lunes, 9 de febrero de 2009

Tu auténtico problema es siempre interno.





Desde el punto de vista del budismo, existen dos tipos de problemas: los externos y los internos. Los externos son ese tipo de cosas como que se te estropea el coche, te quedas sin trabajo, tu hija suspende el curso o la lluvia deja filtraciones y goteras en el techo de tu casa. Tienes que ponerte en acción y resolverlo. Los problemas internos son tus reacciones emocionales, cómo lo vives: enfado, celos, tristeza, ansiedad, estrés, etc. También tienes que ponerte en acción y resolverlo, aunque generalmente no lo hacemos porque identificamos nuestro problema con lo que pasa fuera, y creemos que resolviéndolo se acabará nuestro malestar. Pero no es así.
Desde el punto de vista budista, nuestro auténtico problema es el interno: las sensaciones desagradables, nuestro malestar. Así que tendríamos que centrarnos prioritariamente en identificar lo que sentimos y por qué, e intentar resolverlo.




¿Cómo sé yo que es cierto que mi auténtico problema es interno y no externo?

Porque por muchos problemas externos que resuelva, no me proporcionan el bienestar, la paz, la felicidad que persigo. Si acaso, el alivio de la dificultad resuelta, pero dura poco porque los “conflictos” se suceden irremediablemente. Es más, cuando se trata de alcanzar grandes conquistas (no tengo dinero y me toca la lotería o consigo el trabajo que siempre he deseado; quiero una pareja y la consigo), tampoco me garantiza la felicidad sino más bien cambiar unos problemas por otros: los problemas de tener pareja sustituyen a los problemas de no tener pareja, y así sucesivamente. En medio de tu mayor logro (la lotería, el trabajo o la pareja ideal), tu alegría o bienestar saltará por los aires en un instante si te enfadas, eres celosa, egocéntrico o de tendencia a la ansiedad y el estrés y, no por casualidad, ese problema interno será el que se repetirá insistentemente en cualquier situación y por mucho que la situación cambie.
Por lo tanto, más nos vale centrarnos en resolver el problema interno, nuestro auténtico problema.


Depende sólo de una mente feliz.


Ante cualquier dificultad, harías bien en identificar tu problema interno (el enfado, el odio, la necesidad de control y de que las cosas sean como quieres que sean, el apego, el egocentrismo, el que sea que está saboteando tu bienestar y tu vida) y dedicarte preferentemente a resolver este problema. Te darás cuenta de que los problemas externos cambian pero el problema interno tiende a ser el mismo, cada vez más enraizado; como si los problemas externos sólo fueran simples situaciones que ponen en evidencia tu auténtico problema, interno. Conforme vayas reduciéndolo, verás como tus problemas externos se van reduciendo también, al menos de tres maneras:
- En intensidad. Te duele menos. Ya lo reconoces y sabes que es lo mismo de siempre (es tu egocentrismo o tu necesidad de control, de que las cosas sean como deseas, lo que te hace sufrir). Duele menos.
- En duración. Dura menos.
- En cantidad. Menos problemas. Muchas situaciones que antes te parecían problemáticas ahora las afrontas de una forma más tranquila y relajada. Estás en terreno conocido.

Con la práctica, conforme vas resolviendo tus problemas internos, verás que se instala dentro de ti una tranquilidad y una paz interior que hace que afrontes cualquier “contratiempo” como lo que es: situaciones de la vida cotidiana, episodios de la aventura de vivir.

Identificar tus problemas internos y resolverlos será el único camino que te conducirá al bienestar, la paz y la felicidad que persigues.

7 comentarios:

  1. Quizás lo difícil, a veces, es identificar el problema interno, ¿no?

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  2. Eso es así cuando estamos todo el tiempo fuera, con los sentidos puestos en las cosas que pasan fuera, y muy poco en contacto con los propios sentimientos y emociones.
    Pero si rascas un poco, al final, casi todo es cuestión del empeño que tenemos en que las cosas (y las personas) sean como queremos que sean, y si no nos enfadamos o nos decepcionamos (nos "fallan"). O sea, básicamente, el egocentrismo.
    Como dice Rabjor, la importancia personal. Le damos más importancia y crédito a un@ mism@ que a las 6.500 millones de personas restantes (no hablemos del resto de seres del planeta).
    Yo creo que conforme vamos reduciendo nuestro egocentrismo la vida se va haciendo más ligera, satisfactoria y feliz.
    Y empezamos a abrirle la puerta al amor.

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  3. Y aquí empezaría capítulo aparte.
    Abrirle la puerta al amor (la compasión universal budista) significa que el resto de tu vida experimenta un enorme salto de calidad.
    Cambiar el objeto de estimación, en términos budistas.
    Por una parte, el peso de tu ego problemático (creador permanente de problemas) se aligera, y por otro, cada ser con el que te cruzas proyecta tu amor y tus mejores deseos. Y tu mente/corazón es como una batería que se va cargando permanentemente de energía positiva, alegría y buenos sentimientos.
    Y ya estás en la autopista del Gran Gozo (y la Vacuidad) de la que hablan tod@s l@s mític@s.
    Y que lluevan los problemas.
    Cada dificultad en tu camino no significa más que una nueva oportunidad de práctica en la que te aventuras con alegría.

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  4. Algo así como que entras en un camino espiritual (como en una psicoterapia) para que te ayude a vivir mejor tu vida y acabas abordando tu vida como una mera práctica del camino espiritual.
    Algo así, ¿no?

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  5. Cada dificultad de la vida cotidiana, un test que pone a prueba tu estabilidad mental. La evaluación que te dice hasta qué punto estás asumiendo esa sabiduría, hasta qué punto estás ampliando tus cotas de libertad/liberación y de independencia de las anécdotas de la vida. Ese poder. Esa riqueza.

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  6. Gracias, Marié, gracias. Esto es lo que necesito que me recuerden continuamente. Lo leeré hasta que lo memorice. =)

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  7. Emi, yo creo que tú sabes mucho de amor y de poesía y de buen rollo.

    Pero a veces nos despistamos, es cierto, y es bueno recordar.
    Como "la práctica de tomar" que hicimos con Lochani el jueves pasado. Poderosa meditación. La alquimia de la transformación.
    Puede convertir la angustia, la impotencia de la pesadilla en la fortaleza de la alegría, la alegría de la fortaleza.
    Poderosa, intensa y gozosa meditación, cuando la aplicas a tu vida cotidiana.

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