miércoles, 30 de enero de 2019

Pereza para la ambición.







Al principio, resultaba liberador cuando imaginaba ser nadie.
Concluida la meditación, volvía a su lugar en el mundo,
y había tanto que proteger!
Hasta que empezó a observar que la liberación podía pasar a convertirse
en vértigo.
Y eso ocurría en esos momentos que ella denominaba de "reevaluación".

Fuera del sueño/meditación, cada vez era más nadie,
tan nadie como dentro de la meditación.

Observaba los mundos en los que ella ya no tomaba parte.
Y eran bonitos. Alegres, distraídos.
Socialmente valiosos.
Conmovedores.
Los miraba en la pantalla y le inspiraban ternura.
Y tranquilidad.
Las personas que amaba parecían felices.
O al menos parecían disfrutar, entretenidas.

Pero a ella ya no le apetecía volver a subirse a ese tren.

Periódicamente, le gustaba hacer esa especie de reevaluación.
Observar si estaba donde le tocaba
o se había instalado en una especie de zona de confort
de las viejas creencias.
¿Siguen siendo válidas para el "yo" actual?
¿Ha conseguido liberarse de ellas o aún está bajo su dominio?
Lo último que queremos es instalarnos en el autoengaño, se oyó decirle a la amiga.
Y sintió que hasta eso que acababa de decir le producía cansancio.
Entonces llegó a sus manos ese poema de Ryokan.


"Tengo mucha pereza para la ambición.
Dejo que al mundo hacerse cargo de sí mismo.
En mi bolsa hay arroz para diez días
y una pila de leña en la hoguera.
¿Para qué hablar de autoengaño e iluminación?
Escuchando la lluvia nocturna golpear contra el techo,
me siento cómodamente
con las piernas levantadas".





domingo, 27 de enero de 2019

¿Quién soy yo?









Y si todo es una proyección de mi mente,
entonces, ¿solo existo yo, soñando, y todo lo que veo es "vacío", soñado?
La amiga sonrió al escuchar la pregunta.
Se lo había oído decir a un conocido terapeuta, autor de libros de autoayuda,
acerca del disparatado egocentrismo del budismo.

Aquí es donde interviene la meditación/investigación sobre "Quién soy yo".
En qué cosa designo "yo".

¿Yo soy este pack cuerpo/psique?
¿La mujer, o el hombre, periodista, o carpintero,
madre, hermana, amiga, de tal edad y procedencia,
esa historia que me cuento,
eso soy yo?
Generosa, egoísta, víctima o verdugo, competitiva, amable, distante...
Saca tu abanico de etiquetas y calificativos.

Desde el punto de vista budista, ese personaje también es "soñado", imaginado, creado,
como todos los demás.
¿Y quién sueña ese personaje, entonces?
¿Quién soy "yo"?

Esa es una investigación que solo puede hacer cada cual en su propio sueño.

Quizás solo hay una Inteligencia creadora.
(A veces la llaman Vida, o Dios, o Buda).
Quizás sólo hay un Cuerpo
formado de células que se creen independientes,
de quarks (a veces percibidos como materia, a veces energía)
vibrando en el espacio,
con una fantasía de separación.
Un Océano de olas
que imaginan que nacen y mueren,
que son grandes o pequeñas, poderosas o suaves,
"mejores" o "peores" que las demás.

Como un koan,
ésa es una investigación
(como todas las demás)
a la que solo tú puedes darle
tu propia respuesta.






sábado, 26 de enero de 2019

La vacuidad aplicada a la vida cotidiana (2)








Cuando empezó a escuchar enseñanzas sobre la vacuidad, le resultó una palabra nueva y unas argumentaciones filosóficas un tanto complicadas, para su mente occidental.
Hasta que se dio cuenta de que ya estaba en su vida, ya había merodeado por sus aledaños
y tocado esa experiencia con las yemas de los dedos.
Aunque no la supiera descifrar en su momento.
Era lo que era, sin nombre.

Por ejemplo, cuando empezó a meditar prácticamente sin guías,
parando cuerpo y mente para contemplar el silencio,
y era como entrar en otro mundo, otra vida.
Ya la vida nunca era igual después de uno de esos saltos inesperados al vacío, sin vértigo.







