La práctica de la atención plena (o incluso parcial)
es un canto a la abundancia.
Aquí y ahora, presente, significa que soy capaz de ver lo que aparece,
y cómo aparece.
La plenitud de la respiración, este acto de amor con el cosmos.
El cuerpo universal que se encuentra con cada una de las células
de este aparente microcosmos.
Y el microcosmos disolviéndose en el cosmos.
Una vez tras otra.
El aroma del café fundiéndose en las fosas nasales, en los alveolos,
en los ríos que riegan este cuerpo, en los poros de la piel.
La lluvia fuera, la voz de la lluvia en el balcón.
El techo que la cubre.
Un canto a la abundancia.
La práctica de la atención es un canto a la abundancia que conquista a todos los miedos,
disuelve los fantasmas.
A veces es el miedo a morir (este cuerpo, esta mente,
este personaje en el sueño de Dios),
y a veces es el miedo a vivir, a la pérdida, a la carencia.
A la disminución del yo.
La experiencia de carencia generalmente surge por comparación
y también porque asumimos ciertas necesidades básicas
(pongamos por caso: salud, dinero y amor),
que nos hacen sentir como seres minusválidos, en caso de ausencia.
Pero hay personas que pueden vivir experiencias de plenitud gracias a las condiciones que ha desplegado una enfermedad grave.
Y muchas personas sanas que viven sin vivir, presas de la insatisfacción,
el estrés, la frustración o la envidia.
Hay mucha gente pobre con dinero, y viceversa,
personas sin dinero que han dado prioridad a la libertad,
el tiempo personal consciente, la paz, la abundancia.
Y sobre el amor qué decir, sería un máster aparte.
Hay quienes viven una luna de miel permanente con Dios
(y de ahí su tendencia a la soledad, para la intimidad con el Amado)
y con cada una de sus criaturas, el nirmanakaya.
Y puede parecernos que está sola (sin amor) cuando nunca lo está.
Incluso en la noche oscura, cuando parece que el Amado se ha ausentado,
incluso entonces, sin amor el amor;
sin presencia, la presencia;
sin verle, la visión abrumadora, el silencio atronador.
Como la luna nueva, que sabes que está ahí aun cuando no la ves.
La presencia en la ausencia,
en la espera, ya sin espera, tan presente.
Así que digamos que la práctica de la atención, aunque sea parcial,
te conduce al reconocimiento de la riqueza de la que dispones,
la plenitud,
que vence cualquier miedo de carencia o pérdida.
La atención plena te conduce a la libertad,
a la abundancia
y al no-miedo.
Cuando vislumbras el no-ser.
Siempre se habla de la atención plena, el momento presente como la gran solución. ¿Y si el momento presente está lleno de dolor: una enfermedad física incurable, una depresión grave, un hijo que se ha suicidado, una guerra en tu país..? Siempre me surge esta duda, a veces el dolor del momento presente es insoportable.
ResponderEliminarEs ése tu momento presente?
ResponderEliminarLa mente es una especialista en irse por las ramas para evitar hacer algo que le da pereza o miedo.
Prueba a hacer inmersión en la contemplación de tu momento presente. Y a ver qué pasa.
Un abrazo.