lunes, 30 de septiembre de 2013

Penélope.







Querida amiga:

Cómo es la vida lejos del mar?
Quizás las calles son como ríos y los edificios son barcos?
Quizás el valle es un lago y las montañas arrecifes?
O quizás la pregunta adecuada sería:
qué es el mar?
El mar como puente (la puerta a la transcendencia)
o como puerto.
La infinitud, la disolución, la muerte. La Vida.

Ella piensa que le tocó vivir como una gaviota, que se alimenta de lo que puede
pero ahí está, en la orilla, sobrevolando el mar, componiendo la banda sonora
de los atardeceres.
Esperando el momento.





Como Penélope, aquí está, esperando el instante, que llegará, la experiencia.
Esperando, vigilante, atenta. Contemplativa.










Sentada en un banco en el andén o sobre la arena, en la orilla de la playa.
Mientras tanto, a veces hace punto o escribe cartas, juega juegos como distracciones
y juega los sueños que aparecen, resuelve pruebas, fórmulas, deshace nudos.
Pero ella siempre sabe que son simples pasatiempos.
Significativos, pero pasan en el tiempo,
y ese tiempo soñado
pasa.




Lo que importa es el encuentro, la disolución que tendrá lugar cuando llegue el momento. Lo sabe porque ya ocurrió. Está ocurriendo. Sólo tiene que esperar el momento en que se le rompa el corazón y la cabeza y las entrañas y surja "eso" que ya es.
El encuentro, la fusión, la disolución, la muerte. La Vida.

Mientras tanto, se sienta en un banco en el andén o en la terraza frente al mar y degusta la espera
con la conciencia plena
de que
ya ha llegado.



lunes, 23 de septiembre de 2013

La multiplicidad de yos.








Cuando se despertó, se encontró tres emails en su buzón.
El primero decía: "Tengo la impresión de que todo esto es una cadena de malentendidos, un sinsentido. Por qué no me llamas y hablamos?"
Era el "yo amoroso" de su amiga, que él conocía bien. El yo valiente que deseaba comunicarse y decía exactamente lo que quería decir.
Era la amiga que él conocía.
El segundo email era también sólo una línea, pero él reconoció al "yo herido".
El tercero era largo, asertivo, hiriente incluso. (¿Hiriente para quién?, se preguntó él; hiriente para el ego, para el "yo herido", esta vez el mío).
Y él supo que en tercer email de su amiga hablaba "el yo protector".

A quién escucharía él, a quién respondería (o no), cómo reaccionaría -ésa sería su decisión.




En el espacio para compartir, en la última parte de la sesión de meditación, él juntó las manos, las llevó a la altura del pecho e inclinó ligeramente la cabeza. Era la manera de anunciar que deseaba compartir alguna experiencia, cuando se activa la escucha amorosa de l@s demás compañer@s de la sangha.



Una vez más
he podido contemplar
la multiplicidad de yos que se manifiestan
y que el yo singular no existe.
Me gusta observar
(el "yo observador" observa) quién habla o actúa en mí:
a menudo es el "yo compasivo", empático y solidario, el que se quita de en medio y quiere contentar a los demás.
A veces es el "yo asertivo", o el "yo resolutivo" y funcional; el "yo controlador", el "yo herido" (una versión del ego, del "yo primero"), el "yo protector" (cuya función es mantener a salvo qué sé yo a quién). 
A veces aparecen los yos en los que me reconozco (y apruebo) 
y otras veces los yos en la sombra (que algún yo desaprueba). 
Pero también los yos transcendentes: 
el "yo compasivo", la "no-mente", el "yo despierto"...





Lo que quiero compartir aquí es mi impresión sobre la facilidad con que tendemos a identificarnos con el yo que aparece en un momento dado.
Y lo mismo hacemos con las personas con las que nos relacionamos. Especialmente en los conflictos.
Si una persona bajo la influencia del yo herido, amenazado o desconfiado, opta por sacar (en realidad no "opta", simplemente aparece) su "yo protector", deberíamos tener la habilidad para verlo como es: un simple "yo" más en la multitud de yos. Haciendo su trabajo, exactamente igual que los otros, realizando una función.
Deberíamos tener la habilidad para no confundir al "yo" que se manifiesta en un momento dado (cualquiera que sea, todos los yos) con la persona.

