domingo, 22 de octubre de 2023

Empezar de nuevo.

 


Se pone a cantar esa canción que solía cantar su madre cuando ella era una niña
y apenas la entendía.
"Qué no daría yo por empezar de nuevo!"
Pasados los años, su madre ya no está para cantarla.
Qué no daría yo por empezar de nuevo!, piensa ella.
Sería una hija diferente.
Quizás.
Qué no daría yo por empezar de nuevo.
Sería una madre diferente, quizás, si pudiera.

Detiene el relato,
la larga fila de culpas se disuelve en la nada,
como un rompecabezas que se desmonta,
un sueño que se evapora.
Hoy es el día para empezar de nuevo,
ahora es el instante.
¿Y dices que no le encuentras sentido a tu vida?
Ahora es el momento de ser quien eres, como quieres que te recuerden.
Detienes el tiempo y miras tu mundo.
Como si pararas la película en un fotograma, pero lo contemplas todo.
Todas las relaciones que mantienes,
las personas, los objetos, los acontecimientos.
La buena noticia es que no tienes que dar nada para empezar de nuevo,
ya lo estás haciendo.
Éste es el instante para empezar de nuevo,
esta vez sin egocentrismo, sin "yo primero".
Quítate de en medio
y qué bella es la vida que te queda
por vivir!...




martes, 17 de octubre de 2023

Mantras.



Caminaba en dirección a la gompa de meditación para las enseñanzas de la mañana
cuando alguien la adelantó bruscamente, casi empujándola.
"¡Quítate de en medio!", le soltó.
Miró a la persona que le hablaba, ahora ya por delante de ella,
un hábito naranja de monje,
volvía la cabeza para mirarla con una sonrisa de complicidad.
"¡Quítate de en medio!"
Ella también sonrió.
Se convirtió en uno de sus mantras personales.

Dices: Qué difícil es conectar con el amor, cuando lo que sientes es odio
y resentimiento.
Y qué difícil es amar a la persona que te odia.
Quítate de en medio.
(Ese yo tan egocéntrico, incapaz de ver y comprender la situación global).
Quítate de en medio y verás que no es tan difícil.
Y surge de manera natural.



Ella estaba preocupada porque no le cuadraban las cuentas,
en el centro budista en el que colaboraba como voluntaria.
Le sobraban 80 euros.
Se obsesionó con el tema.
El director de cuentas le dijo que no se preocupara tanto.
Ella pronto encontró la pieza que les faltaba.
Cómo se nos ha podido pasar?, le comentó,
todavía enfadada con su propia "mala gestión".
"Claro -respondió él, como somos tan infalibles..."
Lo miró como una realización.

Cada vez que se machaca por algún error, aparece esa voz, como un mantra.
Cada vez que se fustiga con un "cómo puede haberme pasado a mí, un fallo como éste".
Siempre surge esa otra voz:
"Claro, como soy tan infalible..."



Su trayectoria vital había sido algo dura,
como todas las trayectorias vitales.
De vez en cuando y cuando menos te lo esperas, la vida zarandea tu mundo
y las piezas se desmontan como un rompecabezas inestable.
Y hay que volver a construir sobre otros cimientos.
Le parecía que el sentido de todo era aprender, en cualquier circunstancia.
Solía decir:
Lo importante no es la felicidad,
sino la sabiduría.
Y así lo sentía.
La dureza de la vida no la asustaba. Formaba parte de la aventura.

Y entonces escuchó aquella canción de Héctor Lavoe.
Aun en la vorágine del baile y la muchedumbre, lo pudo escuchar:
"Si tú no tienes felicidad, de sabio no tienes na".
Y fue como una luz.
Ahí está la prueba del algodón de toda tu "sabiduría",
en la medida de tu contentamiento y tu alegría.
Si la experiencia por la que has pasado deja una estela de miedo (temor, preocupación)
o bien de liberación, fortaleza y alegría.
"Si tú no tienes felicidad, de sabia no tienes na".
Se convirtió en otro mantra. Otro toque de atención.
Otro recordatorio para la revisión
de cómo van las cosas en tu vida.




domingo, 15 de octubre de 2023

Los beneficios del odio.

