Éste es el blog.
Y ésta es la presentación que nunca hice
en este mismo blog.
Pepa Castro, directora y editora de yoga en red
me pide un artículo de presentación de reflexiones
para su revista de yoga.
Y esto es lo que le doy:
Para
qué me sirve el budismo en el mundo actual?
Para qué me sirve el budismo? Para aprender a conocer mi mente y a utilizarla, en mi propio beneficio y en el beneficio de los demás.
Y
qué me enseña el budismo? Entre otras cosas, que fuera, buscando en
las condiciones externas y cambiándolas una y otra vez, no voy a
encontrar la felicidad estable y profunda que persigo.
Y que el
egocentrismo que dirige mi vida
es la clave para la insatisfacción,
la decepción y la frustración permanentes.
En lugar de ello,
aprender a estimar a los demás
me conduce a
la liberación de todo tipo de sufrimiento
y me proporciona las
herramientas para ser útil
y vivir una vida con significado.
Qué
vi en el budismo, cuando lo descubrí? Por qué me quedé ahí,
explorándolo, investigándolo, practicándolo, integrándolo?
Cuando
descubrí el budismo, automáticamente y casi desde el primer
momento lo identifiqué, en mi experiencia personal,
como "la mejor ciencia de comprensión de la mente que conozco".
Interesada
en el conocimiento de la mente humana, desde mi adolescencia me había
volcado de lleno en las lecturas sobre psicología (Freud, Jung,
Alber Ellis...) y filosofía (clásica, contemporánea). De Occidente
(la cultura propia) a Oriente (buscando ampliar horizontes) hay sólo
un paso. Aunque para ser (más) exacta, lo que me hizo entrar de lleno de
la filosofía oriental no fueron tanto las inquietudes intelectuales
como las físicas.
Aficionada y practicante de las artes marciales (kárate, aikido), el zen se presentaba como una herramienta interesante para transcender límites físicos y mentales.
Aficionada y practicante de las artes marciales (kárate, aikido), el zen se presentaba como una herramienta interesante para transcender límites físicos y mentales.
Las
artes marciales me abrieron las puertas a otro mundo y el zen me
ayudaba, de alguna manera, a transcenderlos todos.
Y
entonces apareció en mi vida otra forma diferente de meditación,
que hablaba de sutra y tantra, que me ayudaba a observar, contemplar
mi mente, identificar los pensamientos que gobiernan mi vida, sin
juzgarlos, identificar los que me ayudan y los que sabotean mis
objetivos.
Con
la meditación budista (kadampa) empecé a conocer mi mente en
profundidad y a aprender a usarla.
Más
allá de mis juegos de transcendencia, de mis experiencias gozosas en
la meditación de vuelo libre, entonces empecé a interesarme por la
concentración, para aprender a tomar las riendas de mi propia mente.
Y comencé a saborear pequeñas degustaciones de eso que llaman
libertad -da igual las circunstancias, no importa las condiciones
externas.
Para
qué me sirve el budismo? Para aprender a conocer mi mente y a
utilizarla, en mi propio beneficio y en el beneficio de los demás.
Y
qué me enseña el budismo? Entre otras cosas, he podido ver con
claridad cómo pasamos la vida cambiando las condiciones externas
para estar mejor, para ser más felices. Aprendemos, estudiamos,
trabajamos, cambiamos de trabajo, de pareja, de ciudad... Como
corriendo detrás de una zanahoria que nunca llegas a alcanzar,
porque es una mera alucinación. Nunca llegas a puerto donde
encontrar una experiencia de paz estable, profunda y duradera. En
lugar de eso, no hay que esperar mucho tiempo para que vuelva a
aparecer la decepción, la insatisfacción y la frustración que te
conducen a una nueva búsqueda externa, que tampoco acaba de
funcionar. Y eso ha llevado a decir a much@s especialistas que
“la felicidad no existe”. No más que meros instantes, meros
relámpagos de paz.
Y sin embargo, much@s otr@s especialistas (budistas, entre otr@s) nos dicen que sí, que sí existe. Pero ahí no la vas a encontrar. No en ese cajón.