Allí en la gompa, en medio de la insuficiente explicación teórica, conceptual, sobre la vacuidad,
aparecía la evocación de una experiencia de meditación previa.
Ah, era eso!
Lo que entonces no tenía nombre.

Recuerda una vez, la primera vez de una de esas experiencias de transcendencia reveladoras, catárticas,
que regresó muy a su pesar.
Como una llamada irresistible. Como un empujón.
Tenía que regresar.
No fue un acto de voluntad. Simplemente tenía que regresar.
Dejó la postura de meditación, se levantó y se puso a caminar por el cuarto, conmocionada.
Tengo que transmitirle "esto" a mi hijo -sentía como un mantra.
Si no le hago llegar "esto" (este conocimiento, esta revelación),
no sirve de nada toda la educación, la formación, todo lo transmitido.

Luego escuchó que ésa era la función de los bodisatvas:
regresar para salvar a todos los seres.
Lo del hijo era solo una ilustración.
Aún no lo sabía.

(Si le preguntas si hizo algo para llevarlo a su hijo, te diría que no. Cómo podría?
Solo esperar.
Y estar presente.
Cómo podría hacer otra cosa?
Desde luego, no con palabras).






Sucede que todo lo aparentemente "sobrehumano" que nos transmite el dharma
ya está en nuestro interior como semillas de experiencia.
Ése es el origen de la fe,
de la confianza,
que sabemos que funciona porque ya está dentro.
Aunque aún no lo hayamos identificado.






Pero ya estaba incluso mucho antes de la meditación,
cuando todavía no tenía nombre ni siquiera para ese parar y escuchar el silencio.
A veces incluso la había cogido desprevenida.
En medio del camino al colegio, por ejemplo.
Una especie de arrebato indefinible, no tenía palabras.
Era una niña y aún tenía palabras para pocas cosas,
y desde luego, ésas (meditación, vacuidad) no eran unas de ellas.

Más tarde estudió a Freud y un día creyó descubrir:
Ah, debió ser eso!
Y lo llamó orgasmo.
Y cómo llegó a su experiencia, era un misterio.
Pero no había acertado. No del todo.





Curiosamente, Freud fue precisamente uno de esos referentes que reapareció cuando escuchaba enseñanzas sobre la vacuidad.
El fundador del psicoanálisis del que ella se había separado hacía tanto tiempo.

En la sala de estudio, investigaban la vida como un sueño, las manifestaciones kármicas
(el karma, la ley de causa y efecto, los episodios que acontecen fuera, y dentro)
y recordó lo revelador que le había resultado, años atrás, cuando descubrió que los sueños tenían un significado. No aparecían por azar.
Su mente generaba imágenes y situaciones en el sueño de la noche como consecuencia de acontecimientos previos, físicos y emocionales.
Lo que guardaba en su mente, consciente o inconscientemente, esas semillas,
se manifestaban luego en el sueño como brotes independientes, escenas arbitrarias, emociones nuevas (miedo, alegría, persecución...).
Pero no lo eran, no eran situaciones y emociones independientes.

Había una clara interdependencia con experiencias anteriores.
Como en la ley de causa y efecto.

Aparecían en el sueño historias a veces muy intensas, como caer por una montaña.
Pero cuando se despertaba no había ninguna montaña en la habitación,
y el cuerpo, que había dolido tanto,
al despertar no tenía rastro de las heridas y la sangre, tan "reales" unos segundos antes.

¿Y si la vida "real" fuera esto?
Como un sueño de vigilia.

Recordó el monólogo de Segismundo en La vida es sueño, de Calderón de la Barca.

Freud, Calderón, ¿eran acaso señales, como emanaciones de Buda?

Mensajes de la Vida.

La Vida se encargaba de repetirle lo mismo una y otra vez, de formas diferentes.





¿De qué manera le afecta reconocer el sueño en la vigilia,
la ley del karma (repetición, inercia, causa y efecto),
a mi vida diaria?
El sueño lúcido.
Por una parte, en la interpretación de lo que acontece.
Y, consecuentemente, a la experiencia de lo que acontece, cómo lo vives.

