miércoles, 5 de agosto de 2020

Noches de agosto.








Le gustan las noches de agosto.
Cuando el calor del sol se suaviza
y el aire más fresco entra por los balcones.
Y dormir como una meditación, como morir.

Y a veces esa voz que le cuestiona si está dejando pasar la vida,
como si no tuviera ningún valor.
Y otra voz le responde que está viviendo la vida más intensa.
Y ella escucha sin juicio
ni credibilidad.
A ninguna de las dos.

Una ráfaga de aire evoca algunos de sus viajes,
cuando el instante perfecto era parar.
Respirar, degustar.
Y así es que, quizás, el único objetivo de cualquier movimiento, cualquier camino,
cualquier viaje,
es ese instante de paz, descanso, disfrute.
Cuando paras.
Y te pones en movimiento continuamente para conseguir ese momento
de parar.
Como si parar no estuviera ya aquí mismo.

Y entonces le llegó ese poema de Gloria Fuertes:
"La gente corre tanto
porque no sabe dónde va.
Quien sabe a dónde va
va despacio,
para paladear
el ir llegando."






Vio sufrir al amigo,
con ese dolor en el pecho.
Deja que te inspire el amor, le dijo.
Aunque sea el amor
que ella siente por otro.
Deja que te inspire el amor.

Hicieron chocar sus copas de vino
y contemplaron el paisaje de cielo
y la silueta de la montaña vestida de luces,
la antorcha del Tibidabo iluminada.
El aire fresco en la piel.
El amor proyectándose en todas direcciones
esta noche de agosto.





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