viernes, 27 de enero de 2023

Las emociones también son el nirmanakaya.

 



Querido amigo.

Sobre las experiencias, hace tiempo quería decirte que a veces me parece que tú y yo no hablamos de lo mismo, cuando utilizamos esa palabra.

Tengo la impresión de que tú hablas de la experiencia como algo que le pasa/siente/vive/experimenta el personaje separado, esa energía.

Yo siento la experiencia emocional como otra manifestación de Dios,
el nirmanakaya, el cuerpo manifestado de Dios,
como la ola-personaje-yo, la ola-miedo, la ola-plenitud, la ola-frustración
o la ola-dolor, en un océano de olas. 
Por eso la experiencia/vivencia también es sagrada. 
Dios manifestado.
El cuerpo de Dios.
Una experiencia emocional, una situación,
la primera línea de luna creciente esta noche en el cielo,
una persona o un árbol.
Quizás no hay tanta diferencia.




Dices: "Si esto es evidente, no hay nada más que decir. Pero si mi noción fundamental de ser es que soy un individuo separado que sufre y que trata de encontrar paz y liberación, todo esto va a significar muy poco en términos prácticos."

Personalmente, creo que me siento todo el tiempo (o casi) en la noción de individuo separado.
Sin embargo, lo curioso es que en general no me cuesta mucho ver lo que aparece como "el cuerpo de Dios", la Conciencia/energía manifestada.
No siempre en la primera impresión, pero parece que se ha ido convirtiendo en un hábito de "reconocimiento", de recordatorio espontáneo.

Como digo, mi sensación personal es de ser separado,
pero el reconocimiento de lo que aparece como nirmanakaya 
(incluida mi tendencia a la falta de interés
o el reciente fuerte dolor de lumbares que me permite sentirme cómoda y sin culpa en la madriguera;
incluida también la culpa),
el reconocimiento de Dios en lo que aparece manifestado
me recuerda/evidencia que esta manifestación/personaje/yo
también lo es.

Paradójicamente, esto último no me resulta tan fácil de asimilar.
Aunque se dé la disolución natural y temporalmente,
acaba reapareciendo la fuerte energía del hábito del yo separado.

Por eso, a veces siento que donde más fácilmente encuentro a Dios en esta etapa de mi vida 
es en las vivencias emocionales, de cualquier tipo
(incluidas las denominadas perturbaciones mentales),
la Conciencia profundamente manifestada.
La emoción/experiencia/vivencia es como el puente/disolución
que me permite desaparecer y ser paz.

O Amor, inclusivo.

Ya sabes aquello que decía Leonard Cohen sobre que "in love we disappear".
En mi experiencia, también funciona al revés:
en la desaparición nos convertimos en Amor.


Un fuerte abrazo.






martes, 24 de enero de 2023

Amanecer.

 


El tiempo lento. La quietud.
El instante eterno.
Eterno significa fuera del tiempo.
Es lo que ocurre cuando paras lo que estás haciendo,
sales de la hipnosis por un momento
y se da la contemplación.
Instante eterno.
Entre una inspiración y un exhalación, entre dos vidas;
lo que acontece entre dos bardos,
cuando no es un bardo.
Fuera del tiempo.
La transición fuera de la transición.



El horizonte sobre el mar despliega sus tonos rosas y violetas.
La media luna decreciente aún en todo su esplendor.
La voz del tren de paso.
El estallido de colores se hace más intenso por momentos,
sobre un cielo que se aclara sin prisa.
El día por delante, con el aroma del café en el aire
y la cafetera ya vacía.
Otro día para hacer el amor con la vida.
En cierta ocasión, su amigo disintió, un tanto alterado
por la ignorancia de ella
y un poco por la pasión del debate y la polémica.
Y, adoctrinador, le explicaba por qué no se puede hacer el amor con la vida,
o con Dios.
Dado que todo es una unidad, cómo vas a hacer el amor contigo misma? -venía a decir.

Ella no siempre está ahí, siendo Dios.
Pero, desde su sueño humano, a veces se enamora del cuerpo de Dios.
En un amanecer, en la luz poderosa de la luna,
en un aroma,
en el despliegue del mundo tal como es,
contemplando desde su atalaya.
Se enamora hasta las lágrimas, se funde, se vierte en él.
Desaparece.
Como agua vertida en agua.
Como Amor que es, solo puede hacer el amor.
Y en el acto de amor se convierte en Amor.
Cuando ya no hay diferencia.