 


Nadie es responsable de nuestras heridas
excepto nuestra propia mente condicionada.

Y si duele tanto (el odio, los resentimientos)
y nos roba tanto (las relaciones tan valiosas, la paz, la gratitud);
cabe preguntarse por qué nos aferramos tanto a ese ladrón.
Qué beneficios obtenemos de él.

Y ahí es donde aparece ese personaje, el yo separado,
autoprotegiéndose de alguna manera.

Quizás nos sirve como chantaje emocional
al generar la culpa en la otra persona, el castigo que necesitamos infligir,
un castigo sin fecha de caducidad, que nos permite pedir y pedir,
sin que la deuda nunca se acabe de saldar.

O quizás es la excusa perfecta para tener a alguien fuera,
responsable de todos nuestros "fracasos".
Para que duelan menos.
Aunque duela más.

O quizás es el relato victimista que nos permite llamar la atención de otras personas,
que nos cuiden y nos quieran.

Si sientes algún tipo de odio o resentimiento,
te invito a mirar en los supuestos beneficios
que ese dolor tan profundo, ese ladrón de vida y relaciones,
te proporciona.


Y si llegas a la conclusión de que lo que más te interesa, para respirar en libertad,
es deshacerte de este secuestrador (el odio, el resentimiento),
pero resulta tan difícil ya, después de tanto tiempo,
tan parte ya de tu vida, 
tan parte ya del propio "yo",
si te preguntas cómo hacerlo,
aquí va una propuesta.

Un recurso que sin duda funciona es conectar con el amor en nuestro interior
y, desde esa mirada, ver lo mejor de la otra persona,
ver su "luz".
Y también su lucha por la supervivencia.
"Sé amable con quien quiera que te cruces
porque está librando una gran batalla".
Cada instante que conectas con el amor (esa fuente interna)
surge una nueva oportunidad,
un "empezar de nuevo" natural y automático.




viernes, 13 de octubre de 2023

Los recuerdos que nos traicionan.

 


Te preguntas si las razones para el odio que arrastras son reales o imaginarias.
Yo diría que casi siempre son construcciones imaginarias
porque se sostienen en recuerdos contaminados por aportaciones ajenas a los "hechos" en sí mismos,
como la percepción personal,
nuestra reacción emocional del momento (y en cada momento del recuerdo, diferente),
las exigencias y expectativas acerca de cómo tendrían que ser las cosas, las decepciones,
la falta de empatía hacia la situación personal de las demás personas implicadas,
la información que desconocíamos, tan necesaria para comprender,
el egocentrismo fundamental, etc.
Y el relato mantenido
y modificado ("enriquecido" con una larga lista de nuevas suposiciones)
con el paso del tiempo.
Y el relato acaba convirtiéndose en la "realidad".
Pero no siempre lo es.
No siempre tiene en cuenta todos los elementos originales.
Y, en cualquier caso, cada persona hace lo que puede en un momento dado,
dadas las condiciones.
También las que nos "ofenden" o nos hieren.
Nadie es responsable de nuestras heridas,
excepto nuestra propia mente condicionada.
La buena noticia es que también es nuestra propia mente la que nos puede sanar.
Y solo ella.




lunes, 9 de octubre de 2023

Los motivos para el odio que arrastramos no siempre existieron.

 