Si mi mente proyecta estas situaciones cotidianas, estos personajes en mi vida
(los conflictos con mi pareja, mi madre, mi amiga, el trabajo...)
es porque tienen una función y un propósito.

No existe el enemigo ahí fuera.
Ni aún cuando me lo parezca, y me duela.

Lo atraigo a mi vida, lo creo
en mi vida
(por eso esta persona se comporta de esta forma precisamente conmigo
y no con otras personas),
provoco que los personajes actúen de la forma que necesito que actúen,
porque lo necesito en mi vida
para
darme cuenta
de algo.
Para comprender.
Para sanar.
Para liberarme del dolor de la ignorancia.

Para
liberarme.

Tal y como veo la vigilia (la vida cotidiana),
no difiere mucho del sueño onírico de la noche.
Solo cambia el nombre.
Y la percepción.


Y si creo
que creo
(que provoco, produzco)
estas situaciones y personajes cotidianos,
dejan de ser enemigos
para pasar a ser aliados.
Aunque en ocasiones les toque hacer el papel de villanos.

Cuánto amor!

Quizás no lo saben,
pero
cuánto amor!






jueves, 24 de enero de 2019

La vacuidad aplicada a la vida cotidiana.







La vacuidad, como cualquier otra enseñanza budista, no sirve de nada si no se integra en tu adn (tu pack cuerpo-mente) y pasa a formar parte de ti, moléculas de emociones (como diría Candace Pert), quarks de comprensión o realización. Cuerpo. Y mente.
La comprensión/realización tiene que hacerse cuerpo y mente. O aún no es comprensión.

Un amigo de esta casa lo sabe perfectamente y por eso plantea esta pregunta:
Cómo podría aplicarse de una manera práctica la comprensión de la vacuidad en una situación compleja, por ejemplo, en una relación con la pareja o la madre, en el trabajo, etc.

De qué manera ayuda o afecta a las relaciones el hecho de comprender que ninguna persona, situación o manifestación, ningún fenómeno aparentemente externo o interno tiene consistencia, realidad inherente, objetiva y separada, sino que es una proyección de la mente, un sueño de manifestaciones interdependientes?







Personalmente, recuerdo con claridad que hubo una época en la que estaba convencida de que las cosas eran tal como yo las veía, un punto de vista que mi comunidad compartía y mi cultura apoyaba. Por ejemplo, sólo conocía mi religión y daba por hecho que era "la" religión, la única, la Verdad, hasta que empecé a conocer otras, pero eran las "bárbaras", no formaban parte del (mi) mundo real y tenían más que ver con lo irracional y la superstición que con mi verdad conocida.

Puede parecerte muy lejano, en este mundo actual de la globalización, pero ya fue un paso de gigante el día que comprendimos que nuestras creencias personales responden a nuestra cultura concreta, lo que nos han enseñado, la percepción del mundo que integramos; que nuestra interpretación de la vida responde a lo que nos dicta una cultura, un tiempo y un lugar. Esa interdependencia.
Si se dan esas condiciones, se da una interpretación concreta de la realidad que funciona.
Fuera de ahí, no funciona.
Otras condiciones dan lugar a otra interpretación del mundo y de la vida. Y hasta del propio yo.
Un paso de gigante, esa realización.
Las cosas no existen tal como creemos que existen.
No son tal como creemos que son.
Están vacías de esa realidad que les atribuimos.
Así se define la vacuidad.
Aunque entonces no la llamáramos "vacuidad" o interdependencia.






Más adelante, quizás descubriste que esa persona que te parece tan cruel, envidiosa, tóxica o lo que sea, puede resultar muy generosa para su madre, o para su hija, o para un amigo o una colega del trabajo, reconoces que puede ser amable y llena de ciertos valores que tú no le atribuirías.
Resulta un instante revelador el día que descubrimos que nuestra imagen de las personas, o situaciones, es subjetiva y no responde a la realidad absoluta que creíamos.
Otro paso de gigante.
Otro acercamiento a la comprensión e integración de la vacuidad.

Como se manifiesta algo ante mí responde solo a un conjunto de condiciones, que pueden variar desde otra perspectiva, en la que son otras las condiciones y la consecuencia manifestada.






