martes, 9 de julio de 2024

Libertad sin ira.

 


Sobre la violencia y cómo involucrarnos
para vivir en un mundo más justo y compasivo.

"Por un lado, está la manera de gestionar la experiencia emocional
y por otro la relación con el agresor.
Lo que necesitamos preguntarnos es cómo decidimos responder.
Porque fundamentalmente es una elección.
Podemos elegir impartir justicia y equilibrar la balanza, podemos convertir al agresor en víctima,
podemos llenarnos de resentimiento y decidir no perdonarle nunca, etc.
Cuál es nuestra elección?
Desarrollar compasión también es cultivar la habilidad de conseguir que los demás dejen de ser nocivos, que todos los seres despierten a estados en los que no deseen hacer daño a nadie.
Puede que sea difícil y sólo unas pocas personas lleguen a ser capaces de ejercitarla, pero es importante que exista en el mundo.
Experimentar daño nos exige avanzar en esta compasión
que desarrolla la sabiduría para detener la maldad.

El principal problema radica en que implicarse en una situación para defender a alguien (o a una misma) es arriesgado. Es fácil caer en el desequilibrio emocional que estamos intentando mantener.
Si al ayudar no podemos evitar caer en la ira, la venganza o el rencor, el mensaje altruista está empezando a fracasar.
En la meditación formal y lejos de las demás personas, quizás podemos controlar las emociones, pero al implicarnos solemos caer en estados negativos.
La cuestión es que actuar con enfado sólo añade enfado al mundo, aumenta la infelicidad y el dolor. Aunque el objetivo sea aparentemente justo, la presencia de enojo, rencor, ira o cólera se suma al dolor del mundo. No reducimos así el sufrimiento sino que lo aumentamos.
Las emociones negativas nunca están aisladas, se contagian, se transmiten.
Nuestra forma de estar y responder afecta a los demás seres.

Lo que empezamos a preguntarnos, pues, es si tenemos la suficiente madurez y presencia para enfrentarnos a la maldad con serenidad, humildad y compasión.
Sabemos que nuestro equilibrio emocional es muy frágil y que sin las condiciones apropiadas podemos perder todo lo conseguido (incluidas nuestra relativa bondad, ecuanimidad, paz, etc).
Sabemos que si nos descuidamos las actitudes injustas y abusivas fácilmente nos llenan de indignación y enojo y así, en lugar de evitar que se produzca el daño, lo hacemos mayor si acabamos atacando y agrediendo.

Pocas personas tienen la madurez suficiente para enfrentarse a la injusticia con firmeza y sin rencor. Éste es el problema. A menudo solo somos capaces de hacerlo en ciertas condiciones amables y controladas y, si no es así, perdemos el equilibrio interno.

Muchas personas que ayudan y luchan contra la injusticia carecen de estos planteamientos.
Para muchas, lo importante es la efectividad, los resultados, sin darle importancia al hecho de caer en emociones negativas.

Pero desde una perspectiva más despierta consideramos que, además de los efectos inmediatos, también son relevantes las consecuencias de nuestras emociones y comportamientos, teniendo en cuenta los efectos que puede acarrear cualquier acción en el futuro.

Ejercer la compasión que evita la maldad es sumamente difícil para la mayoría, y por este motivo casi siempre gana la maldad si no hay nadie que la detenga. Pero también gana si quienes la detienen actúan con enfado, rencor o venganza.
La compasión nos obliga a evolucionar, a salir de nuestros refugios de meditación y encontrarnos con las personas.

Parte del camino de la compasión es adquirir la sabiduría, la determinación y las habilidades prácticas para aliviar el dolor del mundo.
El budismo menciona cuatro maneras de ejercer la generosidad de dar:
podemos ofrecer ayuda material, ofrecer amor, ofrecer seguridad y ofrecer métodos para dejar de sufrir.
Salvar a los demás de la maldad forma parte de esa generosidad de ofrecer seguridad.

Nuestra responsabilidad es ofrecer esto al mundo.
Ante la maldad, qué elegimos? Qué queremos que sea nuestra aportación? De qué lado estamos?

Aunque fracasemos una y otra vez, la evolución de todos los seres es lo que realmente importa."


(Del libro Elegir la compasión 21 días. Juan Manzanera).






Recordó aquel tema que escuchaba años atrás, "Libertad sin ira".
En otra vida, cuando ella veía la ira como un elemento movilizador para el cambio, en situaciones de injusticia.
Entonces no compartía aquella canción que se había convertido en una especie de himno.
Y de repente ahora la recordada, con otro significado.

Libertad sin ira, libertad.
Guárdate tu miedo y tu ira.
porque hay libertad sin ira.
Y si no la hay,
sin duda la habrá.





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