domingo, 6 de enero de 2019

Día de Reyes Magos.







La Carta de este año a los Reyes Magos no era demasiado larga.
Les pidió una cocinita.
Una cocina mágica.
Había llegado a pensar que la suya no funcionaba bien últimamente.
Tenía una cocina mágica en su corazón que no dejaba de cocinar Amor, con mayúsculas, día y noche.
Se la regaló hace tiempo Miguel Ruiz, el tolteca, cuando llegó a sus manos "La maestría del amor".
Así que se puso a usarla sin parar.
Pero en los últimos tiempos pensaba que no le salía ese plato.
Muchos otros sí, pero no ése.
Y un día se dio cuenta de que sólo le faltaba un ingrediente, la Alegría,
por eso no reconocía el puchero del Amor.

Lo comprendió un día, cuando compartía con una amiga que hacía tiempo que no le salía ese puchero.
La amiga se mostró extrañada. Le dijo que ese plato lo degustaba constantemente en sus visitas a casa.
De hecho, pensaba que era una de sus especialidades.
Ella se quedó pensativa un momento.
Cómo es que no reconocía ese guiso en su propia cocina?
Entonces lo entendió.
Le faltaba un ingrediente: la Alegría.
Sin Alegría, no reconocía el Amor.






Los Magos de Oriente estaban de camino, según las calles de la ciudad, de fiesta,
y todas las cadenas de televisión retransmitiendo el evento.
Así que ella también lanzó al viento su Carta a los Reyes Magos.


Hacía viento en las calles.
Lo sabía por los sonidos al golpear las persianas y los toldos y las ventanas.
Y el viento siempre había sido precursor en su vida de algo nuevo por llegar,
como el ángel de la Anunciación,
ese mensajero.







Así que lanzó al viento su Carta de Reyes.
Lo primero que le salió pedir fue una República, :)
abundante de reinas libres y sin miedo.
Como un deseo telonero.
Luego se centró en lo importante,
lo más importante,
y les pidió una cocina mágica
capaz de cocinar Alegría
día y noche,
sin parar.

Era el único ingrediente que le faltaba para perfeccionar su plato preferido.







Se sintió feliz
y confiada,
segura.
Sin duda alguna, ella, tan escéptica.
Porque los Magos nunca la habían fallado.

Y mientras esperaba,
le dio al botón para escuchar ese tema que le acababan de regalar,
Déjala que baile.
Y se puso a bailar.


Que cuando llegue la inspiración
me pille trabajando.
Siempre había sido su lema.









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