Y esto vale tanto en lo que respecta a uno mismo (perdonarle, a cualquier yo, escucharle, comprenderle, integrarlo) como a las demás personas.






Que todo el mundo encierra una multitud de yos y que elegir con el que nos relacionamos
(el discurso que elegimos escuchar,
el personaje que decidimos ver)
es opción nuestra,
de cada cual.



Tras unos instantes de silencio, el chico volvió a juntar las manos a la altura del pecho
e inclinó ligeramente la cabeza.
Era la forma de dar las gracias por haber sido escuchado.




domingo, 22 de septiembre de 2013

Lo que ganas, lo que pierdes, el mismo cuento.








El tahín se disolvía en su boca, sobre la tostada de pan casero.
Había recuperado, por una vez, el viejo espacio de los desayunos
(casi) impersonal, fuera de su mandala lleno de obras de arte familiares
y budas y aromas y colores, emails y llamadas telefónicas.
Fuera, en un espacio vacío de impresiones, el desayuno.
Silencio.
El tahín se disolvía en su boca y, sin hacer nada para ello, había vuelto el yoga de experimentar néctar.
Pensó: tengo que volver a practicar el yoga de experimentar néctar. Los once yogas,
en realidad.
Pensó: quédate con lo que tienes y disfruta de lo que tienes.
Presencia.
Decidió abrir un poco más los ojos a lo que aparece. Lo que ahora no aparece nunca ha existido -y no hay motivo para llorar.
Lo que aparece, tampoco, pero ahí está, generando experiencias.
(Y lo que no aparece también está generando experiencias).
Lo que ganas, lo que pierdes, el mismo cuento.
Generando
experiencias.























jueves, 19 de septiembre de 2013

Un sueño lúcido.







Qué está madurando ahora?
No lo sabe, pero es precioso, sea lo que sea.



Pasa una ola que la derriba en una orilla llena de piedras; duelen los pies, cae
y duele,
como un golpe que la desploma en combate
y escucha la cuenta: 1, 2, 3... pero no ha sido KO.
Aún se alza.





Sólo era una película, lo sabe todo el tiempo. Sólo era un sueño. Lúcido.
Lo ha sabido todo el tiempo.
La pesadilla se disuelve y siente cómo se acerca algo nuevo,
esta vez amable, cordial.
Esta vez va a ser la bomba.
Madura el abrazo, la alegría.
Después de soltar, todo es ligero.
Siente cómo madura una lluvia de bendiciones,
flotar en un cielo de fuegos artificiales
o, quizás, nítido, como la claridad de la mente.




Después de la caída, levantarse es una experiencia llena de promesas.
Como un chute de endorfinas y adrenalina
y serotonina, todo a la vez.





Aun cuando duele, tampoco entonces ha dejado la tierra pura.
No puedes dejarla si sabes que está ahí.
Aparece el vértigo y te entregas, pero sabes que es sólo la alucinación que toca afrontar.

Habla la leyenda de los espíritus malignos que aparecen haciendo que saques lo peor de ti, creando mal karma, sumando karma negativo a tu vida.
Pero en su caso, los espíritus aparecen para hacerle pagar sus errores, para saldar
el karma negativo.
No producen causas sino efectos.
Y ella se siente libre y agradecida, ligera.






Ni aun cuando aparece la pesadilla ella pisa los infiernos; ni aun entonces abandona la tierra pura.
Porque sabe cómo funciona la hipnosis, la magia (negra o blanca) de esa maga que lleva dentro.




Y sigue pasando
las aventuras por las que haya de pasar
en este sueño
lúcido.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cuando el karma hace aparecer el dolor.







A veces toca sufrir.
Pero a estas alturas ya conoce la salida.
Lo único que necesito es generar mucho amor,
dijo ella, entonces,
y funcionó.



