martes, 24 de marzo de 2015

Y no me dejes nunca más.






Algo ha cambiado.
Lo sabe cuando respira aliviada y piensa "Ya estoy de vuelta en casa. Espero que dure".

Porque hubo un tiempo en que la normalidad era otra cosa.


Recuerda aquella vez que regresó de su primer retiro de Alto Yoga Tantra, y su mundo había cambiado.
Como si se manifestara el yoga de la purificación de los seres migratorios sin ningún esfuerzo.
Todo era perfecto.
Todo estaba bañado por una mirada de ternura divertida, conmovedora.
La Tierra Pura está aquí, sentía, como un sorprendente descubrimiento.
Los auténticos héroes y heroínas tántricos son los seres humanos, y los no humanos, animados e inanimados.
Así era. Cómo no lo había visto antes.





Luego, su voz escéptica (su yo escéptico) le decía:
"Esto se va a acabar en cualquier momento. Estoy preparada".
Ese yo que sabía que todo acaba, en especial las experiencias de transcendencia, o místicas, o románticas, o de amor.
Vienes de un retiro de meditación y oración y aún estás bajo la influencia de la hipnosis espiritual. Como un enamoramiento.
Pero, como una estela, ya se está disolviendo. Aunque no te des cuenta.
Pasó una semana y pensaba: Esto se va a acabar. Estoy preparada.
Pasó un mes y se recordaba a sí misma, aún asombrada por su larga estancia:
Antes o después se va a acabar, estoy preparada.
Pasaban los meses y no dejaba de recordárselo: Estoy preparada.

Pasaron los años y algo ha cambiado. Lo sabe porque, ahora, cuando regresa la alegría apacible es cuando se siente en casa.





Y es cuando reaparecen viejas experiencias de miedo, preocupación, ansiedad o estrés, cuando piensa:
Vaya, ahora toca que madure este viejo amigo (el miedo, o el estrés, o lo que sea).
Y se sienta a contemplarlo, la experiencia mental y la física (también materializada en su cuerpo): el dolor de cabeza, la acidez en los tejidos, la pesadez de estómago.
Y ya no se cree las supuestas causas externas, tan diminutas (lo sabe porque cuando está bien, centrada, situaciones mucho más potentes no producen estas experiencias de sufrimiento).

Así que cuando vuelven viejas experiencias de miedo o preocupación, las contempla como nubes en el cielo, aparentemente inmóviles y estables, sin viento, aparentemente.
Hasta que llega el momento de la disolución. Por sí mismas, independientemente de si permanecen o no las condiciones, las supuestas causas externas.
Hasta que un día, quizás un día de viento, todavía, un día gris, de nubes oscuras en el cielo, quizás estalla la lluvia y ella se descubre contemplándola como si fuera el sol más radiante.
Sospecha que es una lluvia purificadora porque todo está bien.
Ha vuelto la calma a su interior, la alegría, el amor sin esfuerzo. La purificación de los seres migratorios.
Da igual si el día es gris o claro, si sopla el viento o brilla el sol o hay estallidos de tormenta.
Y ahora siente: Por fin de vuelta a casa.

Y ya no lo ve como una nube pasajera.
Sino como el cielo claro y estable.

Ahora, la fascinación, la hipnosis, es el sufrimiento, cuando madura.
La nube pasajera es la ilusión de desconexión, separación y amenaza.




Algo ha cambiado.
Lo sabe porque, cuando todo está en orden en su interior, ya no piensa:
Esta fascinación se tiene que acabar en cualquier momento; estoy preparada.
Ahora siente que vuelve a casa. Espero que dure.
(Como cuando Franco Battiato canta "Y no me dejes nunca más")


Es lo mismo.
Pero no es igual.






miércoles, 18 de marzo de 2015

El amor te da superpoderes.






Habían quedado para la práctica sobre la práctica. Para compartir el estado de la práctica personal, los avances y las dificultades en la meditación formal y en la vida cotidiana. Siempre empezaban con una meditación en silencio. Luego, alguien propuso explorar el miedo. El título de uno de los últimos libros que habían estudiado, de Thich Nhat Hanh.
A qué le tienes miedo? Cómo lo afrontas? Cómo te ayuda el dharma? O cualquier otra herramienta, cómo te ayuda?
Apareció el miedo a la soledad, a la enfermedad, al dolor físico. A no dejar tus asuntos resueltos cuando te vayas, como nuevas situaciones de conflicto y confrontación entre los seres queridos. Alguien dijo: Mi miedo profundo es a no poder amar.




