viernes, 24 de enero de 2025

La vida como una ofrenda (2)

 


Otro día por delante, para llenarlo de ofrendas.
Silencio y contemplación, todavía en el futón.
La persiana subida, el marco del balcón abierto al cielo abierto.
Las tórtolas celebran con su canto la llegada del sol, aún en camino,
y las gaviotas con sus vuelos.
Un velo de suave luz dorada se extiende de repente sobre la montaña del Tibidabo.
Las palomas cantan su asombro.
La luz dorada se hace naranja y luego se disuelve en un gris blanquecino
bajo un cielo cubierto.
El día no ha hecho más que empezar y ya se ha llenado con una celebración de ofrendas.
Levantarse, el movimiento será una generosa ofrenda al cuerpo.
Retirar el edredón, abrir el balcón, airear el futón y el aire del cuarto,
que el bostezo del nuevo día limpie y purifique la estancia de los fantasmas de la noche,
si hubieran aparecido.
La bandeja del desayuno en el terrado con vistas al escenario abierto, de ciudad, montañas y cielo.
La cafetera caliente, el aroma inspirador,
las frutas hidratantes en sus cuencos de cerámica pintada a mano.
Una gaviota en contemplación sobre la chimenea, la tórtola en la barandilla.
Silencio y contemplación.
El canto a ratos.
Ofrendas.
Abre los ojos y tiene por delante un largo día de ofrendas, y la noche también, tan llena.
La bicicleta bordeando el puerto, camino del mar.
Las toallas al vuelo en el tendedero,
la gaviota jugando con la bolsa de plástico transparente inflada como un globo por el viento suave.
Al mediodía el coro de cantos es diferente
y también la coreografía de vuelos.
Las golondrinas, aviones y vencejos ocupan el espacio gris exhibiendo sus acrobacias en el aire,
y las urracas de visita.
El canto se proyecta y se queda a la vez.
La iglesia del Tibidabo por detrás del velo blanquecino,
como un fantasma amable coronando la montaña.
Como un dios protector.
Como una diosa. Como una madre siempre presente y disponible.
El ágape.
La tarde por delante tan llena de ofrendas, la noche, tan llena.
El descanso, esa ofrenda, morir a ratos, disolverse.
Y regresar.
A celebrar las ofrendas de la vida.
Contemplar, celebrar, dejar ir -que diría Thay Doji.
Aún sigue aquí; mañana quién sabe.




lunes, 20 de enero de 2025

Las ofrendas.

 


La copa de cerveza, suave, al sol suave. Disfrute de presencia.
La ropa del baño en el mar, tendida en las cuerdas y bailando al viento.
Las tórtolas en pareja sobrevolando el terrado, el planear de una gaviota.
A veces la vida te da algo más que un respiro de dolor,
te ofrece una celebración, de la vida.
La evocación de un viaje, el viento fresco que te empuja al interior cálido y confortable de un restaurante, la sutil inspiración del néctar surgido de la tierra.
La cebada, la vid, los olivos.
Suele llevarse a casa un trozo del paisaje en forma de vino, aceite, olivas, miel
o lo que su vientre ofrezca.
A veces la vida se deshace en ofrendas.
Una voz le recuerda la renuncia.
No hay contradicción.
"Lo miro, lo quiero, lo dejo ir", decía Thay Doji.

El deseo no es malo en sí, si no te haces su esclava.
El deseo, las preferencias, son oportunidades para encender la mecha del amor,
y si puede ser que estalle. Oportunidades para la explosión.
Las aversiones son oportunidades para cambiar la mirada,
para el abrazo, la reconciliación, el despertar.
Todo lo que aparece tiene su función.
El sol en la piel, el aire, el calor que carga la batería de tu fuerza interior, la fuerza vital.

Aquí estoy, mañana quién sabe.



domingo, 12 de enero de 2025

El no-dolor de muelas.

 


Pasa un aire frío, a ráfagas. Pero no es un tornado.
Es sólo un abanico de aire fresco que estimula la circulación de la vida en la piel.
No es un viento amenazador, y el cielo no está cubierto.
La alegría del no-dolor de muelas.

Los pájaros también celebran, como ella, y se postran con gratitud
y hacen ofrendas en forma de cantos y coreografías de vuelos en el aire.
Ella también se postra, mentalmente.

Es tiempo de un cuerpo que funciona, todavía.
De una mente en contemplación.
De una vida que se postra ante la Vida.
Esta peregrinación tan larga, tan larga aquí, en este mundo,
y tan larga quién sabe dónde, en qué mundos.
Este sueño tan largo.

