jueves, 24 de agosto de 2017

Qué bien se está aquí!







A diferencia de la primera vez, ahora es como una oración, como una ofrenda cada cosa que hace, o no hace.
Cuando lava los platos o camina por el pasillo, o hace la cama, o monta en bicicleta camino del mar.
"Que dure, que se quede, que se estabilice".

No es sólo una plegaria pasiva,
le sigue el rastro a lo que funciona, atenta a las señales, y las activa.
Por ejemplo, los aromas esparcidos por la casa, la conectan con "eso".
Así que enciende un incienso, o distribuye las varitas de perfume por las estanterías, en las mesas, junto a los cojines donde se sienta.
La contemplación,
los sonidos del silencio,
la degustación que se disuelve en su paladar.





A diferencia de la primera vez, que simplemente se entregaba:
"Estoy preparada.
Sé que esto se va a acabar, antes o después, estoy preparada".

Preparada, entregada, cada instante era la sorpresa del regalo de permanecer.
Aún feliz, amando, libre,
y sin miedo.

Se había esfumado el estrés.
Las prisas, el miedo a no llegar (en los plazos de entrega o cualquier anotación en la agenda),
a que saliera mal, a equivocarse. Las preocupaciones.
Dónde se habían ido?
Se habían desvanecido, como si se hubiera parado el motor que les daba vida.
Qué bien se está en esta libertad confiada y amorosa!

Tan fuerte, con tanta fortaleza que ni le preocupaba que se acabara.
Estoy preparada, decía.
Y cada instante sucumbía ante la fascinación de la sorpresa:
Aún está aquí.




Ahora sabe que no está ahí porque ha cambiado el mantra "Estoy preparada" por otros:
"Que se quede",
"Que se estabilice",
"Que no me deje nunca más".

Y por eso lo sabe, por los resquicios de miedo y abandono,
que aún no está ahí.

Pero sí a las puertas, mendigando, esperando que se abran,
que estalle,
de nuevo el acceso a su morada más profunda,
como un castillo mágico
interior.


A las puertas del castillo, sin prisa,
con toda la paciencia del mundo.
Qué bien se está aquí!





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