martes, 26 de marzo de 2019

A solas con la amada.






A solas con la amada.

Escuchó esa canción,
de cuerdas y percusiones.
La voz de la intérprete hablaba de perseguir la soledad,
donde poder encontrarse en intimidad con el amado.
Le recordó a la hermana Estrella,
cuando le contó que se había hecho monja de clausura porque es muy parlanchina
y quería tener tiempo y espacio para hablar con Dios
todo el día, todos los días.

El poema de Ramon Llull cantaba el profundo gozo de la intimidad con el amado,
tan difícil de experimentar entre la gente.
Pero el amado, la Vida
amada,
también está entre la gente.
No hay ni un solo instante, ni una sola situación,
en la que la amada no esté presente.

Silencio.
La amada en el silencio.
En la danza de las hojas y sus delgadas ramas,
impulsadas por el viento.
En la partida del hombre que se reconocía eterno.
Como una marioneta sin hilos que la sostengan,
su cuerpo mustio.
También ahí la amada.
En el amor que sustenta a quienes le amaban
y aún le aman.
En este dolor en el vientre inflamado,
el abrazo de la amada.

No hay ni un solo milímetro cúbico del espacio donde no resida la amada.

Cómo no verla!
Cómo no entregarse al gozo del encuentro!





Desirà l' amic soliditat,
e anà estar tot sol
per ço que hagués companyia de son amat,
ab lo qual està tot sol enfre les gents.

(Del Llibre d' Amic e Amat.
Ramon Llull)



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