domingo, 9 de octubre de 2016

La contemplación.






Silencio.
Salió el sol tímidamente
y por un momento baña las plantas aromáticas en el balcón.
Y el aire suave las sacude.
Silencio de otoño.
De domingo de otoño.
De mediodía de otoño.
La amiga le recordaba que algún día ella había dicho que "las relaciones de pareja tienen el propósito de conocernos a nosotras mismas".
Y también las relaciones con las hijas e hijos, pensó ella, con las amigas y amigos, en el trabajo...
Cada vínculo, un espejo.
Un flanco de acción en esta contienda, en este encuentro.
En este misterio por desentrañar.
Decidió mirar mejor, escuchar(se) mejor.
Contemplar mejor la película de su vida.






No debería ser tan difícil, cuando el escenario donde te mueves es como un gran mirador.

Cada rincón de la casa una gompa, un santuario de meditación.
La cocina, donde crear ofrendas.
La mesa del comedor para el ágape, ese ritual de fusión.
El futón donde las puestas de sol evocadoras, como un trailer de la impermanencia.
El cuarto de nadie, de la sombra de las tardes veraniegas, la lectura y la siesta en duermevela, esa entrega a la meditación en la mente sutil.
El terrado para el baño de aire fresco bajo un techo de luces de colores tras los nubarrones grises.
En cada estancia, un santuario.
A cada paso, una nueva oportunidad, la misma y diferente.

Ya estaba de retiro, dentro de sí misma.
Fuera de sí misma.
Sin sí misma.
Podía ir a Plum Village, a Corella, a Panillo; al monasterio de Sigena o al de Barbastro; a Benarés, a Bodhgaya o al Pico del Buitre.
Pero ya estaba ahí mismo.





2 comentarios:

  1. Hola, no sé si has leído "Las diosas de cada mujer". Cuando leí el capítulo de Hestia me acordé de ti.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Sí, Sonia, lo he leído. :)
    Volveré a repasar el capítulo de Hestia.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar