lunes, 25 de marzo de 2024

Todo está aquí.

 


El aroma del café al entrar en el cuarto
la devuelve a algunos de sus buenos momentos de compartir, en esta casa virtual.
Evocar es volver a vivir, esta vez desde otro yo, quizás.
Compartir los momentos de inspiración/contemplación los hace aún más intensos,
en cierta forma los salva del olvido.
No se disuelven del todo en la memoria.

Cuando empezó a escribir para sí misma, a los 11 años,
no sabía que iba a convertirse en una gran aliada, una amiga fiel
el resto de su vida, la escritura.
Acababa de morir alguien que amaba mucho, su principal referente por aquel tiempo,
su mundo se resquebrajó, sin suelo bajo sus pies.
El luto riguroso, el silencio, prohibido reír.
Entonces miraba la vida en la calle por detrás de la ventana. Y escribía.
Por qué? Más bien para qué.
Para ordenar sus emociones, para comprender,
para vislumbrar un centro al que asirse,
incluso una compañía.
Una herramienta muy válida entonces
y siempre, en cualquier situación.
Ya se quedó con ella, para su uso diario.




Pasado el tiempo, sientes que cualquier día de éstos te vas, ya no estás aquí,
y dejas una casa para vaciar, llena de basura.
Mira las libretas amontonadas en el armario y piensa: tengo que volver a hacer limpieza.
Y en medio de esa limpieza aparece, sin ocupar espacio en el armario ni en ningún otro hueco material,
aparecen esos textos de Reflexiones, virtuales, como en una nube.
Una colección de momentos de inspiración profunda,
de rituales, preguntas, a veces respuestas, realizaciones,
amor, dolor como un parto, como una muerte,
plenitud y deleite como una muerte, como un parto.

Regresa al cuarto donde permanece la cafetera, una vez recogido el desayuno,
y la recibe el calor aromatizado del café,
y es una evocación, un viaje en el tiempo,
tanto como un instante presente.
El tictac de la luna blanca en la pared, la lluvia en los cristales de la galería y en los balcones,
cabalgar la bicicleta en dirección al mar,
una evocación de instantes ya vividos, de regreso.
Todo está aquí.

Hoy es un día para evocar, como un puente con otro tiempo.
La lluvia sobre el techo de cristal de la galería.
Pedalear sin miedo por el puerto rumbo al baño en el mar.
La inmersión, la disolución.

Revisa los viejos textos de Reflexiones y, una década después,
aquellos días vuelven a aparecer en el día de hoy.
La presencia aún más intensa, como una luna llena creciente.

El tiempo no existe más que como un concepto, como una mirada.
Hay otras.
Otra mirada es que todo está aquí. Todos los fotogramas
presentes aquí, ahora.
Aquella mujer en bicicleta bajo la lluvia suave también está aquí,
este mismo día gris de mar tranquilo y gaviotas en la orilla.
La inmersión en el un mar sereno, la disolución.
Una tórtola canta.
Los mirlos hoy hacen su retiro de silencio.




domingo, 24 de marzo de 2024

A solas.

 


Con quién estás cuando estás a solas?
¿Te gusta tu propia compañía? ¿Es amable, inspiradora?
¿Es la amiga que desearías a tu lado, con quien te sientes segura
y en plena confianza?
¿Confías plenamente en ella, en su amor, en su libertad,
en su independencia y honestidad?
¿Le importa más el amor que lo que pienses de ella?
Quién ese ese yo que te acompaña día y noche, también en el sueño nocturno,
hasta el final de tus días?
Si aún es una niña caprichosa, quizás podrías educarla un poco más,
y aún te toca ser la madre.
Amarla un poco mejor.
Quizás aún te toca ser una madre amorosa, que no sufre cuando no se cumplen sus deseos, 
que no responde a sus chantajes y caprichos (la sobreprotección del miedo)
y sólo desea su libertad, esa felicidad profunda sin dependencias. Porque sí.
Por amor.
Cuando ya ha dejado de ser tu hija para ser simplemente Amor.
¿Es ella la que te acompaña cuando estás a solas?
(¿Es tu amiga el Amor o tu amiga el Miedo?)
¿O aún no?
¿O no siempre?
Presta atención.

