miércoles, 6 de agosto de 2014

De vacaciones.






Él se quejaba de que este verano no hacía vacaciones.
Entonces levantó la mirada y vio a un grupo de turistas en bicicleta que miraban el mar y escuchaban las explicaciones de la guía sobre la historia del puerto de Barcelona.
La terraza del Youth Hostel a la hora del desayuno.
Las extranjeras que han abierto el nuevo supermercado y los que reparan el alcantarillado después de la tormenta;
l@s que trabajan en la ciudad y l@s que la visitan, procedentes de las diversas partes del planeta.
Sintió su fascinación, su curiosidad, la experiencia de los paisajes nuevos, los olores, los colores, la temperatura en la piel, los sabores nuevos.
El privilegio del tiempo libre y el privilegio del trabajo y la integración en el nuevo mundo.
La oportunidad. Cada instante nace una nueva oportunidad.
La alegría de vivir.
Y así fue como vio esa plaza (la plaza del desayuno de cada mañana) por primera vez
y por primera vez olió ese mar y sintió esa temperatura en su piel.
Y degustó el cruasán de almendras por primera vez
y escuchó los sonidos nuevos de ese lugar y ese instante, nuevos.
Como un turista más.
Como una práctica de transmisión de conciencia.




De hecho, era así.
El agua donde se abría paso su cuerpo era nueva. No era la de ayer.
Y su propio cuerpo era nuevo. Y su mente.
No eran las mismas células ni los mismos pensamientos que ayer.
Todas las condiciones nuevas, todos los resultados.
Por qué aferrarse a la misma experiencia de lo "déjà vu"?

Así que, ya que estaba donde estaba, decidió retomar la apertura del viajero, la receptividad,
la mente del principiante.





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