A veces, en el grupo de estudio, después de la meditación, no se lee un texto para investigar.
A veces se plantea:
¿Algo que compartir, sobre la experiencia de esta semana?
Alguien dijo:
He estado muy en contacto con mis miedos.
El temporal de lluvia y viento los activó,
se metió por las fisuras de puertas y ventanas,
las grietas no conocidas en las fachadas.
Me inundó el alma.
Ha surgido el miedo ancestral.
Puedo buscar muchas causas, argumentos, pensamientos,
justificaciones,
responsables.
Pero básicamente es el miedo.
No lo he comentado con nadie porque es muy irracional.
Entonces, esta mañana me llegó un mensaje de mi hija:
Te quiero.
Y un wsp de mi hijo:
Te quiero, mamá.
Y un amigo con los brazos llenos de regalos inesperados...
Y te sentías acogida -dice alguien.
Yo he tenido una pequeña "comprensión" repentina cuando venía hacia aquí en moto,
comparte F.
De pronto ha aparecido esa expresión: "Estoy casada con Dios".
Y por primera vez me parecía que comprendía una pequeña parte de su significado.
Estar casada con Dios significa una conexión con lo divino, eterno, universal,
el amor profundo a Dios presente.
Y se acabó ese vacío que te lleva a "necesitar", por ejemplo, una pareja en tu vida.
Un vacío que, en cualquier caso, una pareja humana nunca va a poder llenar,
no alguien o algo externo.
Estar casada con Dios significa un compromiso, una entrega,
una Presencia estable en tu vida.
Y se acabó ese espacio vacío.
Se acabó el sentimiento de soledad que te induce a imaginar carencias
y buscar personajes y situaciones fuera
que puedan cubrirlas.
Estar casada con Dios es la libertad más expansiva.
La plenitud.
¿Y el contacto físico? ¿La ternura de piel? ¿La sed de piel?
Estar casada con Dios no significa que no ames,
o juegues, o te comuniques,
con cualquier manifestación de Dios,
incluida otra persona,
a la que puedes llamar "pareja",
o no.
Simplemente, ya no es una pieza utilizada para llenar vacíos.
Si ya te has casado con Dios.
Entonces, alguien habló del abrazo que había soñado.
Habría que revisar esa tendencia al antropocentrismo.
Por ejemplo, el abrazo.
El abrazo humano puede ser de una gran calidez.
Y también el de tu perro, o tu gata.
Pero cuando hago inmersión en el mar, o en la piscina,
y me desplazo nadando en ese cuerpo de agua,
a veces siento que es el abrazo más perfecto,
adaptándose a toda tu piel,
acariciando cada poro,
por fuera y por dentro.
Y cuando sales del abrazo de mar, qué me dices del abrazo de aire?
El aire de mar, los minerales,
en tu piel,
y en los pulmones, y en las venas.
O el abrazo de bosque.
O el abrazo de la ropa que te cubre.
Este mundo está lleno de "abrazos".
Habría que investigar cuidadosamente qué busca una en el abrazo humano.
¿Quizás el privilegio de haber sido elegida?
¿De ser alguien para alguien?
¿El ego satisfecho?
¿Los miedos amordazados?
O qué buscamos en la pareja.
Las respuestas pueden ser infinitas.
Y ciertamente muy personales.
A veces, en el grupo de estudio, investigamos un texto.
Y a veces, la vida misma,
manifestada en la experiencia personal.
Ese terreno lleno de emociones, realizaciones,
miedos, dudas, comprensiones
y, de vez en cuando,
la libertad.