viernes, 1 de junio de 2012

Con permiso.



 





Querido primo:

Me preguntas que cómo estoy.
Pues bien, te diré que
vuelve a circular la alegría por mis venas, feliz,
como si me dieran permiso
de nuevo.
De nuevo pongo una habanera de Carlos Cano y María Dolores Pradera y rompo a bailar.
Con permiso.
Con permiso para amar, para estimar a todos los seres,
para verles,
para hacer de espejo de lo mejor de ellos (como dije),
para relacionarme
con su semilla de buda,
con el ser sagrado que llevan dentro y está a punto de emerger,
ya ha emergido
(aunque algun@s aún no lo han visto).
Sin sentirme culpable por si samsara me ha secuestrado de nuevo,
si me ha captado,
si me ha engañado
de nuevo.
Samsara, nirvana, la misma hipnosis, ¿no es eso?
Samsara no puede ser la mirada de amor que llena el alma
(ok, no se llama alma, se llama continuo mental,
ningún ser sagrado se pelearía por los derechos de autor
de un mero nombre),
no puede ser samsara una mirada de amor que llena la vida de alegría,
que se regocija en contagiar alegría.
Temporal y última.
Si aún no puedo transmitir la alegría última (porque ni yo misma la tengo), al menos la temporal,
al tiempo que te deseo la alegría última,
a ti y a ella
(yo la llamo “ella”, la que cree que aún no puede).
 







Vuelvo a bailar sin complejos,
a reír, a sumergirme en el mar, zambullirme en la brisa de perfume de océano
o de pinos
y disfrutarla
sin complejos,
sin miedo a samsara.
Con permiso.


http://www.conocereisdeverdad.org/pic/_3_4d8d1b6e62dcf.jpg 











Reconciliada con mi guía espiritual,
quien quiera que sea
(yo le llamo Gueshe-la, Dekyong, Kunsang, Rabjor, Lochani...
a veces emana en una forma y a veces en otra,
a veces en un nombre
y a veces en otro).

De nuevo al servicio de un guía espiritual de mirada amorosa,
que sólo desea la felicidad de todos los seres y se regocija cuando la experimentan
y les acompaña cuando no
(no importa sus etiquetas ni sus resistencias
ni sus creencias).
Y abro mi corazón a mi yídam para que me ocupe,
para que piense, hable y actúe en esta forma que me ha sido regalada.

Ese (esa) yídam que no juzga, que no deja fuera a nadie,
que no abandona
a nadie.

















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