sábado, 1 de agosto de 2020

Tarea para hoy: la vulnerabilidad.







Dice:
"Te veo feliz. Espero que no sea solo mi mirada".
Y le da la vuelta a su constatación.
¿Me veo feliz?
Algo de paz le permite decirle eso a otra persona.
Me veo feliz, responde.
Sana, con el aire fresco en la piel, a la sombra.
Un perro llora, sin embargo, en la terraza de enfrente.
Así que ella está feliz
y también llora.
La plenitud que lo abarca todo.


Solía decir, cuando dolía, cuando empezaba a doler,
cuando veía aproximarse esa sombra kármica/onírica,
solía decir:
Que duela todo.

Abriendo pecho,
los brazos vencidos, de rendición, de entrega:
Que duela todo.
Se acabó el gota a gota, la intuición, la espera.
Que se abran las nubes y rompa la tormenta.

Y entonces le llegó aquel texto sobre la vulnerabilidad:
Cuando somos vulnerables estamos siendo reales.
Transparentes y honestas.
El gran poder de la vulnerabilidad es el poder de la verdad.

"Tarea para hoy", encabezaba el texto.
Una de esas sincronías de la vida.
No es que ahí hubiera alguna lección aún por aprender,
pero hoy tocaba práctica.

Por si acaso el olvido.






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