lunes, 6 de mayo de 2019

La rana en el fondo del pozo.







Silencio de tarde de primavera.
Quietud doméstica.
Se queda en casa a contemplar el magnífico espectáculo de cielo claro y nubes de colores.
Y el viento suave en los toldos recogidos en los balcones
y en la ropa tendida en los terrados.
Las gaviotas vuelan y cantan al despedir el día,
como al recibirlo.
Quietud y silencio.

Recuerda el cuento de la rana en el fondo del pozo, de su libro de cheng yu (refranes chinos).
A veces se pregunta si es ella la inconsciente rana feliz en su limitado agujero
mientras la tortuga camina al océano infinito.
O tiene el infinito tan al alcance de los dedos que no necesita salir a buscarlo.
Da igual.
La vida sabe cuándo empujar y cuándo acunar.






El cielo ha desplegado una gama de colores pastel, envolvente.
Escrupulosamente nítida la silueta de la montaña del Tibidabo,
perfilada bajo un cielo claro de nubes rosas y grises.
Gira la noria de colores
y la iglesia comienza a iluminarse como una antorcha
que va prendiéndose, intensificándose.

Las gaviotas vuelan libres en un espacio de luces embriagadoras.
Más arriba, en el cielo azul, un avión deja su estela blanca.
Los atardeceres se despliegan cada vez más largos.
Lentos, sin prisa.






No hay comentarios:

Publicar un comentario