domingo, 8 de abril de 2018

Amanecer.






Ha sido un interesante entretenimiento. Pero tampoco era para tanto. Tanto celebrar.
Puede que lo hiciera por aburrimiento, por esa necesidad del ego de sentirse importante. Qué manera de sublimar!

Ella se va creyendo que tiene un amor maravilloso a su lado, y tres hijas que la necesitan.
Y aún así se va relajada y feliz, delegando.
Este barco continuará su marcha sin ella, tan bien como con ella.
Pero, yo?, pensó.
No tengo nada "maravilloso" a mi lado, ninguna ficción. No de ese tipo.
Su presencia o su ausencia podrían pasar igualmente desapercibidas.
Las gaviotas, las tórtolas, el terrado.
Absolutamente indiferentes a su presencia o no.
Los árboles de la montaña del Montjuic, como abanicos abanicados por el viento.
Conmigo o sin mí, piensa.
Nadie la echará en falta demasiado
y a nadie echará en falta ella.
Y no le duele esta libertad.
Dice: Gracias, Vida, por ponérmelo tan fácil, siempre.
Y cierra los ojos.




Le gustaría vivir en meditación permanente, esta ebriedad.
Esta locura estabilizada.
Este desapego, esta libertad.
Si hay algo que desea, es sólo eso: esta lucidez estabilizada.

Quizás te parece triste, o cobarde.
Pero ella podría decir, como Neruda: Confieso que he vivido. Este sueño.
Confieso que he soñado.
Ahora le gustaría vivir, el resto de la vida que le queda, despierta.
Desde la muerte. Vivir. Despierta.
Esto mismo aquí y ahora.
Estabilizado.
Si algún tipo de permanencia fuera posible.

Corre un aire suave y fresco por debajo de un cielo cubierto.
Y a ratos tímidamente se filtra el sol.
Aún aquí.
Aún aquí, ahora.





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