jueves, 6 de septiembre de 2012

Te presento a mi nuevo "yo".










¿No te has preguntado nunca por esa insistencia en designar "yo" en ese cuerpo, en esa apariencia que has elegido entre todas las apariencias?
Por qué has elegido ésta y no otra?
Desde luego, no es la mejor
-al menos en lo que respecta a mi propia elección personal.

Como si en la proyección/contemplación de la película,
optaras por identificarte con un personaje y tuvieras la capacidad de convertirlo en el protagonista.
Todos los demás personajes pasan a girar en torno a él.
Todos y cada uno de ellos son lo que son (más importantes o menos) en base a la función que realizan en la vida del protagonista principal -ése en el que has designado "yo".

Y yo me pregunto:
por qué he elegido designar "yo" en este personaje?
Desde luego, no es el mejor.
Ni este cuerpo ni esta mente;
ni sus apegos y aversiones son las mejores
o poseen algún sentido,
sino que nacen de un "yo" herido, mutilado, defectuoso.
Por qué he elegido designar "yo" en este yo
y no en otro?



























Caprichos del karma, dicen.
Bueno, no le llaman "capricho" pero, en realidad,
¿te has preguntado por qué te madura en un momento dado los efectos de un karma
y no otro,
y tu propia experiencia,
sin elección,
a merced de los azarosos vientos del karma?


Hasta que un día te preguntas:
por qué he elegido designar "yo" en este personaje,
preocuparme con sus obsesiones,
agotarme en sus apegos,
sufrir por sus aversiones,
permitir que me duelan sus dolores
físicos y emocionales,
que me secuestren sus compromisos y responsabilidades,
tan segregados y poco ecuánimes?
Por qué tomo partido de esta manera,
al designar "yo" en este cuerpo
y esta mente?
Por qué he elegido vivir con él
y morir con él?
Por qué he elegido morir?
Por qué éste y no otro?
Desde luego, no es el mejor...

Y entiendo el tantra,
lo sutilmente que el tantra entiende esta mente humana:
si tienes que designar "yo" en algo,
en esta experiencia humana,
al menos como primer paso,
como paso intermedio, como puente a la liberación
última,
que ese algo/"yo" sea perfecto,
libre,
sin apegos ni aversiones.





















Mi nuevo "yo".

Si aún tengo que designar "yo" en algo, hoy, en esta experiencia humana,
por qué no hacerlo en algo o alguien
perfecto,
libre,
sin apegos ni aversiones?




Si aún no sé vivir la experiencia de serlo todo
y no ser nada,
por qué no designar "yo" en el personaje libre,
abundante, sin necesidades ni carencias,
maternalmente/paternalmente protector,
amoroso, generoso,
libre.
Inmortal.

Quién dice que no puedo ser esa
apariencia
en esta experiencia
humana?

Yo sé que puedo.
Y tú también
lo eres.
























2 comentarios:

  1. No es tan fácil desengancharse de ser quien eres. En especial de las experiencias del cuerpo. Que no te duela, que no te canse. Es muy difícil y yo no sé si de verdad es posible.

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  2. Es difícil, tal como son las cosas ahora. Con una mente de identificación absoluta con el cuerpo -lo que en budismo se llama "aferramiento propio".
    Y con esta mente, no lo sabemos, si es posible o no.
    Lo que sí sabemos es que cuanto menos me obsesiono (cuanta menos atención pongo en el cuerpo), menos me duele. Y lo mismo con los temas emocionales.
    Cuando me distraigo o me duermo, no me duele.
    Cuanta menos importancia le doy, menos me duele -ya sea el cuerpo o cualquier tema emocional.
    Si eso funciona, yo probaría a seguir por ese camino de desenganche, de desidentificación.
    Y a ver qué pasa.

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