sábado, 14 de diciembre de 2019

El relato.









La amiga le contaba que su madre se quejaba mucho,
y se alargaba en la narrativa, descontenta, molesta, por tantas cosas que su madre hacía mal.
Cambio de tema
y un rato más tarde escuchaba sobre las quejas de la cuidadora de su madre,
su forma de ser, no le gustaba nada.
Luego le tocó el turno a la hija de su amiga, que se quejaba mucho de la madre.
Y luego al tío, que cada vez se parecía más a su hermana (la madre de la amiga), y se quejaba por todo.
Esta vez sí, la interrumpió:
Y por qué lo haces tú, si te molesta tanto que las personas se quejen?
La amiga se calló un instante. Y luego le dio la vuelta a la pregunta.
Me molesta porque yo lo hago. Me molesta mucho hacerlo tanto.

No hay nada como escucharse a una misma.






El amigo le contaba que aquellos fuertes dolores de ciática que se habían instalado en las últimas semanas en realidad eran una molestia refleja de su problema abdominal y su dificultad para vaciar los intestinos. Ahora estaba entrando en contacto con el origen emocional y con el recuerdo de que su madre se enfadaba cuando él se ensuciaba, donde ha ubicado el origen de su estreñimiento.
Estaba entusiasmado y muy esperanzado en el proceso de sanación que estaba atravesando.
Y un día quizás se cambiará el relato y el círculo se cerrará -comentó ella, como si pensara en voz alta.
El amigo se enfadó mucho, sintiendo cuestionada la realidad de su vida, y ella entendió que había sido inoportuna.







Lucía siempre había presumido de ser una mujer independiente que se había hecho a sí misma.
Cuando murió su padre ella aún no tenía los 10 años.
Abrumada por las pérdidas sucesivas y la dureza de la vida, la madre entró en una depresión.
Ella siempre había sentido que en aquel momento se quedó huérfana de padre y madre y tuvo que remontar el vuelo sola.
Hasta aquel día, varias décadas después, que encontró la imagen de su madre, viejita y débil, llorando, cansada, a la puerta de una tienda donde se había quedado esperando mientras su familia había entrado a comprar algo.
Vio a su madre cansada y abandonada
y el relato de su propia vida cambió automática y radicalmente.
De repente vio la carga de sufrimiento de la madre, la dureza, la tristeza, el abandono, que había arrastrado desde hacía tanto tiempo.
En realidad, la madre siempre había estado a su lado, aun sin compartir las rompedoras decisiones de la hija en la adolescencia, la juventud y la vida adulta.
Ella sí que había sido abandonada.
Y la historia de su vida cambió.
Todo su pasado cambió.






El presente y el futuro se pueden transformar, eso poca gente lo pone en duda.
¿Pero el pasado?
El pasado también.
Sólo hace falta abrir el gran angular.
Salir de la visión egocéntrica.
Ver un poco más.
Y el pasado se transforma.

Escuchar nuestra propia voz,
que nos da tantas pistas de quiénes somos y dónde estamos (no tanto sobre los demás).
Y ver a los demás seres en profundidad.

Y mientras tanto, hasta que podamos hacerlo sin esfuerzo, desde el corazón,
"Sé amable con quien quiera que te cruces
porque está librando una gran batalla".
(Platón)






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