las cabezas de las chimeneas, en el terrado.
Ella junto a la baranda, respirando el mismo aire.
Las tres en silencio y contemplación.
Absortas en el concierto de aves y otros sonidos del silencio.
Las golondrinas de visita, los mirlos.
Últimamente el canto del mirlo es el que pone banda sonora a su despertar,
al amanecer, aún en duermevela.
Junto a la perseverante tórtola.
La primavera asoma su rostro, aún jugando al escondite.

Ayer, de camino por la montaña, entró en esa iglesia, ya tan familiar, tan disponible.
Se sumergió en el silencio,
sin comprender tanto, ahora, el despliegue de imágenes
que la inspiraban en otro tiempo.
Pero daba igual, el silencio se le regalaba igual,
sin importar si era de aquí o de allá, 
si era "una de los nuestros" o no.

Entonces apareció aquella palabra: Aspiración.
Se preguntó cuál era su aspiración,
como ser en tránsito por esta vida humana.
La plenitud, se respondió.
El no-miedo, la entrega,
la contemplación ecuánime,
el amor, la alegría hasta las lágrimas.
La experiencia estable de plenitud.
Comprender de una vez por todas de qué va esto, y no olvidarlo.
Dejar de ser una presa fácil de la hipnosis del karma.
Algunas tradiciones lo llaman el despertar.
Cuando ya no usas más la palabra "comprender",
que tanto aparece ahora en su continuo mental.
Así que su aspiración es el estado definitivo de la plenitud.

Sintió que el resto del viaje que le quedaba por transitar
era una aventura apasionante.
Se acercaba a puerto. Estaba en sus manos elegir
cómo vivir el último tramo del viaje.
La bandera de su aspiración última le daba confianza y fortaleza
y valentía, cuando las necesitaba.
A veces ya no necesitaba nada de eso
(ni confianza ni fortaleza ni valentía, cuando todo era claro,
espontáneo y natural),
en sus momentos más apacibles y serenos,
de entrega y disolución.

El resto del viaje aún estaba por cartografiar
pero le parecía que era una celebración en sí mismo.




viernes, 23 de febrero de 2024

La preciosa existencia humana.

 


El cielo cubierto nos ofrece otro día ligeramente tamizado por un velo gris.
El grito de la tórtola al vuelo, antes de aterrizar,
seguido de su canto pertinaz en la contemplación.
El sonido del tictac del reloj de pared, como una luna blanca, 
contribuye también para mantener la ilusión de que el tiempo no detiene su paso,
aunque lo parezca, en la aparente quietud.
Como la luna en su trayecto nocturno, y diurno.

Fue ayer mismo, que soltó la bicicleta y se descalzó para entrar en la arena,
camino de la orilla, y encontró a la luna creciente brillando alta en un cielo claro.
Aún no eran las 12 de la mañana.
¿Esta luna es la de anoche, que aún permanece en el cielo,
o es la de hoy, que ya ha salido esta mañana temprano?
Se dedicó a observarla en su tiempo de contemplación sentada en la arena,
en su baño en el mar, y más tarde mientras nadaba en la piscina.
Casi inadvertidamente, la luna seguía su trayecto ascendente,
más intensa su luz por momentos.
Todo el día estuvo presente, acompañándonos en nuestras actividades mundanas,
plenamente visible.
Al atardecer su brillo se hizo aún más poderoso, 
y más todavía al llegar la oscuridad de la noche.
La luna de día, la luna de noche.

Regresa al cuarto del desayuno y la recibe el intenso aroma del café recién hecho
flotando en el ambiente
y el calor de la cafetera proyectado en el aire.



Últimamente evoca a menudo la meditación en la preciosa existencia humana.
Qué es eso de la "existencia humana"?, le preguntó una amiga en el grupo de estudio.
Podríamos estar viviendo una existencia vegetal, o mineral,
pero aquí estamos, en esta existencia humana.
La pregunta es: ¿la vivo como una preciosa, valiosa, existencia humana, o no?
Sólo hay dos respuestas, en última instancia: sí o no.
Y sus matices, claro.

Un amigo le contó una vez sobre la portera del piso donde vivía,
que cada vez que él salía de casa, o entraba, y se cruzaba con ella,
la saludaba: Qué tal?
A lo que ella respondía invariablemente:
"Pues ya ves, hijo, esperando a que sean las 9 de la noche, para irme a casa".
Ella se pregunta a veces si está pasando por esta vida simplemente esperando
a que den las 9 de la noche (o la hora que sea) para dejar este cuerpo y irse (de aquí).
¿Estoy meramente entreteniendo el tiempo, "matando" el tiempo,
ocupándolo con distracciones, hasta que se acabe?
¿O lo vivo como una preciosa existencia humana, una valiosa oportunidad de vida?
No se trata tanto de si haces muchas cosas o pocas
sino del cómo.
Si estoy presente o no, si vivo en el deleite y el asombro, o no.
Si paso por aquí como el ser sagrado que soy
o bien como una simple mortal, egocéntrica, sufriente y perecedera.

