La copa de cerveza, suave, al sol suave. Disfrute de presencia.
La ropa del baño en el mar, tendida en las cuerdas y bailando al viento.
Las tórtolas en pareja sobrevolando el terrado, el planear de una gaviota.
A veces la vida te da algo más que un respiro de dolor,
te ofrece una celebración, de la vida.
La evocación de un viaje, el viento fresco que te empuja al interior cálido y confortable de un restaurante, la sutil inspiración del néctar surgido de la tierra.
La cebada, la vid, los olivos.
Suele llevarse a casa un trozo del paisaje en forma de vino, aceite, olivas, miel
o lo que su vientre ofrezca.
A veces la vida se deshace en ofrendas.
Una voz le recuerda la renuncia.
No hay contradicción.
"Lo miro, lo quiero, lo dejo ir", decía Thay Doji.
El deseo no es malo en sí, si no te haces su esclava.
El deseo, las preferencias, son oportunidades para encender la mecha del amor,
y si puede ser que estalle. Oportunidades para la explosión.
Las aversiones son oportunidades para cambiar la mirada,
para el abrazo, la reconciliación, el despertar.
Todo lo que aparece tiene su función.
El sol en la piel, el aire, el calor que carga la batería de tu fuerza interior, la fuerza vital.
Aquí estoy, mañana quién sabe.
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