martes, 4 de noviembre de 2014

Castillos de arena.





Le llegó un whatsapp
en el grupo de la sangha.
Uno de ellos.  :)

- Érase una vez unos niños que jugaban junto al río construyendo castillos de arena. Cada uno de ellos defendía el suyo diciendo: "Éste es el mío!". Mantenían sus castillos separados y no admitían ninguna duda sobre la propiedad de cada una de las fortificaciones.

Cuando todos los castillos estuvieron terminados, uno de los niños comenzó a patear el castillo de otro hasta destruirlo totalmente. El niño al que pertenecía el castillo destruido se enfadó tanto que agarró por el pelo al agresor y, mientras le daba puñetazos, gritaba: "Ha destrozado mi castillo!
Ha destrozado mi castillo! Venid todos! Ayudadme a darle su merecido!".
Y todos acudieron en su ayuda.
Primero golpearon al niño con un palo y después le derribaron y le molieron a golpes.

Una vez finalizado el episodio, todos ellos volvieron a jugar con sus castillos. Cada uno decía: "Éste es mío y solamente mío! Apartaos! No toquéis mi castillo!..."

Pero cayó la tarde y comenzó a oscurecer, y pensaron que era hora de volver a casa. Entonces, no sólo dejó de preocuparles lo que pudiera sucederles a sus castillos sino que, incluso, disfrutaban destruyéndolos; mientras uno de los niños destruía el suyo a patadas el otro aplastaba el suyo con las manos. Cuando terminaron, se dieron media vuelta y cada uno de ellos tomó el camino hacia su casa.

Del libro "Enseñanzas Escogidas de Buda", de Jack Kornfield.
El motivo de su compartir es para invitarnos a reflexionar sobre nuestra forma de vivir cotidiana, llena de apegos, envidia, irá y demás aflicciones. Que sirva para el bien de todos. Que la paz, el perdón, el amor incondicional y la armonía se instauren en cada uno de nosotros.


Era un largo whatsapp, seguido de una explicación personal.




- Vivimos en este mundo, construyendo "nuestro propio castillo de arena", defendiéndolo como si fuera nuestro.
Nos encrispamos, nos peleamos, nos agredimos...
Nos olvidamos que habíamos venido aquí a jugar, a ser felices y a crecer, conscientes de que todo es temporal.
Porque al llegar el atardecer, todos hemos de volver a nuestro Verdadero Hogar.

Ella le respondió:

- Inspirador. Gracias.

Al otro lado apareció un emoticono feliz.

Entonces, ella añadió:

- Cuando yo me siento secuestrada, abducida por la ilusión materialista (tener, perder, todo eso), suelo recordar que estoy jugando al monopoly.





Compramos objetos, casas, calles, hacemos transacciones, pagamos multas y peajes, juntamos dinero...
Pura imaginación.



Trozos de papel y objetos virtuales.
Las emociones se disparan pero al final guardamos todo en la caja y no había nada, un simple juego.
Usado para sufrir en vez de disfrutar.





"Crees que compras casas y calles y demás; pero cuando se acaba el juego, qué te queda? Sólo las experiencias que has generado: de ambición, avaricia, generosidad, juego, divertimento...
Y lo mismo con el dinero, el coche, la ropa, la cafetera, los libros... Aparecen en tu vida para que generes experiencias, emociones, karma, llámalo como quieras. 
Y eso es lo que te queda cuando la apariencia desaparece."

La función de las cosas no es la que parece.


2 comentarios:

  1. Sencillo y aleccionador... Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  2. Y gracias a Pilar Aguilera, que compartió este cuento de Kornfield.

    Abrazo.

    ResponderEliminar