No siempre está ahí pero a veces la invade una ola de expansión-disolución
que lo impregna todo.
Hace lo que es porque está en su naturaleza.
Y es lo que hace.
Cuando ya no hay diferencia.




domingo, 22 de enero de 2023

Ser es interser.

 


"Qué manía con estar sola!", le dijo una vez su hija adolescente.
Eso la hizo pensar.
Desde que tiene uso de razón, reconoce su tendencia a proteger un espacio propio, un tiempo,
para la introspección, para el silencio.
Para contemplar las cosas.
Para la paz.
Para respirar.
Para la desconexión del hacer para la conexión
con simplemente ser.
Pero era una soledad llena.
Siempre la encontraba llena.
Los sonidos del silencio siempre están ahí, evocando presencias.
El vuelo de las gaviotas formaba parte ineludible de su escenario.
La tórtola, la paloma, el vencejo
en su balcón o en el terrado, acompañando su desayuno.
El movimiento de las personas en las casas vecinas, el ascensor que sube o baja.
El llanto del perro en la terraza de enfrente.
El tictac del reloj.
No podía sentirse sola o aislada de ninguna manera,
tan llena de presencias,
tantas vidas que contemplar, tantos mundos.

"To be is to interbe", decía Thich Nhat Hanh.
No puede ser de otra manera.
Entonces le llegaron esos abrazos virtuales
a su templo virtual.
Y la perspectiva se hizo aún más amplia, el enfoque más claro,
la visión un poco más precisa.
Más tupida todavía la red de afectos que nos sostienen.

Ser es interser.
Yo soy (este fenómeno manifestado)
porque tú eres (ese fenómeno manifestado).
Y viceversa.
La soledad no existe,
es una mera ilusión.

Ser es interser.
No puede ser de otra manera.




martes, 10 de enero de 2023

El bardo, la transición.

 


Otro día de retiro.
De cielo cubierto y plantas que bailan al viento, en los terrados.
La tórtola de paseo por la barandilla de hierro del balcón.
La gaviota planeando en el aire
al otro lado del marco de la puerta de madera y cristales.
El interactuar cotidiano de la pareja de al lado en el desayuno,
al otro lado de la pared.
Los sonidos del silencio.
Otro largo día de contemplación,
a ratos en intimidad con el dolor,
a ratos aligerada.
Vas y vienes, vienes y vas,
de ningún sitio a ningún sitio.
Este cuerpo que hasta ayer era cómplice y aliado,
tan frágil hoy, tan vulnerable.




De repente, las etapas se sucedían como bardos.
La noche de dolor (en vela, el movimiento, el frío y el calor)
por la mañana ya era solo un sueño.
Un sueño recurrente, es cierto.
El regreso anunciado, en cada partida.
Pero cuando tocaba un etapa de respiro experimentaba la libertad.
Y en esa confianza, aun en medio de la pesadilla,
reconocía la recuperación.
Cuando le preguntaban "cómo estás" respondía:
Creo que en proceso de recuperación.
La señal: la confianza.
Esta ola también pasará, ya está pasando,
aun cuando no lo perciba.
La adopción del presente, tan lleno.
Dicha y dolor. Miedo y confianza.
Todo aquí, tan presente.




La habían acompañado tres libros a lo largo de este encierro,
desde que empezó a tener energía para sumirse en la lectura, a ratos.

"Tal como vivimos, morimos", de Pema Chödrön,
que apareció oportunamente para acompañarla
en la investigación de esta pequeña muerte,
este bardo que le tocaba atravesar.
A comprender un poco, quizás, su inesperada caída.
Sus tendencias, sus miedos.

Luego apareció sobresaliendo en la montaña de libros sobre el tatami
un libro perdido,"Existir" (Robert Neuburger),
como respondiendo a un cúmulo de menciones y condiciones.
Y también la ayudó a comprender un poco mejor
el dolor de no "existir", cuando concierne a sus apegos.
Las viejas heridas como semillas, la contracción del miedo.

