¿No te has preguntado nunca por esa insistencia en designar "yo" en ese cuerpo, en esa apariencia que has elegido entre todas las apariencias?
Por qué has elegido ésta y no otra?
Desde luego, no es la mejor
-al menos en lo que respecta a mi propia elección personal.
Como si en la proyección/contemplación de la película,
optaras por identificarte con un personaje y tuvieras la capacidad de convertirlo en el protagonista.
Todos los demás personajes pasan a girar en torno a él.
Todos y cada uno de ellos son lo que son (más importantes o menos) en base a la función que realizan en la vida del protagonista principal -ése en el que has designado "yo".
Y yo me pregunto:
por qué he elegido designar "yo" en este personaje?
Desde luego, no es el mejor.
Ni este cuerpo ni esta mente;
ni sus apegos y aversiones son las mejores
o poseen algún sentido,
sino que nacen de un "yo" herido, mutilado, defectuoso.
Por qué he elegido designar "yo" en este yo
y no en otro?
Caprichos del karma, dicen.
Bueno, no le llaman "capricho" pero, en realidad,
¿te has preguntado por qué te madura en un momento dado los efectos de un karma
y no otro,
y tu propia experiencia,
sin elección,
a merced de los azarosos vientos del karma?
Hasta que un día te preguntas:
por qué he elegido designar "yo" en este personaje,
preocuparme con sus obsesiones,
agotarme en sus apegos,
sufrir por sus aversiones,
permitir que me duelan sus dolores
físicos y emocionales,
que me secuestren sus compromisos y responsabilidades,
tan segregados y poco ecuánimes?
Por qué tomo partido de esta manera,
al designar "yo" en este cuerpo
y esta mente?
Por qué he elegido vivir con él
y morir con él?
Por qué he elegido morir?
Por qué éste y no otro?
Desde luego, no es el mejor...
Y entiendo el tantra,
lo sutilmente que el tantra entiende esta mente humana:
si tienes que designar "yo" en algo,
en esta experiencia humana,
al menos como primer paso,
como paso intermedio, como puente a la liberación
última,
que ese algo/"yo" sea perfecto,
libre,
sin apegos ni aversiones.
Mi nuevo "yo".
Si aún tengo que designar "yo" en algo, hoy, en esta experiencia humana,
por qué no hacerlo en algo o alguien
perfecto,
libre,
sin apegos ni aversiones?
Si aún no sé vivir la experiencia de serlo todo
y no ser nada,
por qué no designar "yo" en el personaje libre,
abundante, sin necesidades ni carencias,
maternalmente/paternalmente protector,
amoroso, generoso,
libre.
Inmortal.
Quién dice que no puedo ser esa
apariencia
en esta experiencia
humana?
Yo sé que puedo.
Y tú también
lo eres.
No es tan fácil desengancharse de ser quien eres. En especial de las experiencias del cuerpo. Que no te duela, que no te canse. Es muy difícil y yo no sé si de verdad es posible.
ResponderEliminarEs difícil, tal como son las cosas ahora. Con una mente de identificación absoluta con el cuerpo -lo que en budismo se llama "aferramiento propio".
ResponderEliminarY con esta mente, no lo sabemos, si es posible o no.
Lo que sí sabemos es que cuanto menos me obsesiono (cuanta menos atención pongo en el cuerpo), menos me duele. Y lo mismo con los temas emocionales.
Cuando me distraigo o me duermo, no me duele.
Cuanta menos importancia le doy, menos me duele -ya sea el cuerpo o cualquier tema emocional.
Si eso funciona, yo probaría a seguir por ese camino de desenganche, de desidentificación.
Y a ver qué pasa.