Y no es que l@s psicólog@s y filósof@s al uso nos engañen, es que simplemente hablan de lo que conocen, y ese estado apacible profundo y duradero nadie lo va a encontrar en las condiciones externas.
Porque
es un estado mental. O, si quieres, una experiencia interna, que sólo
puedes generar dentro. Y si consigues hacerlo, y estabilizarlo, ahí
estará. Como decía Kavafis, “allá donde vayas, la ciudad va
contigo”. Y si la ciudad interna que has creado es un oasis de
paz, da igual si llueve o hace sol, si te toca la lotería o te
quedas sin trabajo; da igual incluso si enfermas o mueres.
No
busques la felicidad fuera porque ahí no vas a encontrarla. Créala
dentro, estabilízala, y reside en ella.
Ahora
podrías plantearme: pero esto es muy fácil de decir y no tanto de
conseguir. Cómo lo hago?
Ésta
es la segunda cosa importante que descubrí en el budismo.
La
primera (recuerda): que me he pasado la vida buscando la felicidad
fuera y ahí no la voy a encontrar, sino que tengo que generarla
dentro.
La
segunda: que me he pasado la vida buscando satisfacer los deseos del
“yo” que me gobierna, protegiendo sus intereses, luchando por
ellos, compitiendo. Y de esta manera, nunca he (ha) tenido ni tendrá bastante.
Desde la actitud y la mirada egocéntrica sólo consigo experiencias de segregación, competitividad, miedo, enfados, apegos que duelen y hacen sufrir a los demás.
Por qué no probar otra manera de vivir?
La alternativa es cambiar la mirada, conectarme, igualarme primero -todos los seres no son meros “él” o “ella” sino otros “yo” que también desean ser felices y quieren evitar el sufrimiento; y a veces se equivocan y sufren y hacen sufrir, exactamente igual que yo. Cambiarme después (prueba a ponerte en sus zapatos y desear su bienestar). Finalmente desaparecer. Le llaman la sabiduría de la vacuidad.
Desde la actitud y la mirada egocéntrica sólo consigo experiencias de segregación, competitividad, miedo, enfados, apegos que duelen y hacen sufrir a los demás.
Por qué no probar otra manera de vivir?
La alternativa es cambiar la mirada, conectarme, igualarme primero -todos los seres no son meros “él” o “ella” sino otros “yo” que también desean ser felices y quieren evitar el sufrimiento; y a veces se equivocan y sufren y hacen sufrir, exactamente igual que yo. Cambiarme después (prueba a ponerte en sus zapatos y desear su bienestar). Finalmente desaparecer. Le llaman la sabiduría de la vacuidad.
El
budismo te enseña a estimar a los demás de una manera muy especial,
sin apego. Y sin dolor. Porque si amas no sufres, y si sufres no
amas. Científicamente probado.
Te
enseña a ser libre, liberad@ de las cadenas del egocentrismo
caprichoso y ruin.
En
este blog, comparto con quienes quieran leerlo (y compartir) las
experiencias de una estudiante budista; sus descubrimientos,
conceptuales primero (de comprensión intelectual), y sus efectos en
la práctica. Las dificultades a veces. Los milagros.
Las conquistas. Los errores. Las transformaciones.
Las conquistas. Los errores. Las transformaciones.
Éste
es el blog.
Hola Marie!!
ResponderEliminarQue bueno: Créala dentro, estabilízala, y reside en ella.
¿Quien no quiere esto?
Gracias por tu inspiración!!
Un fuerte abrazo!!
Excelente síntesis!
ResponderEliminarGracias de nuevo, y feliz 2013.
Rafa.
Un fuerte abrazo, Neus. Y feliz año.
ResponderEliminarNos vemos pronto.
¿Rafa? ¿Rafa de Khartoum? ¿Rafa y María?
ResponderEliminar¿Andáis por aquí???...
Eh... No. Rafa de Mallorca.
EliminarSaludos.
OK, Rafa de Mallorca.
ResponderEliminarFeliz (apacible y significativo) año nuevo.
Como dicen por aquí: lleno de realizaciones. :)
abrazo.