¿Conocéis la historia de Tara?
Avalokiteshvara, el buda de la compasión, está ocupado en su trabajo de liberar a los seres del sufrimiento -visualízalo como quieras: saca a los seres de los infiernos; purifica sus mentes y su mirada para que se den cuenta de que, en realidad, ya están en el paraíso y el sufrimiento no es más que una alucinación…
Pero por muchos millones de seres que salve, nuevos seres sufrientes aparecen.
En un momento dado, siente que es una misión imposible y desfallece y brotan las lágrimas de compasión y de impotencia.
Una de esas lágrimas cae sobre una flor de loto y de ella surge Tara, la madre de todos los budas: “No te preocupes –dice-. Yo te ayudaré. Lo conseguiremos”.
Cuando escuché la historia por primera vez, yo también me sentí conmovida –y es que la Gran Compasión siempre llama a la compasión, aunque sea en minúscula.
Tara (la Tara verde) es la buda que tiene una pierna en posición de meditación y la otra extendida, dispuesta a levantarse, dispuesta a la acción.
Tara es ese ser, esa situación, esa persona (quizás una misma) que aparece siempre que desfalleces y estás a punto de tirar la toalla -no puedo más, esto me desborda.
Entonces aparece Tara (quizás una misma, dentro de una misma), como el ave fénix, te tiende la mano para que te levantes, caída donde estás, y dice: lo conseguiremos.
Me gusta pensar que soy un instrumento de Tara cada vez que alguien que quiero (en realidad, cualquier persona) se siente sin fuerzas o sin salida.
No te preocupes demasiado si el dolor te lleva a las lágrimas, esa catarsis; en lugar de eso, entrégate y felicítate porque es el paso previo a la transformación, casi siempre. Si dejamos que nuestra naturaleza se transforme.
Claro que podemos. Claro que lo conseguirás, dice Tara. Puedes estar bien segura de eso. Porque tienes dentro todos los recursos que necesitas para ello. Y algunos más.
Pero hay que abrir el foco, porque a veces lo que creemos que necesitamos y por lo que luchamos tanto y sufrimos tanto no es lo que nos va a salvar.
Y hasta puede que sea el error de perspectiva que nos mantiene atrapados.
Eso creo yo, Marié, siempre sufrimos por un error de perspectiva. La realidad tiene tantos matices que siempre es posible encontrar uno que nos calme y sosiegue.
ResponderEliminarLa historia de Tara es preciosa. Muy interesante que sea una buda y muy lógico que tenga una pierna estirada. Lo que nunca entenderé es por qué es verde. Hace muchos años visité Tara en Irlanda. Había gente sobre los cúmulos, sentada en posición de meditación. Por entonces yo no tenía ni idea de esa práctica. La gente decía que se sentía unas vibraciones especiales. Yo no lo percibía, pero el lugar era mágico, como Stonehenge. No sé si esa Tara tiene que ver con ésta, pero me lo ha recordado.
Un beso, Tara.
La colina de Tara en Irlanda no tiene nada que ver con Arya Tara, que yo sepa. Excepto que, como tú dices, creo que la colina que mencionas está considerada como un lugar donde se concentra mucha energía espiritual.
ResponderEliminarY la realidad tiene muchos matices, sí.
Lo importante es saber elegir con los que nos quedamos. Si nos sirven para desarrollar más paz (interior y exterior) y estima.
Creo que era Eva Bach ("Adolescentes, qué maravilla!") quien decía que entre el amor y lo que es justo (las reglas, la disciplina, incluso la coherencia), vale más que gane el amor.
Al final, muchas veces la "coherencia" no es más que otra defensa del ego.