Quizás sufres sólo porque es lo que madura en tu experiencia -en tu karma.
Lo sabes porque ya empiezas a sufrir antes de que ocurra ninguna causa aparente, antes de que el guión lo justifique.
Sientes la presencia  de una sombra, que se acerca -como si viniera de fuera,
cuando en realidad es una experiencia que aflora dentro, como una semilla que ha madurado su fruto.






A veces toca sufrir y ella ya sabe que lo único que necesita es generar mucho amor.
Al menos para empezar.
Ésa es la puerta.

Una vez que recuperas el amor
ya no hay dolor.
(De miedo, desconfianza, celos y envidias, hostilidades, confrontaciones, lo que sea).







En la antigüedad se decía que existe una piedra mágica que puede limpiar cualquier líquido. "Aquellos que estiman a los demás son como esa piedra, ya que con su mera presencia limpian las actitudes impuras y las reemplazan por amor y bondad".

El primer paso es amar, por eso ella vuelve siempre a las estrofas de Langri Tangpa
y el comentario de Gueshe Kelsang Gyatso en Ocho pasos hacia la felicidad.






El amor cura todas las heridas como una aceleración de los fotogramas de resultado mágico.

Y de ahí, un paso a "aceptar la derrota y ofrecer la victoria".

El amor te saca de la mirada obcecada del ego y las emociones descontroladas.
Sólo bajo la experiencia del amor puedes comprender que estabas intentando proteger
un yo que ni siquiera existe.


"Aferrarse al yo y estimarse a uno mismo son las dos caras de una misma moneda:
el autoaferramiento se aferra a un yo con existencia inherente, mientras que la estimación propia lo quiere y protege como si fuera algo muy valioso.
Esto ocurre porque estamos tan familiarizados con nuestra estimación propia que en ningún momento nos olvidamos de nuestro bienestar, ni siquiera mientras dormimos."








Desde la identificación con
el yo herido resulta muy difícil comprender que no hay herida, y que ni siquiera hay un yo.
Y mucho menos hay un agresor.

Por eso, cuando te lo crees
(cuando está en tu experiencia todo eso: la herida, el agresor, el yo)
lo mejor es abrir la puerta del amor.
para llegar a la estancia de la mirada apacible
que comprende el sueño
y disuelve las apariencias
y se libera de la hipnosis.


"Que gracias a estas prácticas del método
junto con una mente que reconoce que todos los fenómenos son ilusorios
y limpia de las manchas de la concepciones de los ocho extremos
me libere de la prisión de las apariencias
y concepciones
erróneas."

(Del "Adiestramiento de la mente
en ocho estrofas",
de Langri Tangpa)



lunes, 16 de septiembre de 2013

A veces toca sufrir. No entiendo a mi persona.









A vece toca sufrir y ella no sabe cómo ha llegado esa nube hasta aquí, ahora.
Aparece una nube y, aunque le encantan los días grises, aparece una presión en el aire que dificulta respirar.
Aparecen viejos maras y te acosan y aguantas el tipo hasta que pasen. Porque siempre pasan.
Ella los ve venir, por las señales.
En esta ocasión, apareció un dolor en el pecho.
Y ella, que solía decir "este cuerpo no funciona como me lo han contado",
pasó a pensar que este barco empezaba a hacer aguas.
Primero, el dolor físico. Luego, el miedo, como sobresaltos.
Luego le llegó el email de una buena amiga de todos los tiempos, un nombre muy familiar en su buzón, y el servidor le avisó de que "podría ser un correo basura". Misterios de internet.
Ella dijo "legítimo" y dejó la puerta abierta.
Ya era tarde cuando reconoció la carta-trampa,
o quizás no tan tarde.




A veces una dice lo que tiene que decir para sobrevivir. Saca al yo-protector y le deja que campe a sus anchas, que haga su trabajo.
De una forma contundente,
a veces hiriente.
Hiere herir a las personas que amas.
Pero has de hacer lo que tienes que hacer: cortar las cadenas del karma, soltar apegos y deseos.



