martes, 6 de agosto de 2019

La tribu.






A veces sentía con mucha fuerza la llamada de la tribu,
el abrazo grande de la Madre.
Esa tribu que permite la singularidad, que acepta a cada elemento tal como es.
Como la añoranza del paraíso perdido.
Cuando el dinero no era la moneda de cambio, la medida intermediaria.
Ni siquiera el intercambio de servicios.
Siempre había un plato de comida en tu mesa,
aun cuando las circunstancias hubieran vaciado la despensa.
Y un techo bajo el que dormir si el tuyo había empezado a resquebrajarse peligrosamente.
La cuestión no era a quién devolverle el favor
porque cada cual ya aportaba lo que tenía
a quien lo necesitara.
Así que A podía poner un plato en la mesa de B mientras B enseñaba matemáticas a C
o a cualquier otra letra del abecedario.
Y las niñas y los niños eran responsabilidad de todo el mundo,
de la tribu.
Y las personas ancianas tenían largas y variadas historias que contar
y de las que aprender.
Y su mirada clara ayudaba a desdramatizar los dramas y dificultades que pudieran surgir en la vida cotidiana.

Sentía que de ahí su profundo disfrute de la austeridad,
de cuando la austeridad estaba cargada de abundancia.

Esto lo había vivido en este sueño
y en muchos otros.

Cuando Epícteto y Epicuro se daban la mano y compartían el mismo brindis por la vida.


Pasado el tiempo, aún vivía en la tribu.








2 comentarios:

  1. Me has llegado al alma, Marié. He perdido la cuenta de las veces que, despierta, he soñado con la tribu, con ese modo de vida intuido, pero nunca experimentado. He perdido la cuenta de los enfados, y también de la desesperación por no poder realizar ese hermoso ideal, por la "separación" que lo inunda todo, por la profunda polarización entre el tribalismo que anula al individuo y el feroz individualismo que lo deja solo en medio de una multitud vacía que nada significa para él.
    Le he dado muchas vueltas a este asunto, y he llegado a la conclusión de que no puedo escapar al momento histórico que me ha tocado vivir y que dejar que un anhelo se convierta en amargura es veneno para el alma.
    A veces, yo siento de refilón la tribu, pero muy pocas. Tal vez sea una Arcadia perdida, tal vez un "recuerdo" antiguo, o puede que sólo un ideal de perfección que me seduce.
    Gracias por este artículo que resuena desde muy lejos.

    ResponderEliminar
  2. Un abrazo, Nyx.
    Quizás todo está aquí. ;)

    ResponderEliminar