Y qué decir de ese momento en que miras a tu gata, o a tu perro, o a la mosca que vuela en torno al estiércol, en tu paseo por el campo, o al pez que nada en el mismo mar que tú, y te preguntas si las luces y formas, temperatura y tacto, placeres y molestias que tú percibes, ¿son los mismos colores y formas que perciben los demás seres? Mi gata, que comparte mi casa, ¿vive en el mismo mundo que yo? La mosca, ¿valora y gusta de lo que yo valoro y gusto?
Evidentemente que no.
Si le das a elegir a un perro entre un hueso y un diamante, no va a elegir el diamante. Y si elige el diamante, no va a ser para lucirlo o venderlo. Para el perro es quizás un juguete y para una persona tal vez una inversión o un bonito complemente para su imagen.
Probablemente tú y yo creemos que esas heces de vaca huelen mal pero para la mosca pueden ser un exquisito manjar.
Parece que nos movemos por el mismo mundo pero, en un mismo escenario, la mosca, el perro, tú y yo vivimos en mundos diferentes.

El mundo que yo veo, huelo, toco y saboreo y considero real no es el mismo mundo en el que habitan otros seres que conviven conmigo, aunque lo parezca.
Otro paso de gigante para el acercamiento a la comprensión e integración de la vacuidad y la interdependencia.

El mundo que habito y la vida que vivo es sólo una interpretación subjetiva que responde a una serie de condiciones.
No es objetivamente real.






Estos apuntes son sólo una serie de apreciaciones por las que hemos pasado muchísimas personas, sin que necesariamente hayamos oído hablar de la vacuidad.
Fuera del budismo, también podemos comprender fácilmente que la realidad no existe objetiva e inherentemente, independiente de nuestra percepción.
Es un mero relato que me hago a mí misma.
Una mera interpretación personal y subjetiva de lo que aparece.

Lo que el budismo aporta a esta visión es que no se trata solo de una percepción, una interpretación subjetiva; más que una percepción es una creación de la mente.
Una creación de la mente, una proyección personal. Y colectiva.
Un sueño kármico (personal y colectivo) en continua construcción.

Pero eso daría tema a otro capítulo.





¿Cómo afecta esta comprensión, esta realización, a nuestras relaciones?
Yo diría que depende del nivel o la profundidad de esta comprensión.
Para empezar, ya no crees que el relato que te cuentas sobre cómo es tu pareja, tu madre, tu amiga, tu hijo o tu jefa sea el único relato posible o responda a la realidad.
No es más que un relato subjetivo y personal, temporal y pasajero, que responde a mis propias condiciones.
Si cambio el enfoque (por ejemplo desde la perspectiva y condicionamientos de mi pareja, madre, etc.), el relato de la historia y la situación, incluido el relato de quien soy yo, cambia.
Y si yo cambio mi relato,
la historia que me cuento sobre la otra persona, o sobre mí misma,
mi relación cambia.
Y mi experiencia cambia.

Todo está vacío de existencia absoluta e inherente.

Esa comprensión inevitablemente cambia nuestra experiencia de las situaciones y las relaciones.

Inevitablemente.

Prueba y verás.





Valga esta pequeña reflexión como una ligera aproximación al tema.
Seguiremos investigando.



martes, 15 de enero de 2019

De paseo por el Nirvana.







Un paseo por la montaña.
Cualquier montaña urbana, accesible.
Baño de bosque, aromas de plantas,
aire limpio y fresco,
una parada en el camino, en ese restaurante en la cima de la montaña
con vistas al valle y otras montañas hermanas.
De nuevo el camino, otro,
los aromas, los colores del atardecer,
la noche como un manto lleno de luces
en el cielo y en la tierra.
Baño de colores y luces y sombras.
Y la fascinación del regreso a casa bajo la influencia del Nirvana,
tan al alcance de la mano.
Y, sin embargo, parece que cuesta tanto "regresar",
como si diera pereza ese arrebatamiento, tan agotador.
Como si tanta intensidad
física, emocional y espiritual
no fuera para todos los días.
No un vestido de diario.






Como si hubiera que dosificarla,
pequeñas gotas de sueños
esparcidas en el sueño profundo.

