Una carrera de nubes
al atardecer
sobre la montaña del Tibidabo.
Las nubes, como una bandada de pájaros
migratorios.
Limpio y brillante el suelo del balcón
después de la lluvia, a la hora violeta.
Nubes como dibujos
animados
pasan de largo sobre el templo.
Hasta los niños se callan y paran sus juegos.
Es la hora en que la iglesia se enciende.
La iluminación del templo sobre la montaña,
como una luna llena, cada noche,
todas las noches del año.
Hasta la montaña de nubes ha detenido su carrera
esperando
el instante en que el templo se viste su traje de luces.
A este lado, el silencio suena a degustación de espagueti
y crujiente pan tostado
y el motor del ordenador encendido.
A este lado, el silencio sabe a albahaca y aceitunas negras
y vino de Gandesa.
Aparecen ojos como luciérnagas en los caminos de la montaña
anunciando
la inminente puesta de largo del templo.
Como una minusválida sentada al otro lado de la ventana, espía
el instante en que el templo se ilumina.
La ladera se baña en rosa bajo las nubes grises.
Los pájaros han callado, los niños,
los negocios y los ocios,
con el alma en vilo,
y de repente
su cuerpo
se enciende.
Ya ha sucedido.
En medio del silencio, sucede.
Nadie lo advierte.
Ningún aplauso,
ningún orgasmo.
Silencio.
Pero ya está aquí.
Ha nacido la noche.
¿Es una metáfora de la iluminación?
ResponderEliminarJajajajaajajaja!...
ResponderEliminarNo era mi (primera) intención.
Pero, ahora que lo dices, creo que sí. También.
:)
marié que hermoso, gracias por estar presente en gran parte de mi recorrido, tus palabras e intención me han acompañado
ResponderEliminarGracias _/\_
Gracias por estar ahí, también, en mi recorrido.
ResponderEliminarabrazo fuerte.