En cierta ocasión soñó que su amiga le confesaba que su novio la "desestabilizaba".
Es tan ingenuo, dijo, que la gente se aprovecha de él. Especialmente las chicas, se aprovechan de él.
Y a mi me desestabilizan los celos.
Y la rabia, porque no espabila. Me enfado mucho con él. Y con el mundo.

Ella le dijo: cuídate.
Veía que había aparecido un mara en su vida con una extraordinaria capacidad de producir karma negativo a su paso: que se "aprovechen" de él, que se enfaden con él, que ataquen, que sufran.
Nada ingenuo; era su forma de control.
Su función (de él) en su vida (de ella y de los demás).
Por eso sólo aparecía en la vida de las personas que necesitaban esa función.




Ella le dijo a su amiga: cuídate; quizás no es tan indefenso,
y no le haces ningún favor dándole ese poder sobre ti.
Y luego siguió su camino.
Ella sólo podía cuidar de sí misma, así que se puso a salvo, en su propio terreno.





Luego soñó que volvían a aparecer.
Entraban con cartas trampa (el email le avisó del correo basura pero ella no hizo caso)
y mucha presión.
Al principio, se sintió contra las cuerdas, acostumbrada como estaba a "adaptarse"
y cumplir los deseos de los demás.
Pero en medio de su ansiedad vio que seguir el juego no beneficiaría a nadie, excepto para alimentar el karma negativo de tod@s l@s implicad@s.







Y así fue como se puso en pie de guerra, se reconstruyó de sus propias cenizas y cobró fuerzas
y dijo lo que tenía que decir para parar el paso a su mundo
de esa nube oscura y soporífera, tan tóxica.






Dijo: no tengo sitio para esto en mi vida
y les dejó fuera.

La amaba tanto, y la dejó fuera.

Porque hay batallas que una sabe que no está preparada para afrontar, y en ese caso
lo mejor es no ir a la guerra. No meterse en esa guerra.

Aún duele, pero quizás has empezado a comprender un poco mejor a esa persona
que llevas dentro
y sufre.

A veces toca decir palabras duras y hacer gestos contundentes y quizás dolorosos
y romper la cadena
de relaciones dependientes,
de eslabones de dolor.






Por mucho que amara a su amiga, sólo ella podía cuidarse a sí misma.
Y quizás no deseaba hacerlo,
tan familiarizada con su zona de confort llena de sufrimiento.






Al final, cada cual tiene sus propios ritmos, opciones, decisiones, posibilidades y, en definitiva,
su propio karma.

Y a veces la compasión aparece en tu vida sólo para hacerte más fuerte, sin ninguna otra función.
Sin ninguna posibilidad de rescate.
Tampoco esta vez vas a poder salvar al mundo.

A veces sólo puedes ponerte a salvo tú misma.
Y ya es mucho,
cuando lo consigues.
















Ni mía ni de Dios ni de nadie. Ni tuya siquiera.







Ella recuerda cuando hacía aquellos retiros.
Las instrucciones, la meditación en grupo. Cada sesión era un vuelo -no un vuelo libre pero en cualquier caso profundamente inspirador y significativo.
Era precioso caminar los caminos de la montaña entre sesiones.
Observaba a sus compañer@s de aventura y les veía como un ejército de bodisatvas en construcción,
formándose para llevar a cabo la misión de liberar a todos los seres sintientes.

Al volver a casa, los personajes con los que se cruzaba parecían meros objetos de compasión.
Seres sufrientes dando palos de ciego, tapados los ojos con la venda de la ignorancia.





Con el tiempo, las cosas cambiaron y ahora ve bodisatvas por todas partes.
Y las instrucciones le llegan de todas partes, la vida como un libro abierto. 
Un libro sagrado.









En el metro, una niña preadolescente bromeaba con su madre.
La hermana pequeña, en el asiento de enfrente, se quejaba de todo lo que hacía o decía su hermana mayor.
(Para, para!...)