El amor (el buen amor) me protege de todos los miedos, los disuelve.
Como en la novela "El monje", de TNH, el amor por los demás lleva a la protagonista, instintívamente y sin esfuerzo, a comprender a quienes aparentemente la atacan, de la misma manera, siempre, el amor despliega automáticamente la comprensión, la empatía que nos hace conscientes de las debilidades de los demás, de sus heridas, del dolor que les hace atacar dando palos de ciego a diestro y siniestro, y si pasabas por ahí y te toca ser "Diestro" o "Siniestro", no es nada personal.
El amor te protege del egocentrismo que convierte al otro en "el otro", en una amenaza, el enemigo, el malo de la película; el egocentrismo que distorsiona las cosas haciéndote creer que eres el centro de todo, presa fácil para los "palos de ciego" de los demás. El egocentrismo que te convierte en víctima fácil.




Mi miedo profundo es a perder el amor (el buen amor) que me protege.
Porque cuando lo pierdo aparecen todos los miedos, las viejas heridas, los dolores.
Lo noto en la boca del estómago o en la presión en la cabeza o en diferentes pequeñas molestias que se mueven y alternan por diferentes partes del cuerpo.
Lo sé porque cuando siento el amor (el buen amor que lo comprende todo), no hay nada que me haga daño, nada que me dé miedo.
Ni la soledad, porque entonces veo con claridad que la soledad es una ilusión que surge de la hipnosis de la separación, pero es absolutamente ficticia porque no hay nada que "es" inherentemente sino que todo "inter-es".
La soledad es una alucinación de separación, cuando todo está conectado.

El amor te hace fuerte. Te inmuniza ante todos los males y todos los miedos.
Destruye a todos los maras, los debilita hasta verlos desaparecer.
El amor te protege ante todo tipo de peligro y de toda clase de sufrimiento.
El amor te da superpoderes.





La kriptonita de Superman era la ignorancia del egoísmo que separa y debilita y produce ese miedo profundo. Como una enfermedad mortal.
Porque la muerte sólo existe desde el punto de vista del egoísmo segregador.
Pero el amor que te conecta te hace inmortal.
Te da superpoderes.





Ella lo sabe, que cuando la abandona el amor la vida es un infierno.
Que la diferencia entre samsara y nirvana está en el amor.
Que el amor lo purifica todo (la mente que te separa y teme y condena).
Que el amor te hace fuerte y libre. Y destruye todos los miedos.
Como si te diera superpoderes.





El miedo más profundo que tengo, dijo,
el miedo que alienta a todos los miedos, es a perder el amor que me protege.
Que nos protege.
El amor que me protege y protege a todos mis seres queridos
y a todos los seres.





jueves, 12 de marzo de 2015

Hacer limpieza.






Jueves y sol, primavera.
La lavadora tendida, el terrado invadido por un sol primaveral.
Lo último que retiraba de la mesa del desayuno era la tostadora de pan, el calentador de agua y la cafetera.
Todo lo demás recogido en la cocina, la mesa despejada,
podía escribir cómodamente, indagar en el mundo que aparecía ante ella, aquí y ahora, al calor que aún desprendían la tostadora, el calentador de agua y la cafetera,
con el aroma del café y el pan caliente aún flotando en el aire.

Volvía del terrado, del aroma de sol y primavera, y entraba en el cuarto de aroma a café y pan caliente.
Tenía una cocina, un cuarto donde comer, un terrado donde tender la ropa, aireada al sol y la brisa del mar y los árboles del Montjuic, qué más podía pedir?




Una paloma camina pausadamente por el techo de la galería.
Ve claramente sus patas y su cuerpo atravesar el techo de cristal.
Qué más podía pedir?

Tenía un piano heredado donde entretenerse a ratos.
Una casa limpia.
No era el lugar zen donde le gustaría vivir,
blanco, luminoso y vacío de objetos,
pero intentaba que no le molestara tanta acumulación de lo que ella llamaba "basura".
Libros y discos que podía regalar a las visitas, juegos de mesa para cuando llegaban l@s niñ@s, altavoces sin uso, "pero que funcionaban". Tantas cosas sin uso, pero que funcionaban. Innecesarias.
Miraba su entorno y veía su mundo, su mente.
El mundo que proyectaba como reflejo de su propia mente.




Dónde estaba la "desalineación" de la que hablaba Josep Soler en su libro, "El lenguaje del alma"?
¿En que se había acostumbrado a vivir en un mundo de acumulación, demasiado lleno (su mente demasiado llena), sin que le molestara (demasiado)?
Decidió que tenía que revisar su mente, toda la "basura" acumulada en su mente, todos los objetos de la mente no necesarios (funcionen o no, si no son necesarios ni de utilidad personal, de qué le sirven?), el ruido, todos esos obstáculos en el espacio.

Qué solía decir de la comida, cuando no tenía hambre?:
Lo que no necesita el organismo, acumulado, se convierte en toxinas.
Pues lo mismo con los objetos de la mente no necesarios, ocupando espacio, que te distraen, y se convierten en toxinas.

Decidió empezar a desprenderse (otra vez) de los objetos no necesarios de su mundo exterior
y de su mundo interior.