martes, 19 de noviembre de 2013

Gustos y disgustos.








Y llega el invierno.
Aunque el verano se alarga con unas temperaturas cálidas y el aire fresco y perfumado, el invierno acaba por llegar.
Llega al mar y las olas gigantes la dejan fuera; hoy es el turno de l@s surfistas.
A veces llueve tanto que no coge la bicicleta y pierde su desayuno en la terraza de la playa y su clase nocturna de kárate.
Su amiga la llama y esta vez toca dolor, el mismo dolor de siempre, la obsesión por
que se cumplan sus deseos.
Parece que el mundo llora lágrimas de lluvia, y no para de llover.
Hace frío. Al entrar al gimnasio las puertas se abren automáticamente y allí está sentada C, la recepcionista, detrás del mostrador. "Ha llegado el frío", dice ella, empática, sintiendo el frío de C. cada vez que se abre la puerta de la calle. "A mí me gusta", dice C. Y para ella es un alivio (un motivo menos de sufrimiento) y la mira agradecida e inquisitiva a la vez. "Me gustan los días de lluvia, me gustan los días fríos", dice C. Y ella sonríe:
Y los otros también.
Mira a C. como una emanación sagrada: A mí me gusta.







En su última cena con su amigo espiritual hablaban de eso: sospecho que la trampa está en tantos gustos y disgustos.
Tanto tiempo meditando en la renuncia, insistiendo en que se trata de renunciar al sufrimiento, pero yo sospecho que también conviene renunciar a la dicha, a la felicidad. Al gran gozo de la vacuidad, incluso, a la iluminación. Todas esas trampas que suponen los deseos de futuro que nos impiden conectar con el instante presente. Y no ver que todo lo que buscamos ya está aquí, de tanto buscar más allá.

El deseo implica insatisfacción, y eso incluye el deseo de la iluminación o de ayudar a todos los seres.
A veces no puedes ayudar y duele. A quién le duele?
Al yo que no está satisfecho si todo no está "bien", a su gusto.
Pero las cosas que aparecen son como aparecen. Y cuanta más energía pones en ellas (más te aferras, les das importancia y te las crees), más son como aparecen. Más sólidas se hacen.



A veces aparece invierno y a veces verano y si te gusta o te disgusta no mejora las cosas. Las empeora. Para el yo que desea.
Para el yo que no desea, el invierno y el verano son la misma apariencia con diferentes formas
en transformación.
Y se mueve por ellas,
en constante cambio,
se adapta, las surfea;
a veces las cabalga y
a veces las penetra.





Dicen que el yo que no desea ni rechaza transciende estados de felicidad, dicha o gran gozo, porque no los necesita una vez que ha llegado a la satisfacción plena de la ecuanimidad, donde todo es perfecto tal como es.





2 comentarios:

  1. Amargo!!!!!!!... chocolate amargo!!!!

    Una tabla de surf...

    Un tiburon.

    A mi me gusta la lluvia y el aire de lluvia :)

    Heronan Tapia (killer, murder)

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  2. :)

    Disfruta del invierno, HT. Y del verano. :)

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