En otro momento investigaremos quién te acompaña cuando estás acompañada,
ocupada y en interacción, esa otra compañía.




miércoles, 20 de marzo de 2024

Por qué sufro?




Por qué sufrimos?
Por ignorancia -respondió él.
Sí, ésa es la respuesta sencilla y profunda.
Pero más acá, por qué el ego se aferra a un dolor concreto, cualquiera que sea,
como la preocupación, la culpa, el resentimiento, etc.
En todo caso, es porque encuentra algún beneficio, desde el yo que se aferra al yo.
Por ejemplo, ante un contratiempo, una adversidad, puedes hacer algo por resolverla
o bien, simplemente, preocuparte. Y sufrir.
No haces nada pero te preocupas mucho, y preocupas a tu entorno,
exhibes tu preocupación, lo mucho que sufres.
Lo proyectas para que se haga grande.
Es como un mecanismo compensatorio del ego,
para descargar la culpa y, supuestamente, dignificar la propia imagen.

Sufrir sin resolver o resolver sin sufrir -si es que hubiera algo que resolver.

Y lo mismo con el resentimiento, los traumas de la infancia,
la niña o el niño herido que se resiste a sanar.
Siempre hay algún beneficio que cree encontrar el yo, ese personaje,
en aferrarse a su sufrimiento.

Personalmente, cuando encuentro un tipo de sufrimiento que se alarga
y parece estabilizarse y cronificarse, me gusta indagar si hay algún "beneficio" oculto
que me mantiene instalada en ese supuesto mal menor.
Porque en esa búsqueda podría ser que encuentre otro dolor, inconfesable,
y ciertos beneficios al seguir instalada en la zona de confort del sufrimiento conocido.
Una construcción mental o la otra, al final resultan tan agotadoras,
tan disparatadas (el disparate se ve con más claridad cuando la mirada es fresca y nueva),
que al final ocurre como un milagro el soltar
y contemplar
cómo los fantasmas de la mente se disuelven
por sí solos.





sábado, 2 de marzo de 2024

La aspiración correcta.

 


Sol y algo de aire, como un abanico verde
en las copas de los árboles de la montaña urbana.
Hoy las gaviotas la han acompañado en el desayuno.
Ellas sobre las cabezas de las chimeneas, en el terrado.
Ella junto a la baranda, respirando el mismo aire.
Las tres en silencio y contemplación.
Absortas en el concierto de aves y otros sonidos del silencio.
Las golondrinas de visita, los mirlos.
Últimamente el canto del mirlo es el que pone banda sonora a su despertar,
al amanecer, aún en duermevela.
Junto a la perseverante tórtola.
La primavera asoma su rostro, aún jugando al escondite.

Ayer, de camino por la montaña, entró en esa iglesia, ya tan familiar, tan disponible.
Se sumergió en el silencio,
sin comprender tanto, ahora, el despliegue de imágenes
que la inspiraban en otro tiempo.
Pero daba igual, el silencio se le regalaba igual,
sin importar si era de aquí o de allá, 
si era "una de los nuestros" o no.

Entonces apareció aquella palabra: Aspiración.
Se preguntó cuál era su aspiración,
como ser en tránsito por esta vida humana.
La plenitud, se respondió.
El no-miedo, la entrega,
la contemplación ecuánime,
el amor, la alegría hasta las lágrimas.
La experiencia estable de plenitud.
Comprender de una vez por todas de qué va esto, y no olvidarlo.
Dejar de ser una presa fácil de la hipnosis del karma.
Algunas tradiciones lo llaman el despertar.
Cuando ya no usas más la palabra "comprender",
que tanto aparece ahora en su continuo mental.
Así que su aspiración es el estado definitivo de la plenitud.

Sintió que el resto del viaje que le quedaba por transitar
era una aventura apasionante.
Se acercaba a puerto. Estaba en sus manos elegir
cómo vivir el último tramo del viaje.
La bandera de su aspiración última le daba confianza y fortaleza
y valentía, cuando las necesitaba.
A veces ya no necesitaba nada de eso
(ni confianza ni fortaleza ni valentía, cuando todo era claro,
espontáneo y natural),
en sus momentos más apacibles y serenos,
de entrega y disolución.

El resto del viaje aún estaba por cartografiar
pero le parecía que era una celebración en sí mismo.