La hermana mayor le dijo: ¿por qué no puedes reírte?
La pequeña casi se echó a llorar, con un llanto de queja: porque me duele aquí!!! -y señaló al costado.
¿Te duele ahí cuando te ríes?...
La pequeña hizo como si se enfadara aún más pero enseguida cambió del gesto hostil a la ligereza de la risa.

Miré fascinada a la niña preadolescente, porque sin duda no había pasado los años que había pasado yo estudiando el dharma. Pero sabía que con dolor o sin dolor, da igual, aún puedes reírte o hacer lo que tengas que hacer (lo que decidas hacer), da igual lo que te duela o como te encuentres.
La niña pequeña también entendió el mensaje:
Da igual que te duela o no, aún puede decidir reírte o quejarte,
porque eso no va a hacer que te duela menos, o más.

Como cuando escuchaba a aquel cantante jovencísimo:




Prefiero bailar 
con ganas aunque 
no sepa.
No se puede ser feliz cuando a tu lado lloran.
A veces toca sufrir. No entiendo a mi persona.
Los hilos del corazón mueven mi marioneta.
Hasta el más débil, obligado, se hace fuerte.
Prefiero seguir presente
allá por donde voy.




Nunca les había visto en ninguno de sus cursos y retiros, pero en algún sitio él también, como la preadolescente, había aprendido lo mismo que ella.
Así como los miles de asistentes en el público que cantaban su canción y comentaban en las redes la profundidad y lo inspirador de la letra.

Como cuando Agustín García Calvo escribía:





Libre te quiero pero no mía.
Grande te quiero, pero no mía.
Buena te quiero, como pan que no sabe su masa buena,
pero no mía.
Alta te quiero. Blanca.
Pero no mía.
Ni de Dios ni de nadie.
Ni tuya siquiera.





Y empezaban a sonar los acordes de la guitarra de Amancio Prada y la gente se alzaba y aplaudía y gritaba de éxtasis.

Dónde habían aprendido a amar así, Agustín García Calvo y Amancio Prada y todas esas personas puestas en pie?
Ella no las había visto por las clases sobre "la manera budista de amar".
Pero lo sabían. Sabían lo que deseaban en su vida, cómo deseaban amar y ser amad@s.

Y ella reconocía una vez más que el mundo estaba lleno de bodisatvas y de seres sagrados
y dónde aprendía cada cual era cosa suya.

Pero cada apariencia ante ella era una maestra preñada de significado.
Cada ser, cada situación
una fuente de inspiración.






sábado, 14 de septiembre de 2013

Los reyes magos de Oriente.







Cuando era pequeña, le hablaron de los reyes magos.
Pero ella nunca le habló a sus hijos de los reyes magos, no podía mentirles, no sabía.
Una vez, una madre de la escuela le dijo: "le estás robando la ilusión a tu hijo". Y ella pensó:
de dónde saca la idea de que la "ilusión" está sólo en los reyes magos? Por qué inventar nuevas ilusiones?
Ella veía la ilusión y el milagro en cada acontecimiento de la vida, por qué insistían en matarlos l@s demás?
Por qué había que inventar nuevas ilusiones, como si las de la vida diaria no fueran suficientemente buenas?



Entonces, en aquella vida, por aquellas fechas, ella prefería sentarse con su hijo a fabricar una colección de regalos para los demás (esa ilusión) y jugar el juego del escondite para encontrarlos, una lluvia de regalos intercambiados; prefería eso a hacerle esperar y desear, meramente, sin nada que dar. Junto a la alegría de recibir, optaba por regalarle la alegría de ofrecer.


Luego se hizo mayor, y en la práctica budista le hablaban de la Tierra Pura (que no está aquí, hay que inventarla) y de héroes y heroínas y dakas y dakinis y Budas que moran en Keajra, Tusita y en el Monte Meru.

Más reyes magos.
Era un bonito cuento; ella no dirá que no.