En budismo la existencia humana se considera especialmente "preciosa"
porque cuenta con todas las condiciones para despertar.
Tenemos multitud de oportunidades de situaciones adversas (para el ego sobrealimentado)
que pueden ayudarnos a comprender la verdad profunda. A despertar.
Y también contamos con multitud de oportunidades de disfrute,
que podemos aprovechar para conectarnos con el deleite sagrado (el gran gozo de la vacuidad),
si sabemos no generar apego.

Desde este punto de vista, para el budismo la existencia humana es especialmente preciosa.
En cualquier caso, no entraré en comparaciones con otras existencias, qué sé yo.
Pero sí tiendo a plantearme a menudo la pregunta, como un recordatorio:
¿Estoy viviendo esta experiencia humana como algo precioso, valioso,
o por el contrario, la estoy atravesando como un mero trámite,
a la espera de que se acabe?

Lo importante no es tanto lo que hago, sino cómo lo hago -repitió la amiga.

Podría ser.
Podría ser...




domingo, 11 de febrero de 2024

Las emociones como camino.



Yo creo que las turbulencias internas son también meras experiencias
que atravesar, en el camino,
al igual que las dificultades externas.
Así como cuando escuchamos sobre cómo utilizar las condiciones externas
para el camino espiritual, y nos resulta tan claro,
eso nos vale también para las emociones, 
incluidas las denominadas "perturbaciones mentales".
Lo mismo que las dificultades externas no son "enemigas" sino oportunidades de práctica,
las consideradas "perturbaciones mentales" tampoco son enemigas
sino perfectas oportunidades de práctica.
Así que, de la misma manera que aspiramos a afrontar las dificultades en el camino,
las situaciones de crisis (la pérdida de trabajo, una enfermedad, la muerte de un ser querido, etc.)
desde un estado de paz, desde nuestra isla interior de paz,
de la misma manera, cuando aparece el enfado, el apego,
el sentimiento de pérdida, el duelo, los celos, la tristeza,
la frustración, el dolor de haber sido herida, etc,
podemos aspirar a atravesar la experiencia emocional desde la contemplación,
la comprensión, la compasión y la paciencia.
Yo no soy mi "perturbación mental", no soy mi emoción ni mi pensamiento.
Esas experiencias internas aparecen igual que las experiencias externas
y no necesito castigarme por ello
(en especial lo hacemos con las emociones no deseadas)
ni sentirme lejos del Ser que soy.
El Ser que soy lo experimenta todo, también el miedo, el dolor y la ira,
tanto como el deleite, la compasión universal y la plenitud.

Las perturbaciones mentales también son sagradas.
También son el nirmanakaya, el cuerpo de Buda manifestado,
el cuerpo de Dios.

Así que cuando se despierta con un nudo en el estómago,
de tristeza o de miedo, de amenaza o de pérdida,
ve al Ser también en ese nudo.
Y lo contempla diluirse seguidamente, el nudo,
para pasar a ser el espacio de paz de donde surgió
y donde fue a disolverse,
o acabará disolviéndose.

Otra vez Dios, o Buda, jugando al escondite.




viernes, 9 de febrero de 2024

Cambiar para que todo cambie.

 



El tictac del reloj que no se detiene,
la banda sonora en la sobremesa del desayuno como una canción de cuna.
Quiere salir con tiempo para disfrutar un rato de la brisa del sol en la orilla.
La brisa del sol. Sonríe ante el lapsus lingüístico.
El sol suave en la piel, esa caricia,
la caricia de la brisa del mar abanicando el aire, su cuerpo de aire.
Pero se está tan bien aquí, en este momento mágico,
en el aire el calor aromatizado del café recién hecho
y en el paladar el sabor de la fruta fresca.
La visita de la primavera esta vez es maravillosamente larga.
Regresará el invierno pero hoy aún es primavera cálida.

Hoy aún es primavera cálida -se lo repite,
esta vez con otro significado.
Este cuerpo de primavera aún funciona.
Aún le sirve para transitar esta experiencia humana.
Cómo la usa es otra cosa (esta experiencia humana, este cuerpo).
En el último debate en el grupo de estudio volvió a salir el tema
de la responsabilidad del "cambio".
Cambiar la mente que crea el mundo y el "yo".
Ya mismo, ahora, 
para que quizás se manifieste en el mundo en los siglos venideros, tal vez milenios,
da igual el tiempo que tenga que transcurrir en este espejismo.
Cuando la primera noble verdad compartida sea "la vida es nirvana".
Empezar a vivir ya en el nirvana, en la alegría compasiva,
en la fortaleza del "yo grande".
Aun siendo presa de los miedos que puedan surgir todavía, en este ensayo,
dejar que emerja la fortaleza de la confianza, de la Misión
(si aún no es la certeza de ser quien cree Ser).
La misión, la función, el sentido de esta experiencia humana:
cambiar para que todo cambie.
Vivir en otra dirección, como lo haría el Ser amoroso y compasivo.
Ser la Hija de Dios, reconocer la Hija de la Diosa que es
y vivir en ella.
En el Alto Yoga Tantra se describe como dar espacio dentro de ti a tu yídam
hasta que lo ocupe todo.
Quitarse de en medio y dejar de estorbar.
Soltar el espacio que el yo hipnotizado ha ido haciendo suyo.
Y ver qué pasa.
Cómo se manifiesta esto en la vida cotidiana?
Tiene que vivirlo otra vez.
Prestar atención y, tal vez, contarlo.
Visibilizarlo.
Contárselo
y diluirse en el asombro.





sábado, 3 de febrero de 2024

El autoconocimiento.

