jueves, 7 de febrero de 2013

Que mi vida sea como una oración.













Al principio, le molestaban las oraciones.
Le resultaban unas "preparaciones" para la meditación demasiado largas. Así que, al principio, las atravesaba como un hilo musical de fondo que la ayudaba a relajarse, a soltar distracciones. Luego se enteró que a eso le llamaban "bendiciones" (la influencia que apacigua y transforma).
Entonces su maestro le explicó que las oraciones son un "ritual transformador".
Como casarse, que entras en el ritual siendo una persona soltera y sales siendo una persona casada.
Como una ceremonia de graduación, en la que entras siendo una estudiante universitaria y sales siendo una médica o abogada o lo que sea.










Últimamente sus despertares eran largos, muy largos. No había prisa para salir de la cama.

Salía del yoga del dormir y se adentraba en el yoga del despertar sin prisa.
Intentaba introducir en ese estado la primera meditación de la mañana, cuando la mente es más sutil.
Meditar en el amor, en el desfile de apariencias que transcurriría a lo largo del día, personas y situaciones. Contemplarlas con amor, abrirse a ellas con amor.
Abrir el grifo del amor como una fuente abundante.
Meditar en el amor y en la vacuidad. Y en la muerte.
Se veía morir, como aquella amiga de Ch, que se iba y le dijo:
"Cómo me arrepiento de no haber realizado la vacuidad!"
(Le resultaba tan difícil, dolía tanto...)




Así que ella meditaba en la muerte como meditaba en su entrada en este mundo, como una apariencia más, y se iba contenta y sonreía y decía: Cómo me alegro de haber aprovechado mi tiempo y realizado la vacuidad!




Aún tendida en la cama, en duermevela, meditaba en el amor, en la muerte y en la vacuidad.
Luego se incorporaba en la penumbra de las persianas bajadas, se acomodaba entre los cojines, sentada sobre el mismo futón, y meditaba en el amor, en la vacuidad y en la muerte.
Y, antes de levantarse, siempre tomaba una determinación para el día que tenía por delante.
Esta vez decidió: que mi vida sea como una oración, como una ofrenda; que cada cosa que haga a lo largo del día de hoy sea como un ritual transformador.
Lo que haga,
lo que diga
y lo que piense.
























Y se levantó a prepararse el desayuno,
como una ofrenda
a su yídam
en su corazón.
Como una ofrenda al ser ocupado en esta experiencia
humana.
Como una ofrenda a ésta
y a todas las demás apariencias
que aparecerían
a lo largo del día
y de la noche.






Y se adentró en la proyección
de la vigilia.
















2 comentarios:

  1. Preciosas, claras y significativas palabras El guru ya no me lo puede decir más claro; me aparece este blog en internet y leo esto. Ya sólo le falta ponerme un letrero gigante diciéndome:
    ¿pero a qué esperas, tía? ¡¡espablila!!
    Muchas gracias, feliz día

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  2. Espabila!! Y disfruta del viaje.
    Un abrazo muy fuerte y suerte.

    Feliz día.

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