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Un año más.
En el KMC de Barcelona entran en el nuevo año celebrando
las 24 horas de Tara, integrando,
después de una cena muy especial,
una meditación muy especial con un ritual muy especial para que
el año nuevo signifique un nuevo yo.
Año nuevo, nuevo yo.
(Yo me lo perderé. En cuerpo, aunque de alguna manera en mente estaré también allí, donde estará gran parte de mi familia más significativa).
Para mucha gente, el año nuevo, como la noche buena, como el día
de la madre, o del padre, como el 8 de marzo y todas las demás celebraciones, no son más que un día cualquiera.
Por qué no dar a luz un nuevo yo cada día del año? ¿O agradecer a la madre, o al padre, etc. etc.?
Sencillamente, porque no lo hacemos. Y si lo haces (si celebras, si aprecias, si luchas por la igualdad, la justicia y la felicidad) cada día de tu vida, te felicito
y me postro ante ti, como diría un buen amigo mío.
Y si no es así, no está de más que, al menos, un día al año
te lo recuerde.
Los ritos (especialmente los ritos de paso) han tenido su función en todas las culturas de todos los tiempos. Y por algo será.
Propósitos de año nuevo.

Muchas personas comienzan el año nuevo con un saco lleno de buenos propósitos, pequeñas o grandes cosas que mejorar. La más grande de todas es ser una nueva persona.
De todas formas lo somos,
cada día, cada segundo nace una nueva persona, aun sin percibirlo.
(La prueba está en que ya no existe el bebé que fuiste, la niña o el niño, la adolescente...
Cuándo ocurrió ese cambio, para pasar a ser la persona que eres hoy?
Si buscas un instante concreto no lo encontrarás, porque han sido todos los instantes de tu vida los que han cesado para dar lugar a uno nuevo. Lo que ocurre es que nos repetimos tanto que apenas resulta perceptible.
Hasta que pasa a ser perceptible).
Pero cómo puedo ser una nueva persona? Qué nueva persona?
Cómo?
Bajar de esta
montaña.

Para nacer, hay que morir.
Para darse una nueva oportunidad, hay que soltar lo viejo.
A menudo hay que quemar las naves, para no volver
-a lo viejo.
Para sanar, hay que curarse.
Para sanar las viejas heridas, hay que perdonar.
Por qué no probamos a empezar el nuevo año perdonando?
Perdonándolo todo (como si aún creyéramos en la alucinación de que hay algo que perdonar).
Por qué no comprendemos (las heridas que arrastraban, que aún arrastran)
a todas las personas que creemos que nos hicieron daño?
Por qué no dejamos por un instante de mirar nuestro ombligo para mirar a nuestro alrededor y contemplar lo que nos rodea,
las personas que nos rodean, que no son "otras", "ellos" o "ellas",
sino otros "yo"?
Por qué no bajamos por un instante de esta montaña que llamamos "yo"
para subir a aquella montaña (que llamamos "tú", o "él" o "ella"),
y vemos cómo aquella montaña pasa a ser esta montaña?
Y era tan fácil.
Siempre lo había sido.
Sólo había que bajar de este yo y subir al otro
yo.
Algún día comprenderemos que este "yo" que consideramos tan importante no es más que una mera designación.
Y si designo "yo" en lo que hasta ahora he designado como "tú" o "ella",
si empiezo a sentir que tú y yo somos la misma cosa,
todo va a empezar a ir sobre ruedas.
Quizás es demasiado pedir.
OK. Entonces, podemos empezar, meramente,
perdonando.
Abriendo los ojos, dejando espacio para ver a los demás,
en especial a aquéllos que nos hicieron tanto daño (!!!);
verles como los seres frágiles que son, vulnerables
(al fin y al cabo, humanos, como tú y como yo),
heridos y con pocos recursos
para sanar sus propias heridas,
dando palos de ciego
(como tú y como yo).
¿No te parece que, más que resentimiento, merecen empatía
y que alguien les tienda una mano amiga?
Por ejemplo, la tuya.
La mía, por ejemplo.
Empieza el año perdonando (si tienes algo que perdonar)
y verás cómo se sanan todas tus heridas
y en la experiencia de alivio te haces grande.
Es tu nuevo yo.
http://reflexionesdeunaestudiantebudista.blogspot.com/2010/12/propositos-de-ano-nuevo.html

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