jueves, 8 de octubre de 2009

La meditación, la transformación.


El objetivo de la meditación es la transformación personal.
El yo que inicia la experiencia meditativa no es el mismo que la termina. La experiencia cambia el carácter mediante un proceso de sensibilización que nos hace más atentos a nuestros pensamientos, palabras y actos. Con ella, la arrogancia se evapora, los antagonismos se diluyen y la mente se torna calmada y quieta. La vida se asienta. Por eso la meditación hecha correctamente nos prepara para afrontar las subidas y bajadas de la vida, reduce la tensión, el temor y las preocupaciones. Se calma la agitación y la pasión se modera. Las cosas empiezan a situarse en el lugar que les corresponde y la vida flota en vez de hundirse. Todo esto sucede por medio de la comprensión y el discernimiento.

La meditación agudiza el poder de concentración y raciocinio. Paso a paso se hacen más claros los propios motivos y mecanismos subconscientes, la intuición se desarrolla, la precisión del pensamiento se afina y gradualmente se llega al conocimiento de las cosas tal y como son en realidad, sin prejuicios ni espejismos. ¿Y todo eso es razón suficiente para realizar el esfuerzo de meditar?
En realidad, todo lo anterior sólo son promesas escritas en un papel. Sólo hay una manera de saber si la meditación vale la pena: aprender a hacerla correctamente y practicarla. Verlo por uno mismo.

Henepola Gunaratana.

2 comentarios:

  1. Querida Marié, repito, te echo de menos. Esta vez mandé un email.

    Yo debo hacer mal la meditación. Bueno, sé que la hago mal porque, en realidad, estoy tan agotada que no tengo fuerzas para levantarme a las 6 de la mañana para practicar. Trato de dormir, leer y hacer algo de ejercicio físico. Con eso se acabó lo que se daba. Meditar durante el día es casi imposible dado que el estómago debe estar vacío y la cabeza descansada (para no quedarme dormida sentada -cosa no tan extraordinaria). Total que, para resumir, aquí estoy, sintiendo que todo lo avanzado se retrasa. Aunque, lo cierto, es que, pese a que regresa la pasión, la sensación de soledad se intensifica y los enfados me hacen lagrimear cuando nadie me ve, noto una diferencia enorme al "antes". Todo lo que ahora vivo es "visto" en su contexto. Quiero decir, puedo encontrarme mal, pero, percibo mi entorno, el aire que respiro, el color del cielo, el canto del mismo pájaro de siempre. Carezco del tiempo que precisaría para "ser", pero vivo la prisa desde la misma conciencia de vivir deprisa. No sé si me explico. Algo cambió y lo noto incluso ahora que vuelvo a no practicar. Eso sí, lo necesito, como necesito este espacio tuyo y este mundo de la blogosfera que es el único que me admite aparte del trabajo.

    Querida Marié, ¿cómo sigue tu madre? Pienso en tí y en ella a diario. Mientras sobrevivo a una obra, a mi soledad "no-querida" (la otra la llevo bien) y otros mil quinientos avatares.

    Un besazo.

    ResponderEliminar
  2. Vaya, Emi, leyéndote me doy cuenta de que estoy desatendiendo cosas importantes. Es verdad que la enfermedad de mi madre me está llevando mucho tiempo (y no reviso tanto mis emails, por ejemplo), pero, por otra parte, supongo que me está ofreciendo un buena oportunidad de práctica. Y si sólo me quedo con el cansancio y el sufrimiento sería un gran error y un gran desperdicio.
    Como dice Boris Cyrulnik, si no cargamos de sentido las cosas que nos ocurren en la vida, las perdemos, y, en especial, si no lo hacemos con las situaciones dolorosas, éstas acabarán atrapándonos en una especie de enfermedad crónica, marcando de alguna manera (y no para bien) el resto de nuestra vida.
    Creo que tú y yo contamos con una magnífica oportunidad de práctica en estos momentos. Confío en que sepamos aprovecharla.
    Espero que podamos encontrar un ratito para hablar o conectar este fin de semana.
    Te deseo lo mejor, ya sabes.
    Un abrazo muy fuerte.

    ResponderEliminar