jueves, 3 de mayo de 2018

El relato.







Te das cuenta de que conforme vas comprendiendo (lo que a ti te parece "comprender"),
vas transformándote.
Y conforme vas transformándote, vas cambiando el relato.
El relato de tu vida,
el relato de la vida,
el relato del mundo,
de lo que llamamos sociedad, cultura, etc.
El relato del amor, de la lealtad,
las expectativas...
Vas cambiando el relato que te cuentas.

No puedes contar la historia de tu infancia igual que cuando lo hacías desde el egocentrismo,
la importancia personal (el "yo primero") y la separación.
No puedes repetir discursos aprendidos desde la creencia materialista.


A veces, justificamos nuestra propia adicción al sufrimiento hablando de situaciones ajenas,
como la pobreza de los demás
("Cuando eres pobre no tienes la oportunidad de conectar con la espiritualidad,
bastante tienes con ganarte la vida" y otros despropósitos mil veces escuchados),
la dureza de las guerras
o los campos de concentración.





Pero si ninguna de ésas es una experiencia personal, aquí y ahora,
de poco nos sirve.
Excepto para distraernos, para dispersarnos,
para escapar
o creer que nos autojustificamos (nuestra adicción al sufrimiento)
con teorías o creencias aprendidas.

Una de las señales de la liberación
es que vas soltando creencias inmovilistas
y te vas haciendo más flexible.
Y empiezas a contar las cosas de otra manera,
desde otra perspectiva.
Y cambias el relato.





Si de verdad nos interesa comprender cómo son las cosas,
no vamos a dar por buena cualquier creencia aprendida
y no la vamos a repetir mecánicamente.
Porque veremos que
si nuestra comprensión de la vida va cambiando,
muchos de los relatos (explicaciones, creencias)
que repetimos por inercia
pueden resultar incoherentes ahora
y perder su validez.

Por eso el lenguaje cambia
conforme la persona se va transformando.
Y el relato cambia.

Y lo que antes asumías ciegamente, ahora lo relativizas.
A veces ni siquiera tienes que cuestionarlo o investigarlo
porque sencillamente
ya no aparece,
ha perdido su validez.

Y si no es así, si la comprensión no llega a iluminar todas las esferas de la vida,
es que aún estamos, al menos, en dos niveles separados:
un nivel teórico espiritual
y otro nivel cotidiano, que sigue siendo el mismo de siempre.





Si de verdad hay transformación, el relato cambia
conforme una se va transformando.

El relato cambia de acuerdo a la transformación.
Hasta que ya no hay relato.
Cuando ya no hay un yo para relatar.





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