El problema es que la Tierra Pura inventada a menudo la separaba de la tierra cotidiana, a la que llamaban samsara.
Las apariencias que percibes aparecen para hacerte sufrir, le decían, y las llamaban "engaños" y "maras". Y a los reyes magos (con otros nombres, sánscritos o tibetanos)
les llamaban "sabiduría", "apariencias correctas", "virtuosas" y cosas así.
Así que había que negar las apariencias cotidianas ("ordinarias", las llamaban) y alejarse de ellas. Y para ayudar a los seres sintientes, había que imaginarlos, porque una acción mental era mil millones de veces más poderosa que una acción física -por ejemplo, dar de comer al hambriento.




Así que un día, en medio de un retiro de silencio, tántrico, ella explotó a reír a carcajadas.
Su maestro la miró inquisitivo.
Es que esto es una locura -dijo ella. Ahí fuera, obsesionad@s con dramas y comedias, pérdidas y ganancias, duelos y conquistas, amores y desamores, el paro, la crisis, la lotería, el monopoli, las calles y hoteles y el dinero de papel, y aquí, con el coro de diosas y el círculo de fuego, y los cementerios y los infiernos fríos y calientes y los dioses y semidioses. La misma locura, el mismo despropósito. Nirvana y samsara, la misma alucinación. Esto es para partirse el pecho.




Los cuentos que le contaban de pequeña no eran inofensivos y los cuentos que le contaban de mayor tampoco.

Todo habría sido más fácil si la Tierra Pura que imaginaba no la hubiera separado de la tierra (pura) que pisaba. Y de los seres con los que se cruzaba.
Un día se cansó de inventar amigos invisibles para empezar a ver (escuchar, abrazar y amar) a los amigos visibles.


Si no puedo amar
lo que tengo delante, cómo voy a amar lo que no puedo ver ni tocar?
Y para qué me sirve, si no me sirve para amar lo que tengo delante?
Y peor aún si los amigos imaginados me separan de lo que está apareciendo, aquí y ahora,
ante mí.



Y así fue como aprendió a amar lo que tenía delante.
Empezó a practicar con lo que tenía delante.
Puest@s a imaginar (creaciones de la mente), lo que tenía delante ya estaba bien.


Cualquier apariencia (un amigo, una enemiga, un perro, una mariposa, una cucaracha, un piojo, una hoja verde o seca, la hierba, la arena, el agua de mar...) y cualquier situación (favorable o adversa, supuestamente),
le valía.
Y si alguna vez apareciera un ser sagrado (pongamos Buda Shakyamuni, Tara o Heruka, Papá Noel o los reyes magos), sería uno más, al mismo nivel del ser sagrado que hay en la fuente, en la montaña o en la ensalada en su plato.
La misma divinidad.


La Tierra Pura se había instalado en su vida. O ella en la Tierra Pura.
De hecho, reconocía, la Tierra Pura y ella eran lo mismo.
Cada milímetro cuadrado, urbano o "natural" (como si hubiera algo no "natural"), cada milésima de segundo imaginada, la Tierra Pura.
Y ya no quería abandonarla más.
Se negaba a olvidarla, a no reconocerla.
He llegado, estoy en casa.
Y se acabó seguir inventando cuentos,
cuando habitas
el más maravilloso de todos
los cuentos.





jueves, 12 de septiembre de 2013

¿Estás estresad@?









Suficiente para combatir el estrés, estas palabras de TNH:

"Cuando exhalo el aire digo: estoy en casa.
Si no sientes que estás en casa, seguirás corriendo.
Y seguirás teniendo miedo.
Pero si sientes que ya estás en casa, no necesitarás nada más".

Pero antes dice:
"Los franceses tienen una canción llamada: Qu' est-ce qu' on attend pour être heureux?
(Qué estás esperando para ser feliz?)
Cuando inhalo y digo "he llegado", esto es todo un logro.
Ahora estoy plenamente presente, estoy vivo al cien por cien.
El momento presente se ha convertido en mi verdadero hogar".

He llegado. Estoy en casa.