El niño amaba mucho a su madre.
La veía guapa, la más guapa de todas las madres, inteligente, emprendedora.
Era quien organizaba las cosas en casa y le protegía a él y su mundo.
Siempre podía contar con ella.
Ella solía decirle: "Vive tus sueños".
Decía frases como:
"Vive tu vida. Escribe tu propio guion de vida, la vida que deseas vivir.
No la que esté de moda o la que dé más dinero o más poder,
o la que esperan de ti las personas que amas.
Vive tu vida, la que tu alma necesite explorar en esta existencia humana. La tuya".
Él a veces la entendía a medias pero sabía que su madre le apoyaría en todo,
contaba con que le apoyaría cuando necesitara una mano,
que podía contar con ella en todo momento, en cualquier situación.
Su padre era otra cosa.
Pasaba todo el día fuera y cuando llegaba a casa se sentaba a leer el periódico,
a comer lo que hubiera preparado, a dormir.
El padre no tomaba las decisiones en casa ni parecía que tuviera "sueños".
Era guardia civil y el hijo lo veía como un hombre gris.
Su madre era costurera, cosía y diseñaba vestidos personalizados para sus clientas
y al hijo le encantaba la misión de llevar el vestido confeccionado,
bien doblado, planchado y empaquetado a las clientas,
que invariablemente le recibían con una gran alegría,
como al emisario que les lleva la mejor obra de arte
con la que ellas celebrarían tantas fiestas
y se sentirían guapas, atractivas y admiradas.
Además de ser una buena costurera y diseñadora con proyectos de futuro,
la madre amaba la música y tenía debilidad por el arpa,
que tocaba en sus momentos de recogimiento y meditación.
Si había algo de lo que nunca se desprendería, ni en el peor de los casos, era de su arpa.
Así que el hijo amaba y veneraba a su madre.
Hasta que un día descubrió unas cartas anónimas,
de un admirador que también la amaba.
Vivía en Barcelona
(la gran ciudad, tan europea, desde el punto de vista del pequeño pueblo del interior
donde vivían y nunca pasaba nada)
y al parecer era escritor, un escritor famoso.
El hijo también quería ser escritor.
Cuando se hizo mayor, acabó una novela que hizo llegar a varias editoriales que, sistemáticamente, la rechazaban.
Así que decidió autopublicarla pero la impresión costaba mucho dinero.
Se lo pidió a su madre (a la que ya por entonces odiaba,
convencido de la traición que estaba infligiendo a la familia,
a su padre, a él mismo);
era una suma muy elevada pero su madre la consiguió y se la dio.
La edición resultó ser una ruina y un buen día, caminando, vio en una tienda de música el arpa de su madre, que comprendió que había vendido par hacer frente a los gastos de la publicación de la primera novela de su hijo.
La situación familiar era cada vez más difícil;
la relación entre madre e hijo se deterioraba día a día,
el padre enfermó y murió,
y el negocio de la madre empezó a decaer con la crisis económica del momento.
La actitud del hijo llegó a ser tan hiriente
que un día que se traspasaron todas las líneas rojas
la madre le dijo que se fuera de casa y no le volviera a dirigir la palabra.
Así lo hizo el hijo.

Pasaron 40 años sin saber de ella.
Se había convertido en un escritor profesional, había ganado varios premios
y en uno de los congresos al que había sido invitado coincidió con el escritor que había sido amante de su madre.
Por fin podía tener una conversación con él.
Pero, para su sorpresa, el escritor no recordaba a su madre.
Nunca había tenido una relación con ella,
ni siquiera había conocido a esa mujer.
Entonces se acordó de un amigo guardia civil en su juventud.
El guardia civil, destinado en Barcelona, estaba enamorado de una chica de su pueblo, una costurera
pero no se atrevía a dirigirse a ella.
Entonces le pidió al escritor en ciernes que le escribiera las cartas,
inventándose una personalidad más interesante que la suya propia.
Más tarde le revelaría su secreto a la costurera
y acabaría casándose con ella.

Así fue como el hijo descubrió que su madre nunca había tenido un amante
y que las cartas que tanto dolor le habían producido eran de su propio padre.
Y ella las había guardado como parte de su historia común.
El "amante" era su padre.

Se había pasado la mayor parte de la vida odiando a su madre por un motivo inexistente,
por un equívoco.
Qué podía hacer ahora, 40 años después de haber roto su relación con ella?
¿Pedirle perdón, decirle que todo había sido un malentendido?

Para su sorpresa, se dio cuenta de que el odio que había sentido durante tanto tiempo se había hecho real.
Su relación con su madre ya estaba marcada por el odio.
No importa que el origen fuera una confusión,
con el paso del tiempo ese odio se había estabilizado
y ya formaba parte de su relación.
Comprendía que no era justo para ella, pero así era.

