jueves, 5 de noviembre de 2009
Aceptar la derrota y ofrecer la victoria.
Seguimos con el adistramiento de la mente para convertir las dificultades en oportunidades de crecimiento (loyong)
y en la última clase en el Poble Sec reflexionamos y practicamos la meditación de aceptar la derrota y ofrecer la victoria.
En principio, no suena muy atractivo, verdad?
¿Es que vamos a ir ahora de perdedor@s por la vida?
Pues no se trata de eso exactamente, no.
Cuando hablamos de aceptar la "derrota" nos referimos a aceptar el dolor, las molestias o las dificultades que aparezcan en nuestra vida. Cuando duele, duele. Y aceptarlo es el primer paso para superarlo, para tomar las decisiones adecuadas, para seguir adelante.
¿Te niegas? ¿Te resistes?
Siempre tienes otras alternativas, dice Rabjor: cabrearte
o deprimirte.
Pero toda esa energía que vas a malgastar en depresiones y enfados
sin duda te sería más útil utilizarla en afrontar la situación y tomar decisiones.
(A menudo no nos queda la energía que necesitamos para seguir adelante porque la hemos derrochado previamente en cavar el hoyo del victimismo y la amargura).
Así que más nos vale aceptar la derrota (los reveses de la vida) con paciencia.
Y valentía, si es posible.
Sin resistencias, sin odios ni resentimientos.
Y, sobre todo, sin arrastrar o atacar a quienes nos rodean.
En ciertos experimentos, colocan a dos ratas en una jaula y, cuando sueltan una pequeña descarga eléctrica sobre el suelo donde se encuentra una de ellas, ¿sabéis qué sucede? La rata que se ha sentido agredida agrede a la otra.
¿Os suena? ¿No es eso lo que hacemos habitualmente en nuestra vida?
Cuando nos sentimos mal (me han ignorado, atacado, me duele algo, he sufrido una injusticia), tendemos a pagar nuestras rabietas (nuestra bajísima tolerancia a la frustración) con la persona o personas que tenemos más cerca. Las que están a nuestro lado. Curiosamente, en las que nos apoyamos.
Lo cual significa no aceptar la derrota
y ofrecer la derrota.
Ofrecer la victoria consiste en cuidar a quienes nos rodean, que ciertamente no son responsables de nuestro malestar. Ser amables. Tener consideración por los demás. No amargarles la vida sino, por el contrario, desear su felicidad.
Lo bueno de sufrir es que te conecta con el sufrimiento ajeno. Lo bueno de sentir la propia vulnerabilidad es que te hace consciente de la vulnerabilidad de los demás seres, su fragilidad. Y vuelves a recordar las palabras del filósofo:
Sé amable con quien quiera que te cruces porque está librando una gran batalla.
Acepta la derrota, cuando te toque.
Y ofrece siempre,
siempre,
la victoria.
Te ayudará a recuperarte más fácilmente de los golpes de la vida.
Te ayudará a ser más feliz.
.
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Tomar decisiones es un buen consejo. Los demás también, pero, cuando el hoyo del victimismo es demasiado hondo, es muy duro salir de ahí a menos que tomes decisiones firmes y actúes. Actuar es clave para poder salir de la depresión y la tristeza.
ResponderEliminarComo siempre, gracias Marié por tu sabiduría.
Actuar, sí.
ResponderEliminarY también identificar qué pensamientos hay detrás de la depresión y de la tristeza -y de cualquier estado de ánimo.
La causa de la depresión casi siempre es el pensamiento que hay detrás. A menudo irracional.
Pongamos por caso: "mi madre/padre no debería haber muerto", o bien: "siempre pensé que envejecería con mi pareja y ahora me da miedo el futuro incierto".
Sentir dolor o miedo y vivir los duelos es seguramente inevitable y vamos a pasar por ello muchas veces a lo largo de la vida (lo bueno de esto es que conforme nos vayamos familiarizando con esas situaciones nos será más fácil pasar por ellas, porque habremos aprendido algo y tendremos más herramientas para afrontarlas), pero negar la muerte, la impermanencia, la incertidumbre, es irracional.
Lo mejor que podemos hacer, cuanto antes, es aceptar la incertidumbre, incluso sentirnos bien en la incertidumbre y en la falta de respuestas.
(Creo que una buena compañía es tener buenas preguntas; el tiempo se encargará de ir dándote algunas pistas y respuestas -o no).
Y nos ayuda mucho a perder el miedo a todo eso aprender a vivir en el aquí/ahora, en la atención plena de cada instante sagrado.
Me lo decía ayer en una entrevista Jordi Pigen, autor de "Buena crisis" (Kairós).
Y no puedo estar más de acuerdo.
"La atención plena de cada instante sagrado"... bien merece la pena intentarlo.
ResponderEliminarCariño, tus palabras son un bálsamo.
ResponderEliminarPóntelo, Emi. Úsalo y a ver qué pasa.
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