Querida amiga:
Todo está aquí, recuerdas?
Párate un momento, deja de buscar fuera
lo que buscas, porque está aquí.
Por qué ese empeño en gastar tanta energía,
como si te sobrara,
en agotarte?
Cerrada la ventanilla de reclamaciones.
Kunsang dijo al final de aquella conferencia:
Ahora ya sabes quién es la culpable de todo tu sufrimiento.
Y eres libre de elegir si te quedas en él (en el sufrimiento) o no. Es tu decisión.
Pero si decides quedarte, si ésa es tu decisión, ten presente dos cosas:
1. No te quejes. Cerrada la ventanilla de quejas.
2. No le eches la culpa a nadie más.
De la misma manera,
si decides agotarte en gestiones externas,
abandona ya la vieja excusa en cualquiera de sus variantes:
no tengo tiempo,
no tengo tiempo para mí,
el sistema no me deja,
es muy difícil en esta sociedad,
las responsabilidades familiares, el trabajo... etc. etc.
Sólo puedes sentir el dolor del duelo mientras creas
en la pérdida.
Amiga mía, cambias de casa, cambias de trabajo, de país, de pareja,
buscas nuevas amistades y aventuras,
crees que te mueves por el mundo
pero en realidad, tal vez,
es sólo una hipnosis
y tú estás aquí, donde estás
(hipnotizada, inmóvil),
y es la proyección la que cambia en la pantalla del sueño
haciéndote creer en fenómenos como el paso del tiempo,
la impermanencia, la muerte y todo lo demás.
Pero ni el tiempo ni la impermanencia ni la muerte existen más que como un momento más
del sueño.
Ni el ir ni el venir existen más que como una mera aparición
y desaparición.
(A dónde se ha ido o de dónde ha venido la montaña que subías en el sueño?
Cuando despiertas, dónde la buscas? No la buscas porque sabes que sólo era una proyección de la mente, aunque te canses en la escalada, aunque sientas el vértigo, aunque te caigas y duela;
aunque la experiencia haya sido intensa, no buscas en ningún lugar la montaña del sueño porque sabes que no la encontrarás).
Ni la ganancia ni la pérdida existen, fuera de la mente,
y el dolor del duelo es sólo una experiencia mental, mientras creas en la pérdida.
Sólo puedes sentir el dolor del duelo mientras creas en la pérdida.
Pero, cómo puedes perder la montaña del sueño?
Amiga mía, párate en medio de la proyección, por un momento, y contempla
el paso de las imágenes.
Detén por uin instante el personaje que representas y déjale mirar con ojos despiertos
la proyección de la película que pasa ante sí
(los amigos y enemigos, la pareja, los hijos, el trabajo que ha perdido o ha ganado, las vacaciones, los viajes, los disfrutes, las cenas compartidas, los paseos por la playa, disolverse en el mar...).
Y no te agotes más, en vano.
¿No ves que no hay nadie que se esté moviendo tanto?
Que no hay nadie que sufra, ni motivo de sufrimiento.
Bájate del tiovivo de esta película agotadora,
aunque sólo sea un instante.
Y luego otra vez, y otra.
Bájate. Y observa cómo esa réplica tuya, despierta, contempla el tiovivo
hasta pararlo.
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