
En la última meditación del año,
la facilitadora repartió una copia de una de las caligrafías de Thay:
"New Year, New Me".
Luego propuso dedicar unos minutos a meditar en silencio sobre algunos propósitos de año nuevo, para el nuevo yo. Propósitos muy concretos para aplicar en la vida cotidiana.
Y que cada persona los apuntara en un papel que repartió junto con la caligrafía.
En Plum Village el ritual suele completarse con la meditación en torno a una gran hoguera, donde finalmente se arrojan los deseos espirituales para el año nuevo, la vida que continúa.
En esta sala de meditación no había hoguera, así que cada cual se quedó su pequeña lista junto a la caligrafía de T.N.H.
Y ahí está ahora, sobre la mesa del estudio, un folio doblado (New Year, New Me)
que encierra una lista de propósitos que ya están en marcha.
En el espacio para compartir alguien contó que estaba leyendo un libro sobre la vida de Teresa de Calcuta y su correspondencia epistolar. De Teresa de Calcuta ella conocía su faceta más pragmática -explicó-, de servicio a los seres más débiles, pobres y enfermos. Su actividad externa.
Pero ahora estaba descubriendo su actividad interna, a la mística enamorada, la alegría explosiva que sabía conservar en medio de los infiernos. ("Cuando veo a alguien triste, siento que se está perdiendo algo", escribe; la conciencia plena -de la presencia del amor y el amado en tu vida- es incompatible con la tristeza).
Y supo también de la "noche oscura", cuando la monja dejó de sentir la presencia de su amado iluminando su vida, y sin embargo eso no afectaba ni un ápice a su actividad externa y ella seguía entregada a su misión. Día y noche. Haz lo que debas. Que tu estado de ánimo personal no afecte a tu misión en esta vida.
Así lo había hecho la monja de Calcuta y no había sido la primera. Ni sería la última.
A veces hay noches
y a veces son oscuras.
Cuando te pierdes "algo".
No sabes por qué pero la luz interior se apaga y tu amor languidece.
(Ella cree que es lo mismo; la luz y el amor languidecen juntos porque quizás son lo mismo).
Hay quien le llama "bendiciones" (que llegan y dejan de llegar), karma o conciencia plena. El hecho es que se debilita, como si la conciencia dejara de ser plena y se redujera, haciéndose menor, más limitada y difusa, menos clara.
Y ella pidió, también, esforzarse por recuperar la alegría, plena, esa mirada de amor que hace que estallen risas explosivas a la menor ocasión.
Todo eso le explicaba la amiga, después de la meditación, mientras tomaban algo en la cafetería de al lado, como alargando la sobremesa contemplativa.
Me siento como si hubiera perdido el control de mi mente -decía la amiga-, como eso que llaman
"los paraísos perdidos".
Yo le llamo el "acontecer kármico", dijo ella.
Las viejas tendencias, la inercia de los viejos hábitos.
Esa sensación, ¿es nueva o ya la habías sentido antes, alguna vez?
Claro que la sentía antes -respondió la amiga-, pero yo pensaba que ya no volvería más.
Pues aquí está otra vez. Una vieja experiencia reaparece, madura de nuevo.
Porque aún permanece como una semilla dentro.
La diferencia es que antes, cuando aparecía esa experiencia te la creías (eso soy yo,
ese pensamiento, esa sensación de tristeza, frustración, insatisfacción, desamor...)
y ahora la ves y simplemente la reconoces: ya está aquí otra vez esa vieja experiencia. Como una flor que madura (por familiaridad, por inercia) y acabará marchitándose.
Es sólo una experiencia kármica, no soy yo.
La diferencia está en que antes te identificabas con esa experiencia
y ahora la ves como una apariencia,
una experiencia kármica en proceso de disolución.
Ha perdido credibilidad y eso la hace cada vez más débil.
Seguramente volverá a aparecer de nuevo más adelante, debilitada por la falta de credibilidad.
Cada vez más débil.
Deja que pase la noche oscura, no te aferes a ella ni pierdas la perspectiva.
Porque a la noche siempre le sigue un amanecer.