Finalmente, sintió que era el momento de mirar fuera del pozo,
de alimentar la fortaleza, la guerrera que llevaba dentro.
Y se tropezó con aquel librito, ya amarillento,
que compró en California (su paraíso de las artes marciales en una vida),
35 años atrás.
"Karate-Do. My Way of Life", de Gichin Funakoshi.
Su trampolín al zen, tanto años atrás.
Y así empezó a ver cobrar fuerzas a la guerrera caída.
El renacer del ave Fénix.
Aún las piernas debilitadas y el caminar tambaleante.
Pero ya en marcha.





martes, 3 de enero de 2023

Las cinco familias de Budas.



Volvió atrás en los fotogramas hasta llegar al momento en que su tronco se rompió en dos.
Todo parecía haber ido tan bien,
los retos que le presentaba la vida tan bien resueltos.
Sin conflicto.
Miró un poco más profundamente, su situación emocional.
Y encontró el Miedo.
Reconoció el miedo que surge del Apego.
Entonces apareció Pema Chödrön ("Tal como vivimos, morimos")
y le habló de las cinco familias de Budas como arquetipos.

"La sabiduría que descubrimos en nuestra neurosis tiene diferentes sabores.
Hay cinco tipos principales de sabiduría, relacionadas con los cinco kleshas primarios:
el apego, la agresividad, la ignorancia, los celos y el orgullo.
Aunque todo el mundo experimenta toda la gama de emociones,
solemos tener una (o varias) que destacan por encima de las otras.
Experimentamos de manera predominante el aspecto neurótico de esta emoción
pero podemos aprender a reconocer y conectar con el aspecto de la sabiduría,
el lado despierto y carente de ego del klesha en cuestión.
Entonces la energía de la emoción puede servir para iluminarnos y no para hundirnos.
Cada uno de los cinco pares de sabiduría-neurosis está conectado con una familia búdica.
Y cada familia se centra en un Buda en particular, un ser totalmente despierto
que encarna el aspecto despierto del klesha (o perturbación mental específica)".



La neurosis del apego encierra también la sabiduría discriminativa.
Está conectada con la familia Padma.
Representada por el loto.
Su encarnación despierta es el buda Amithaba.
Si a una persona Padma se le pide algo de queso (por poner un ejemplo),
ésta le traería un queso entero, en una cesta de mimbre
cubierto con una tela a cuadros y adornada con algunas flores silvestres
que habría recogido en el camino.
Si fuera un calzado, sería unas zapatillas cómodas de color naranja.
Un oficio: cuidadora en un asilo.
Aparece como luz dorada de sol,
disponibilidad, cercanía
y contacto.




El dolor de la neurosis del apego no es más que el resultado
de una visión limitada y miope.
La neurosis del apego es una experiencia fragmentada
y viciada por el juicio y el miedo.
Pero la personalidad Padma encierra otras muchas actitudes y potenciales
que conviene explorar.

Y todos los demás arquetipos también.

Pongamos que te consideras una persona marcada por la ignorancia,
la indiferencia, la falta de entusiasmo y pasión.
De la familia de Buda. Manifestada en Vairochana.
Se dice que, si le pides algo de queso,
probablemente se olvidará de traerlo.
De hecho, incluso se olvidará de venir a ver qué necesitas
-aun suponiendo que sea su tarea.
Pero oculta en esta aparente indiferencia está también
la sabiduría del Dharmadhatu.
La luz blanca del espacio vacío
y la vacuidad que todo lo contiene.

O quizás te identificas más con el arquetipo Vajra,
de la familia de buda Akshobhya.
Con tendencia a la agresividad y la sabiduría del espejo.
De actitud directa y a menudo cortante.
Rápida como el rayo y visionaria.

O bien de la familia Ratna, marcada por el orgullo
y la sabiduría de la ecuanimidad.
De brazos abiertos para acogerlo todo.

O tal vez de la familia Karma, impulsada por los celos
y la sabiduría que todo lo logra.
Esa persona que buscará en diez tiendas diferentes el queso perfecto,
tan indecisa como obsesiva en su perfección,
tan agotadora,
y tan agotada
que acabará quejándose del trabajo tan duro que se le ha impuesto.
Y al mismo tiempo tan persistente y capaz
para conseguir todos sus logros.


Decidió investigar en sus kleshas más invisibles,
realizar un recorrido de peregrinación por ellos
y abrirse a todo su potencial,
en la medida de sus posibilidades.

Empezó a preparar su próximo viaje.





lunes, 2 de enero de 2023

El dolor.

 


Otro día gris.
Lo mejor: que el frío todavía no ha hecho acto de presencia
para contraerle aún más los músculos.

