miércoles, 6 de marzo de 2013

Silencio.









Silencio.



Querida amiga:
me preguntas cómo estoy y no sé qué decir,
de gastado que resulta decir "bien".
Gastado y vacío.
Qué información das cuando dices "bien"?
                 Ninguna.

Me escribes y dices:
"Entro a tu blog pero veo que no hay novedades
de ésas que tanto reconfortan a tus amig@s".

















Silencio.

Cuando parece
que están pasando
tantas cosas.


Querida amiga,
podría hacerte la crónica de un sinfín de novedades, como si tocara un aluvión de acontecimientos atropellados.
Pero no tienen ninguna importancia.
Sin fuerza para irrumpir en la calma y romper el silencio.

Retomo el cómic que me regaló mi hijo años atrás. El caminante (de Jiro Taniguchi).
Sin apenas más palabras que los títulos:
Observar a los pájaros; llueve; nadar por la noche;
trepando por el árbol; el camino largo; remontar el río...
Una página tras otra de viñetas para la contemplación del caminante,
la contemplación de la contemplación del caminante.
Viñetas sin palabras, apenas alguna pincelada de onomatopeyas, los sonidos del silencio:
Guau guau - tap tap tap - ah - ssshh
fsss fsss - brrr brr - plic plic - fsssh - chof chof chof
Clonc! ...





Silencio.


A veces toca el silencio.
Contemplar sin juicio.
Acoger lo que aparece y despedir a lo que parece que se va. Con la misma
imperturbabilidad.

La amiga la miró y le dijo:
como Epícteto, eres como la alegoría
de la imperturbabilidad.
No exageremos, respondió ella, con la misma sonrisa de casi siempre.

Tú no lo decides.
No es una decisión personal, pero a veces
parece que se impone el silencio y te limitas
a fluir.

Y no se está tan mal.


No se está
nada
mal.


































No hay comentarios:

Publicar un comentario