En la terraza de este bar en la playa (esta vez sin café), ella se siente
en casa.
Cuando el baño en el mar, que empieza a ser frío, está en casa.
En el vientre cálido de la piscina, en casa.
Cabalgando la bicicleta -de camino a ningún lugar: ya está en casa.
En casa, sin zapatos ni ropajes convencionales, disuelta en eso que ella llama su "mandala" particular,
en casa, 
una vez que ha descubierto que su mandala (su santuario, la tierra pura)
está en todas partes,
en cada apariencia que aparece
delante de ella, en cada fotograma.



En este cuerpo, ya está en casa.
En este cuerpo que empieza a hacer aguas.
(Siempre dijo: este cuerpo no funciona como me lo han contado.
Pero ahora quizás sí, de ganas de dejarlo).
En el sistema digestivo, en los intestinos, llenos, o vacíos,
en los músculos lumbares
(que no las vértebras, no te equivoques),
en las piernas pesadas, en las células que matan y en las que curan.
Su casa.
Esta casa que ayer (hoy mismo) soñaba dejar.
Dejar la casa para entrar en casa.
Allá donde estés, tu única casa.

Cuando llegue el dolor y la muerte, en ese preciso instante,
ya estás en casa.






Una vez le contaron de un yogui que se entristecía cuando las circunstancias le eran favorables
y se alegraba ante la adversidad, porque le permitía "practicar".
Y ella se prometió a sí misma practicar (mantener la consciencia)
aun en la buena suerte.
En el camino llano con el viento a favor.
Y también cuando la cuesta arriba se hace costosamente empinada
y la cuesta abajo definitivamente vertiginosa,
entonces, recordar las palabras del yogui (la alegría de la práctica),
mantener el tipo,
soltar
y dejar que el temporal la lleve a donde la tenga que llevar.

A la hipnosis de la pesadilla, si alguna vez la pesadilla
apareciera
en su vida.



jueves, 5 de septiembre de 2013

Cuál es la función del dinero?


Otra de repasos.










Normalmente creemos que la función del dinero es comprar cosas. O ahorrar, asegurarnos el futuro.
O aparentar, qué sé yo. Cada persona puede tener su respuesta.
Yo creo que la función del dinero no es la que parece.
La función del dinero (o de cualquier objeto) es producir experiencias. O producir karma, como te guste más.
Piénsalo: es como el monopoly, crees que compras casas y calles y demás; pero cuando se acaba el juego, qué te queda? Sólo las experiencias que has generado: de ambición, avaricia, generosidad, juego, divertimento...

El dinero aparece en tu vida como todo lo demás: para que generes experiencias
- emociones, karma, llámalo como quieras.

Y eso es lo que te queda cuando la apariencia
desaparece.

Como todo lo demás.
¿Crees que la función de tu casa es acogerte, darte cobijo, protegerte del frío
y del calor?
Quizás. Pero en realidad es mucho más.
Como todo lo demás, su función es producir experiencias kármicas.







Y lo mismo con el coche,
la ropa,
la cafetera,
los libros...






Su función nunca es la que parece.
Quiero decir que, al final de todo, en última instancia, la función aparente pasa, cesa,
pero la experiencia kármica (de acuerdo a la ley de causa y efecto) queda.
Como semillas para generar nuevas experiencias
futuras.
Dependiendo de si has afianzado más tu apego, avaricia, resentimiento, sentido de segregación o conexión, ligereza, generosidad...

Yo creo que los objetos, todos (desde el dinero a las personas pasando por los sueños y proyectos) aparecen en tu vida como pruebas
para ver
qué sacas
de ti
mism@.




Al final, los objetos pasan
(etapa tras etapa, capítulo tras capítulo, como nubes en el cielo, como sueños
en el sueño)
y lo único que te queda es lo que has ido construyendo
de ti mism@,
lo que has ido haciendo
de ti.

Más cerca de la libertad o menos.

Más cerca de la grandeza
o menos.

Más cerca de estar en todas partes
y serlo todo,
o más segregado y pequeño
y triste.

Al final
todos los objetos, todas las apariencias
sólo son como pruebas (alucinaciones, pero pruebas al fin)
que dan lugar a experiencias
que son como piezas del puzle
que te van construyendo
día
tras día.