lunes, 1 de abril de 2024

Todo el mundo tiene acceso al despertar.

 



Todo el mundo tiene acceso a experiencias de amor
(amor-Amor, no esas relaciones de control y exigencias que a veces llaman amor).
Todo el mundo tiene acceso a experiencias de deleite profundo,
que a veces surgen de la nada, inesperadamente.
Todo el mundo sabe lo que es eso.
El problema es que muchas personas lo olvidamos, o ni siquiera lo percibimos,
o bien no le damos importancia, quizás porque pensamos que no es productiva,
no sirve para nada. No te paga el alquiler ni la hipoteca.
No te aporta prestigio social ni estabilidad material.
De hecho, no te aporta estabilidad de ningún tipo, tampoco emocional.
Vives la plenitud y luego se va.
Y, en cualquier caso, no sirve para nada, cuando la vives o cuando no.
Así que pasa como agua entre los dedos y ponemos nuestra atención en otra cosa,
generalmente en lo que nos duele, en los problemas por resolver.
En lo que podemos hacer para estar "mejor", incrementando así un karma de insatisfacción.

Karma no significa castigo. El karma se refiere a la ley de causa y efecto.
Es como decir que eres lo que practicas.
En el entrenamiento físico está muy claro que desarrollas los músculos que trabajas,
y los que no trabajas se debilitan o incluso se atrofian, en un grado u otro.
Así que si practicas insatisfacción, es decir,
la mirada que considera que no cuentas con lo necesario para estar bien, 
que necesitas algo que está ahí fuera para ser feliz,
si practicas la insatisfacción no te extrañes de que se convierta en un hábito
que pase a ser una manera de vivir,
una manera de ser.

Si practicas contentamiento, experiencia de plenitud
(tu vida está completa, tú estás completa, no hay nada que te falte
para vivir en profundidad esta experiencia humana),
apreciación, gratitud, disolución, experiencia de unidad
(sin conceptos de separación o discriminación),
si practicas la celebración de la plenitud acabará convirtiéndose en una forma de vida,
una forma de ser.

Y todo el mundo ha tenido acceso alguna vez a experiencias de disfrute,
amor profundo hasta la disolución personal
(cuando quizás aparece la voz del ego, tan "pragmático", para avisarte del peligro).
Experiencias profundas de libertad que están pidiendo a gritos que las dejes respirar,
que las veas, que las cuides, que las mimes al menos tanto como mimas
la adicción al sufrimiento.




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