lunes, 12 de septiembre de 2011

Si me quedo aquí, yo voy a aprender a hacer esto.

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Cada clase del dharma es una nueva puerta que se abre.
A veces parece que no es posible.
Sientes que tienes tantas herramientas
definitivas
que ya no puede haber más.
Y hay.

Y a estas alturas
ya no te sorprende que, en cada nuevo capítulo,
surja la herramienta que necesitas, justo ésa que funciona
para la avería del momento,
el desajuste,
el bloqueo
que desestabiliza
tu paz interior.


La permanencia apacible.

Este fin de semana nos abrieron la puerta a la permanencia apacible,
ese tema dejado en "stand by" tantas veces;
tan técnico, tan inalcanzable,
tan de otro tipo de mentes
-de superhéroes y superheroínas.

























Así lo confesé en la primera clase, introductoria:
¿Y todo esto se supone que es para animarnos?
(conocer los beneficios, las características de esta mente,
de esta experiencia de permanencia
apacible
que apacigua todas las distracciones).
Este tipo de control mental es inalcanzable,
al menos para mí,
al menos en esta vida;
esto es un tema de superhéroes
y superheroínas.

Así es, dijo Rabjor, no te equivocas:
es cosa de héroes
y heroínas.
Y se echó a reír.

Y oído en su voz, otra vez (héroes y heroínas),
sonaba más cercano,
más accesible.
Héroes y heroínas, como tú
y como yo.
Quién no lleva un héroe
y una heroína
dentro?

(Especialmente si has pasado por las meditaciones del tantra
y ya has empezado a verle la cara)



Una conquista de héroes
y heroínas.


La permananencia apacible,
esa experiencia de concentración profunda,
que induce gozo
y flexibilidad física
y mental,
estabilidad emocional
y sabiduría.
Felicidad estable,
compasión estable,
felicidad
de sabiduría
estable.
Ese tipo de concentración,
de estabilización mental,
es cosa de héroes
y de heroínas.
Como tú
y como yo.

En la segunda clase entendí que, como todo,
es cosa de ponerse a ello.


Cuántas habilidades complicadísimas hemos aprendido a dominar.

Recuerdo veinte años atrás, el L.A, California, lejos de mi maestro de kárate de Barcelona y ese enfoque suyo tan especial de las artes marciales; buscaba, y en mi búsqueda encontré aquellas clases de aikido, los agarres, los cuerpos dando volteretas en el aire. Cuerpos de todas las edades lo hacían. Y yo miraba fascinada. Si me quedo aquí, yo voy a aprender a hacer esto.

Si me quedo aquí, yo voy a aprender a hacer esto.

Y lo hice.

Me llevó su tiempo, caídas equivocadas, noches de sueño difícil con las clavículas dañadas.
Pero lo hice.

Cuántas habilidades complicadísimas hemos aprendido a dominar.
Nuestra vida está llena de conquistas que parecían inalcanzables:
hemos llegado a este mundo a través de un conducto estrecho y a todas luces imposible (si hubiéramos aplicado el "sentido común", ni lo habríamos intentado),
y debió ser difícil.
Aprendimos a respirar, a pesar del dolor de quemazón en las vías respiratorias;
aprendimos a comer y a digerir
(ahora te parece fácil, pero haz un intento por volver atrás, a entonces);
a caminar, a pesar de los golpes
(cuántas veces volviste a ponerte en pie, tras una caída y otra?);
a hablar; a relacionarnos (difícil, dolorosa negociación);
la carrera que hayas elegido; el oficio
al que te dediques;
criar, educar, salvarle la vida a una criatura
varias veces al día,
esa heroicidad.
Y un largo etcétera. Cada cual el suyo.
Nunca, nada, resultó fácil.
Y sin embargo, dimos un paso
tras otro.



Y lo conseguimos.
















Crea las condiciones.

En la segunda clase sobre la permanancia apacible
lo supe:
Si me quedo aquí, yo voy a aprender a hacer esto.
Sin golpes ni caídas, sin noches de insomnio.
Simples incursiones en el terreno inexplorado de la concentración
donde sólo hallarás gozo
y gozo más profundo.
Y mayor
y mejor
control mental.

Si me quedo aquí, yo voy a aprender a hacer esto.

Y "aquí" no es tanto un lugar físico como un estado mental que cumpla con las condiciones necesarias, que se dice que son seis:

1. Encontrar (o crear) un lugar adecuado para tu meditación.
2. Tener pocos deseos.
3. Permanecer satisfecha.
4. Evitar actividades que causen distracciones.
5. Mantener una disciplina moral pura.
6. Evitar pensamientos que causen distracciones.


Cómo reducir los apegos.

Cada uno de estos puntos te daría materia para meditar
largo y tendido,
pero, como siempre,
el tema que acabó imponiéndose en el debate fue
cómo reducir los deseos.
El enemigo más difícil de subyugar sigue siendo el de siempre:
el apego.
El deseo obsesivo
de que se cumpla mi deseo.
El dolor
del deseo no cumplido.
Ese pensamiento recurrente,
ese dolor obsesivo
que se infiltra
una y otra vez
donde no le llaman,
donde no toca,
saboteando tu concentración
y tu paz interior.

El tema estrella acabó siendo, pues, una vez más, qué hacer
para reducir los apegos.
Y hubo ideas para todos los gustos,
un despliegue de un amplio abanico
de posibilidades.

Pero éste es tema de otra entrada -tal vez la siguiente.

Para mí,
de momento,
me vale
saber
que ningún apego me apartará de mi camino en la conquista de
la permanencia
apacible.

Porque no existe objeto
(creado por mi mente de samsara)
que pueda competir con la intensa experiencia de amor
y alegría
y paz envolvente
que me ofrece

mi vida despierta.

2 comentarios:

  1. A la final Marié, mucho o todo está en tu voluntad. La voluntad de buscar, de quedarte "aquí", de aprender a pesar de los golpes y la voluntad tambíén de controlar tus apegos y pensamientos. Como que casi todo está en tí misma, en tu voluntad de ser.

    Marcela F.

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  2. Pues sí, Marcela. Yo también creo que la voluntad es muy importante.
    Primero, tener claras las prioridades (como un faro que te permite ver el camino a seguir) y, luego, ponerle voluntad.

    Un beso.

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