 



Te buscas para desaparecer.
A primera vista, puede parecer que es una obsesión egoica, esa autoindagación.
Pero en realidad también puede ser un intento desesperado de desaprender,
deconstruir, liberarse de tantas capas
de un yo que no existe.
Desenmascarar la ilusión, deshacer la hipnosis.
Haces inmersión en tu experiencia, la que sea,
de dolor o gozo profundo, da igual,
con el único objetivo de morir.
Y, quizás, nacer nueva.
Identificar al fin el ser que eres.
Ese encuentro.





miércoles, 31 de enero de 2024

El encuentro.

 


La casa de citas puede ir variando a lo largo del trayecto.
Para algunas personas puede ser la iglesia.
Para otras, los monasterios, o alguno en particular.
En un momento dado, puede ser tu casa, 
desde que introduces la llave en la cerradura y ya sientes la presencia de Tara,
Vajrayoguini y Prajnaparamita
flotando en el aire de tu santuario personal, el templo.
A veces es cualquier manifestación de la naturaleza,
el aire fresco cargado de vida, el abanico de tonalidades verdes,
la voz del viento en las hojas de los árboles
o en el paso del río.
O el canto de los pájaros al amanecer,
cuando aún descansas bajo el edredón, en duermevela.
El sonido del tren al pasar, la acuarela de tonos naranjas y violetas en el cielo.
La luna, la luna siempre, el baño de luz de luna.
La bola de fuego emergiendo del mar, o acostándose, plateada,
en el horizonte de montañas. O disolviéndose en el cielo claro.
La luna siempre, de día y de noche.
El mar siempre, de día o de noche.
La voz del mar en la orilla, la brisa del mar en la piel,
la caricia suave del sol, o del aire.
El velo gris sobre el paisaje, como una cortina onírica.
Cada lugar, cada situación puede ser tu casa de citas habitual,
o bien solo por un instante.
Pero al final, en lo más profundo,
la casa de citas es sobre todo un estado, una experiencia interna,
de apertura, encuentro y disolución.
Porque, como cantaba Leonard Cohen,
"in love we desappear".




viernes, 19 de enero de 2024

El guru yoga son las raíces.



Había vuelto a la ciudad donde nació.
Donde transcurrió su infancia.
Y su adolescencia.
Y sus sueños de futuro.
Sus sueños.
Allí estaba, con las amigas de la tribu original.
Una comida en una terraza de Cabo de Gata.
Y entonces apareció aquel dolor como una espada cortante en el abdomen.
El vómito, el desmayo.
Vamos a urgencias. 
Vamos.
Entonces, en el camino, sin abandonar el paseo de mar,
ella vio aquel despliegue de luces y colores en el cielo. Envolvente
Sin fuerzas, se estiró en un banco del paseo, con vistas al cielo.
Qué haces?, dijeron las amigas, urgentes en la urgencia, camino del coche.
Qué haces ahí tumbada? No te estás muriendo?
Y dónde mejor que aquí?, pensó ella, sin energía para el resuello.
Dónde mejor que aquí?, el cielo en un despliegue mágico de colores, las gaviotas al vuelo.
Aquí estoy bien, si me tengo que marchar.


En la práctica del guru yoga aprendió que para ese último viaje lo mejor es soltar el cuerpo, ese yo, y designar "yo" en el guru, tu yídam personal, el yo-Buda.
Allí se dio cuenta de que su mejor guru yoga eran las raíces.
El origen.
Ese mar, esa música que acunó su infancia y adolescencia,
esas luces y colores, esa puesta de sol interminable y envolvente,
ese acento en el habla.
Ese humor gris que tanto la hacía reír, ese ingenio tan poco blandengue. Esa forma de amor.
Su guru yoga eran las raíces.
Pensó que podría irse de este mundo feliz
si escuchaba a Lole y Manuel, o Triana.
O "Pasa la vida" en la versión original de Romero Sanjuán.
O bien aquello que la despedía en los conciertos nocturnos de la Alcazaba,
la noche de la despedida antes de coger el avión de vuelta a la universidad.
Esa guitarra: "Algo se muere en el alma cuando una amiga se va".
Y a ella se le saltaban las lágrimas.

Será tan bonito, irse de este mundo con una sonrisa en los labios y lágrimas de amor en los ojos.
Algo se muere en el alma
cuando una amiga se va.