Como si la fuerza del hábito pudiera más,
la familiaridad con la distracción de los quehaceres diarios,
esa zona de confort.
La pereza activa.
Esa actividad imparable que nos mantiene echando leña en el fuego de la ilusión,
estabilizando la hipnosis.

Ese extraño comportamiento humano.







jueves, 10 de enero de 2019

El instante eterno.







El sol suave en el rostro, y en el cuerpo.
Ligera brisa de bosque.
El canto de los pájaros.
El sonido de los motores de este mundo, imparable
(el ascensor, trabajos del barrio).
Las gaviotas al aterrizar sobre los tubos de las chimeneas.
El silencio atronador, aquí, ahora.
Algo se inflama dentro, de plenitud, de consciencia,
de presencia.

A veces, piensa que si la intensidad del instante eterno se hiciera estable,
tal vez sería insoportable.
La única posibilidad es, quizás,
que la intensidad se transforme en la serenidad
de la entrega.
La entrega.

De ahí que la única forma de vivir el instante presente
consista en la disolución del yo.
De otra manera, sería insoportable.

La magnitud del instante eterno, aquí y ahora,
es demasiado poderosa para el pequeño yo.







domingo, 6 de enero de 2019

Día de Reyes Magos.







La Carta de este año a los Reyes Magos no era demasiado larga.
Les pidió una cocinita.
Una cocina mágica.
Había llegado a pensar que la suya no funcionaba bien últimamente.
Tenía una cocina mágica en su corazón que no dejaba de cocinar Amor, con mayúsculas, día y noche.
Se la regaló hace tiempo Miguel Ruiz, el tolteca, cuando llegó a sus manos "La maestría del amor".
Así que se puso a usarla sin parar.
Pero en los últimos tiempos pensaba que no le salía ese plato.
Muchos otros sí, pero no ése.
Y un día se dio cuenta de que sólo le faltaba un ingrediente, la Alegría,
por eso no reconocía el puchero del Amor.

Lo comprendió un día, cuando compartía con una amiga que hacía tiempo que no le salía ese puchero.
La amiga se mostró extrañada. Le dijo que ese plato lo degustaba constantemente en sus visitas a casa.
De hecho, pensaba que era una de sus especialidades.
Ella se quedó pensativa un momento.
Cómo es que no reconocía ese guiso en su propia cocina?
Entonces lo entendió.
Le faltaba un ingrediente: la Alegría.
Sin Alegría, no reconocía el Amor.






Los Magos de Oriente estaban de camino, según las calles de la ciudad, de fiesta,
y todas las cadenas de televisión retransmitiendo el evento.
Así que ella también lanzó al viento su Carta a los Reyes Magos.


Hacía viento en las calles.
Lo sabía por los sonidos al golpear las persianas y los toldos y las ventanas.
Y el viento siempre había sido precursor en su vida de algo nuevo por llegar,
como el ángel de la Anunciación,
ese mensajero.







Así que lanzó al viento su Carta de Reyes.
Lo primero que le salió pedir fue una República, :)
abundante de reinas libres y sin miedo.
Como un deseo telonero.
Luego se centró en lo importante,
lo más importante,
y les pidió una cocina mágica
capaz de cocinar Alegría
día y noche,
sin parar.

Era el único ingrediente que le faltaba para perfeccionar su plato preferido.







Se sintió feliz
y confiada,
segura.
Sin duda alguna, ella, tan escéptica.
Porque los Magos nunca la habían fallado.

Y mientras esperaba,
le dio al botón para escuchar ese tema que le acababan de regalar,
Déjala que baile.
Y se puso a bailar.


Que cuando llegue la inspiración
me pille trabajando.
Siempre había sido su lema.









sábado, 5 de enero de 2019

El Zen de las cosas.










No tiene objetivo, 
no necesita adjetivación ni acción. 
Es pura contemplación. 
Es el asombro ante lo simple. 
Es la serenidad en el ojo del huracán. 
Es la risa sin motivo, el llanto sin dolor. 
Es la respiración profunda. 
Es maravillarse y abismarse. 
Es conexión y consciencia. 
Pura observación sin juicio, sin expectativas. 
Es la intensidad del momento presente.

Así es el Zen de las cosas.


(De Poesía Zen
Foto: Almería, Domingo Leiva)