El dolor sigue presente, intenso.
Al principio, lo tomó como un acompañante
en las actividades de la vida diaria;
luego sintió que el dolor mandaba más
y saboteaba sus planes.
Finalmente acudió por ayuda
urgente
y dijo esas palabras que parecían en boca de otra:
"Quítame este dolor, por favor".

Pero el dolor tenía otros planes y ninguna droga pudo abatirlo.
Entonces comprendió que no había forma de evadirse,
no servía de nada oponer resistencia.
El dolor había llegado como una experiencia a su vida
y no podía hacer otra cosa que afrontarla.

Pensó en los millones de personas que estaban viviendo una experiencia similar en estos momentos
y cuántas de sus personas queridas o conocidas habían pasado por ello tantas veces
y ella lo había presenciado como se escucha una lengua extranjera no conocida.
Ahora comprendía un poco mejor, al menos esa parte.

Silenció el móvil: No molestar.
El nuevo año se abría paso y era el momento de las felicitaciones y los buenos deseos.
Pero pronto se dio cuenta de que no tenía energías para responder o recibir llamadas.

Lo mejor: el silencio;
la compañía de los pájaros al vuelo;
el canto de las gaviotas, las tórtolas, las palomas;
el sol, cuando brillaba (la gente viviendo la fiesta en las calles y en las playas);
el cielo cubierto y el día gris, cuando tocaba.

Lo mejor: el calor,
la bolsa de agua caliente en el respaldo de la silla
(cuando podía sentarse)
o tumbada bajo el edredón.

Le llegó este texto:

"La señal.
Puede tomar muchas formas.
Ansiedad.
Miedo.
Enfado.
Confusión.
(Dolor).
Pueden parecer más reales que la realidad misma.
Si no las vemos como enemigas
sino como aliadas,
entonces se convierten en la Señal.
El Mensaje.
Stop".



Una amiga le había dicho que el dolor había aparecido para enseñarle algo.
Seguramente, pensó.
Pero aún no lo había comprendido.
Pequeñas cosas prácticas, sí.
Y aquello ya mencionado sobre la empatía y la compasión.
La vulnerabilidad, ya la conocía antes.
La decadencia y la mortalidad también,
el desenlace previsible de esta historia.
Pero si alguien le preguntara si había dejado de tenerle miedo a la experiencia de dolor en su vida,
si atravesar esta oportunidad la había liberado definitivamente del miedo al dolor,
respondería que no.
Si es lo que se presenta, lo afrontaré
(qué otra cosa hacer, eso no tiene ningún mérito),
pero no podía decir que había realizado la ecuanimidad
respecto a esto.
Aún prefería vivir sin dolor.
No era como Teresa de Ávila protegiendo sus ataques epilépticos
que le producían esas experiencias místicas.



Cuando se dio cuenta de que el dolor era imbatible,
que había llegado como una experiencia inevitable
y que se quedaba
(aun así, todo pasa
y esto también, ya está en su trayectoria de disolución,
aunque todavía no sea perceptible),
cuando comprendió esto, cambió su mirada.
Aquí estás, 
como una manifestación más de la Vida,
otra cara de Dios.
El Nirmanakaya.
El dolor, como una ola más en el océano soñado.
Como ella misma.
Y el dolor-Dios dejaba de doler.
Esa energía sagrada.

Lo mejor: la transcendencia.
Hacer el amor con Dios 
en esta luna de miel
que le estaba regalando.

Pero luego se le olvidaba.



Lo mejor: el calor, el silencio, la soledad,
tan acompañada.
El olor a canela, clavo, eucalipto, menta y limón
que desprendía su ropa.
Y el aroma del café en el aire de la mañana,
ahora que había vuelto a preparar el café, recién molido,
favoreciendo aún más la inspiración en cualquier situación,
la transcendencia.

Lo mejor, también,
contar con su amigo, si necesitaba llenar la despensa.
No es que tuviera mucha hambre,
de hecho se encontraba más tranquila y segura en el ayuno,
pero había que proteger el sistema digestivo de la agresión de esas drogas,
si no quería acabar rompiendo otra parte de este cuerpo humano.

Lo mejor?
Todo.
Qué sabía ella para decir qué era lo peor,
o inadecuado,
o sobrante.
Sólo podría hablar de sus preferencias personales.
Tan irrelevantes.