Volvieron a pasar los años.
Un día llamó a una antigua vecina del barrio de su madre
y le preguntó por ella, cómo se encontraba.
La vecina le explicó que había muerto varios años atrás,
en una pobreza muy extrema
y sola.
Pero si algo la hacía feliz era saber que su hijo había conseguido realizar su sueño
y se había convertido en un reconocido escritor.




(Versión libre de la novela "Mamá", de Edmundo Díaz Conde)


jueves, 5 de octubre de 2023

Los cinco entrenamientos de la plena conciencia.

 


La facilitadora de turno leyó los 5 entrenamientos de la plena consciencia de Thich Nhat Hanh.

1. Reverencia hacia la vida. No matar.
2. Verdadera felicidad. No robar o consumir en exceso.
3. Amor verdadero. No mantener relaciones o conductas sexuales inapropiadas.
4. Habla amorosa y escucha profunda. Uso apropiado de la palabra; no mentir o criticar.
5. Transformación y sanación. No consumir sustancias tóxicas o adictivas.

En el compartir, algunas personas del grupo expresaron sus dudas o dificultades
para comprender o hacer suyas algunas de estas propuestas de vida.

Alguien habló de su facilidad natural para integrar el segundo entrenamiento, sobre "no robar".
Tengo una tendencia tal a la austeridad que a veces raya la pobreza, se podría pensar.
Tal como yo lo vivo, me proporciona un sinfín de experiencias de abundancia.
No preciso robarle mucho al planeta, no más de lo que necesito
y en realidad se necesita tan poco para vivir una vida plena.
Hace un instante, en la meditación en silencio, disfrutaba de la contemplación,
la energía apacible del grupo, la luz de la tarde en el patio,
los sonidos del atardecer.
No saqueas los recursos del planeta cuando disfrutas de la luz de la tarde;
aunque tú la hagas tuya, sigue estando ahí, en toda su plenitud.
Y la experiencia de disfrute apacible que genera en ti se proyecta
y regresa al universo, enriqueciéndolo aún más.
Y más o menos lo mismo cuando el baño en el mar,
el paseo en la montaña,
la contemplación en el terrado,
la inspiración en la escucha profunda
de los seres que activan mi amor.
Digamos que soy una inquilina poco depredadora, en este hogar de paso.



El entrenamiento más importante para mí en estos momentos es el quinto,
sobre evitar las sustancias intoxicantes -dijo otra persona de la sangha.
Y no me refiero precisamente a una copa de vino, eventualmente -sonrió.
Me refiero más bien a las conversaciones tóxicas,
la "cultura" que consumo, los pensamientos...
Intento fijarme en dónde pongo la atención
y qué experiencia genera,
qué mundo crea en mi mente, qué "yo" activa.
Donde pongo la atención, ¿es una sustancia intoxicante
que genera crítica, victimismo, preocupación, miedos, yo separado?
¿O bien nutre mis semillas de apreciación, gratitud, contentamiento,
plenitud, libertad, amor, no-miedo?
Pongo la atención en dónde pongo la atención,
y el mundo que construye
y el yo que genera.
Esa es mi principal práctica en esta etapa de mi vida.


Otra persona reflexionó ligeramente sobre los cinco entrenamientos
como "mandamientos" o propuestas éticas de vida.
¿No se podrían resumir en uno solo? -dijo.
"Ama y haz lo que quieras", tal como dijo San Agustín.
Yo me quedo con eso -dijo.
Ama y todas las reglas éticas estarán incluidas.
Y desde el amor, haz lo que quieras.


Sin embargo, no siempre es tan fácil -apostilló alguien.
A veces, tu fuente de amor es como un grifo seco.
Simplemente no aparece en tu vivencia, aunque sea un instante,
aunque sea durante una etapa breve de tu vida.
Entonces, para esas ocasiones, contar con una guía de conducta basada en el amor
supone una gran ayuda.
Y de eso tratan los cinco entrenamientos.

Hubo un silencio de acuerdo.
El silencio se mantuvo durante unos minutos como una dulce contemplación.
Sonó la campana
y se dio por acabado
el compartir.