miércoles, 4 de octubre de 2017

Interser.





Las 12.
En las antípodas, su amiga duerme;
abducida por otra hipnosis, sueña otro sueño kármico.
El sueño que no cesa.

Samsara, como una rueda que gira y gira sin parar. Día y noche.


Aquí, el cielo cubierto y luminoso.
Por muy tapado, no oculta la luz.
Silencio.
A veces, una ráfaga de aire suave hace temblar las puertas.
Y el tintineo de unas gotas de lluvia sobre el techo de cristal de la galería.
Y el tictac del reloj de pared.
Y el sutil crujir de la mesa de madrera, al escribir en el cuaderno.





Los acontecimientos de los últimos días aparecieron como un oleaje que la conseguía arrastrar, a ratos.
Un cielo cubierto de nubes,
la cabeza llena de ruidos,
y el corazón.

Por suerte, contaba con ese viaje cuántico, mágico, inmediato,
al centro de su isla de paz,
donde la libertad impera,
sin corona.





Nada puede arrebatarte tu "práctica", si aún sientes que necesitas la práctica.
Todo lo que aparece en tu vida es tu práctica.
Pero en la práctica siempre hay dos caras -dijo la monja-,
o al menos, eso es lo que parece:
la histórica
y la absoluta.

En la práctica histórica (o relativa)
se trata de proteger el amor y la alegría, la compasión, la conexión,
en este guión kármico cotidiano.
Lo que te lleva inevitablemente a la práctica absoluta,
cuando "ser"
(la vida, la vivencia, la experiencia de la vida)
no es otra cosa que "interser".
Y se estabiliza.

Y en la vivencia de interser, qué alivio la ligereza de soltar,
uno a uno, como globos, los deseos,
las expectativas,
miedos
y demás fantasmas, tan agotadores.

Qué alivio, rendirse al sueño sin sueños!
Qué silencio!
Qué paz!
Qué limpio y fresco, el aire que respira,
el corazón mismo de la realización
de
interser.






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