jueves, 2 de mayo de 2013

Otra gompa, otra oración.












Las 6 y media
y los pájaros silban
al sol
anunciando
que el crepúsculo
se acerca.

Los pájaros no saben
que anticipan la llegada del crepúsculo,
simplemente celebran sin saber que celebran,
o qué.

Los que planean callan, y planean;
los que contemplan, contemplan,
y los que cantan, parados sobre los tejados, sólo cantan.

Y el perro que siempre llora se tumba al sol
y a veces llora, como un bostezo.

El perro que siempre llora llora
porque es lo que ha aprendido a hacer
y a contar.

La sierra eléctrica se hermana con el lamento
del perro.

Nunca falta una obra en la ciudad
construyendo nuevos espacios
o deconstruyendo los viejos.

La ciudad, siempre en construcción
y deconstrucción.

En cada derribo, algo nuevo aparece.

Donde antes había algo luego surge
su propio espacio
vacío.

El caminante tose
las alergias de la primavera.

La sierra eléctrica, el lamento del perro
y las voces de l@s niñ@s, de paso, a la salida de la escuela,
orquestan los sonidos del atardecer,
antes del crepúsculo.

El vientre hinchado le cuenta que hoy perdió el control,
como una ligera tempestad azotando ese organismo.


Y ella también para,
acalla los vientos de su respiración
y paulatinamente vuelve la calma a esta ciudad que llama cuerpo.











Tonos de gris azulado y blanco y celeste;
sobre el horizonte empieza a aparecer la hora violeta.
Hoy promete desplegarse otro crepúsculo mágico.

Hoy promete desplegarse otro crepúsculo mágico en su mandala personal
a la hora en que sus compañer@s se reúnen en la clase del dharma.

Los ladridos de los perros, el piar de los pájaros, el juego de l@s niñ@s en la calle
-ésta es la sadhana que aquí se escucha, la oración de la vida
a la Vida.

A un lado, la gompa cerrada, la luz artificial, las oraciones cantadas y el sermón;
al otro, los sonidos del silencio a la hora violeta
y los colores del crepúsculo abierto,
la montaña humilde bajo el cielo infinito.
A otro lado (siempre hay algo más que lo aparentemente dual),
la quietud en su santuario particular, como un mirador
al samsara
y al nirvana.

Ella también estudiaba Tesoro de Contemplación
cuando el crepúsculo estalló en su mandala.
Y dejó que la devorara.
Y ya no quedó nadie para estudiar
ni para contemplar
ni para meditar.

Ni para escribir

para contarlo.

























Para J., que celebra las entradas de reflexiones budistas
pero que "no puede" con estas gotas
de experiencia
o presencia
en verso libre. 
                           :)


2 comentarios:

  1. Celebrar es un regalo! Re-vivir lo hermoso un privilegio ...así lo he sentido....
    Como un sueño....como un sueño que lleva el aire.Un aroma incognoscible que otorga la fantasía de un momento; sin tiempo.... que no pertenece a nadie y sin embargo ha sucedido. Gracias Hemano viento , caballo impetuoso ,por rozar mi Mente con la dávida reminescente de un instante todavía presente.

    J.

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  2. Jajajjajja!!

    J...ito, a ti te cuesta escribir pero cuando te pones, te explayas.
    Me encanta.

    Un abrazo fuerte fuerte, hermano.

    Y gracias por atreverte a "comentar". :)

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