El aire y el sol en la piel, en el cabello revuelto, 
en las hojas del cuaderno, que quieren volar también,
en las plantas danzarinas en los terrados, en los árboles del Montjuic.

El aire que la sacude (despierta) pero no es un tornado.
El sol que la acaricia un instante, cuando las ráfagas de aire se aquietan.
Ahora moriría en paz, piensa, siente.
Este viaje de vida y muerte. De vidas y muertes.
Que la ocupe como una invasión la entrega, en todas las vidas
y en todas las muertes.
La entrega, la rendición.
El amor más profundo. 
La disolución más completa.
Y definitiva.
Si puede ser.  /\




miércoles, 8 de enero de 2025

El espejo.



El amor, cuando abre los ojos antes de que aclare el día
y ya empieza a desplegarse el coro de las voces de las aves.
El amor cuando contempla la primera luz dorada sobre la montaña del Tibidabo
y los terrados de algunos edificios de la ciudad.
La proyección de la salida del sol al otro lado, del vientre del mar.
Cuando la luz dorada se hace plateada, y luego incolora sobre todo el escenario, sin discriminación. El amor.
Las aves también lanzan su canto de alabanza.
El amor cuando se despierta en la noche, la luna creciente en el marco del balcón.
El insomnio es un regalo de la noche, para que te encuentres con ella,
para que no la olvides.
Y el sueño es un regalo también, un ensayo de irse.
Un regalo de la muerte, esa degustación,
y de la vida, tan reparador de este cuerpo y esta mente usadas.
El desayuno es un regalo, una ofrenda,
a ti misma y al cosmos, sin separación.
Un acto de amor circular, de disolución, 
tú en mí y yo en ti, si hubiera dos.
Pedalear en la bicicleta, esa ilusión de movimiento
cuando el escenario desfila en el instante, aquí y ahora.
El baño frío en el mar, el abrazo de agua, catártico.
Ofrecer a la vecina lo que necesita para las multitudinarias visitas familiares
(ésta es mi segunda casa, dice. Me alegra oírlo). 
También ahí el amor.
En cada respiración (cuando se acuerda de contemplarla), el amor.

Y también cuando no hay amor, cuando aparece el conflicto.
Situaciones y personas que la alteran.
Recuerda la metáfora del espejo:
Cuando te miras en el espejo y ves la imagen despeinada
no te apresuras a peinar el espejo.

También ahí, que triunfe el amor.




jueves, 2 de enero de 2025

Que el cambio sea interior.



Imagina que no cambian las condiciones externas.
Te mueves por el mismo escenario.
Llegas a casa, a la de siempre, y mientras esperas el ascensor te cruzas con una nueva vecina, que ni siquiera sabes en qué piso vive, y se ilumina algo dentro cuando la ves,
y le deseas feliz año nuevo,
y cuando lo haces el amor te desborda.
Metes la llave en la cerradura y al abrir la puerta saludas a las habitantes invisibles de tu templo, a tus compañeras de piso de otro tiempo.
Entiendes que siguen aquí y siempre lo han estado.
Hola, Vajrayogini, Prajnaparamita, Tara.
La sensibilidad de Avalokiteshvara solía hacerte evocar un "buenismo" que a veces te tiraba p'atrás, así eres tú.
Pero la firmeza, a veces un poco dura (y a veces mucho) de las budas airadas de la sabiduría
siempre te ha atraído.
Incluso Tara, la madre de mirada clara, y rápida como un rayo.
Ninguna criatura caprichosa la va a engañar, manipular o chantajear emocionalmente;
su amor puro e incombustible en cualquier situación, libre de ego.

Imagínate que el escenario es el mismo pero algo en ti ha cambiado.
Esta vez no pasa desapercibido. Lo reconoces porque ya has estado ahí.
El amor que te fortalece y te libera,
cuando ya no hay un ego herido al que proteger.

Lo evocas, lo tocas, ese algo nuevo,
cuando eres libre y fuerte.
Cuando tú eres ésa todo lo demás cambia naturalmente,
el mismo escenario adquiere otras luces y colores y aromas.

Si esta vez te tratas con menos dureza todo irá bien,
porque tratarás con menos dureza a cualquier manifestación, a cualquier espejo.

La amiga le dijo en la cena de fin de año:
"¿Sabes qué? Me gusta verte un poco tocada, herida y vulnerable.
Te sienta bien. Pareces menos dura".

Tomó nota.
Hizo un voto consigo misma.
Esta vez será diferente.
Igual
y también diferente.
¿No cuestionabas una nueva oportunidad, en tu carta de año nuevo al universo?
Aquí la tienes.