lunes, 18 de febrero de 2019

La pereza.






Así que otro día de pereza
maravillosa,
de retiro en casa.
La llama el sol de invierno en el terrado,
rodeada de bosques y montañas.
Un mirador al cielo,
los bosques
y las montañas que rodean los terrados de la ciudad.

Siente la llamada del sol,
el calor reconfortante del sol, durante el día.
Y la luna creciente, al llegar la noche.
Tan poderosa, la luna.
Y la noche.
Y los colores del cielo al atardecer.
Dónde mejor que aquí mismo?

La enamoran los aromas de casa.
El incienso, la ropa recién lavada.
La luz, la enamora.
El sol de invierno bañando ese cuarto en la mañana,
esos otros en la tarde.
El cuerpo de sol y el cuerpo de sombra en los espacios que habita,
la enamoran.

El olor del café recién hecho,
la taza de avena y frutos secos.
La cerámica a la que un día dieron forma unas manos,
ahora en sus manos.
El bol de frutas del bosque, tan colorido.

Su organismo vaciándose.
La serotonina invadiendo este cuerpo y esta mente.
La inspiración, como si la hubiera tocado una varita mágica,
una lluvia de bendiciones.
Este continente de amor rebosando un contenido de amor.






Inspira un aire cargado de bosque y de canto de pájaros.
El aire en la piel y en el cabello
y en cada célula,
y en el espacio entre sus quarks.

Otro día de pereza.
Otro día de celebración.
Otro día de contemplación,
de esta vida,
tan llena,
tan intensa,
tan habitada.






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