Ya lo has oído muchas veces: ni la felicidad ni el sufrimiento están fuera ni dependen de lo que pase fuera; son una experiencia interna que desarrollas con la práctica. Y la costumbre (de lo que tiendes a sentir) es lo que los acaba haciendo parte de ti.
Tanto si eres una persona feliz o desgraciada, tiene más que ver con tu manera de ser que con lo que ocurra en tu vida.
Recuerdo que al principio de asistir a las clases de meditación solía pensar que intentar mantener una disciplina (un comportamiento de acuerdo a unos valores de respeto a los demás) no sería tan difícil, pero cuando se hablaba de experiencias como el amor, la compasión universal o el gran gozo…ésas eran palabras mayores.
En qué inspirarse para desarrollar el amor o el gran gozo, si los días van pasando llenos de trámites y poco más -poco espacio para el amor o, más difícil todavía, el disfrute en sí mismo, que es la piedra angular del tantra.
Y entonces fue cuando leí aquello (sólo cuando una lanza una pregunta al universo le llega la respuesta):
"Así como el fuego acaba consumiendo la leña que lo produce, deja que el gozo que experimentas consuma el objeto de apego que lo induce" (traducción libre del inglés).
O, dicho de otra manera: concentrarse en esa embriaguez de amor y expansión de la conciencia que experimentas en situaciones puntuales (ya sea ante una magnífica puesta de sol, la mirada de un bebé, el juego con tu consorte o los efectos de tu marca preferida de cerveza fresca), más allá de la circunstancia que la provocó.
Reconocer el placer, el amor, el disfrute, cuando aparece y meditar en él, en tu experiencia interna, al margen de los colores de la puesta o la marca del helado que se deshace en tu boca -suéltalos, deja que éstos se disuelvan en la vacuidad mientras tú permaneces en tu experiencia de paz amorosa o gran gozo.
No hay peligro de apego al objeto externo (que, de todas formas, ya pasó) porque tú no te has concentrado en él sino en tu experiencia interna, y ésta permanece y se desarrolla y se hace más profunda cada vez que vuelves a ella.
El tantra te enseña a practicar y desarrollar el gran gozo en sí -porque, como nos dice Geshe-la: "no existe iluminación sin gran gozo".
Te invita a meditar en la embriaguez de amor-unión-disolución (la unión del gran gozo y la vacuidad) que experimentas y que ya forma parte de ti. Y puedes volver a ella siempre que quieras (porque está en tu experiencia, en tu continuo mental) y no en el objeto o circunstancia que permitió que aflorara y que, como todo, continúa su transición, al margen de ti.
Se trata de permanecer en el amor y dejar que lo impregne todo.
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Me tranquilizas. Una de las cosas que más me paralizaban al principio era la del temor a dejar de sentir placer si luchaba por no sentir, por desapegarme de todo. Evidentemente, yo eso nunca lo conseguiré así que, en realidad, no tengo peligro, pero poco a poco he comprendido que muy al contrario, se trata de vivir todo mucho más intensamente. Me gusta que me lo cuentes tú. Gracias, Marié, como siempre.
ResponderEliminarSí, Emi, ése suele ser un error muy común, ver a Buda, o la iluminación, como una especie de estado catatónico en el que ni se siente ni se padece.
ResponderEliminarEl desapego como un no-sentir.
Pero el desapego no es más que romper con las cadenas, liberarse de dependencias. Para sentir con más libertad e intensidad.
Lochani lo cuenta con un gran sentido del humor.
Dice que Buda nos ofreció el sutra para liberarnos del sufrimiento, pero veía que los seres humanos (los seres del reino del deseo) seguían enganchados al deseo. Así que se planteó: cómo utilizar el deseo para ayudarles a liberarse del sufrimiento y despertar. Y entonces nos ofreció el tantra o el método para transfromar los objetos de apego en el camino de la iluminación.
Medita en tu experiencia interior de disfrute y suelta el objeto exterior; desde la experiencia de gran gozo, medita en la vacuidad de todas las cosas.
Para mí, esto marca la diferencia entre una vida mediocre y esclava o una vida de calidad, garantizados el amor y la alegría. La libertad.
No existe otro poder mayor o más significativo.
Sólo dejarte una pequeña huella, de mi paso, por aquí y expresarte que aunque mi ignorancia de Buda es inmensa, me gusta leerte, aunque sea en silencio.
ResponderEliminarUn abrazo
Un abrazo, Arturo.
ResponderEliminarTu ignorancia de Buda, o del budismo (esta forma de vida), no es tanta. Sólo hay que pasarse por tus blogs y leer algunas de tus consideraciones, para darse cuenta de ello.
Sigue viviendo y cocinando a fuego lento; la gente que te rodea -física o virtualmente- te lo agradecemos inmensamente.
¿Funciona?
ResponderEliminarFunciona, Montse.
ResponderEliminarPero, como dice Rabjor (que dijo Buda): no tienes que creer mis palabras, pruébalo.
Fede me envía unas fotos de su bebé recién nacido, durmiendo.
Una paz inspiradora.
Miro la foto y esa paz está dentro de mí, la siento por un instante -porque el bebé me la transmite, pero también porque alguna vez ha debido estar dentro de mí; si no, no podría saber lo que es.
Ya no tengo la foto delante, pero a veces cierro los ojos y recupero esa paz, y me quedo en ella, descanso en ella.
Y a veces abro los ojos y sigo en ella (depende de la práctica).
Y luego la pierdo inmersa en mis faenas diarias, pero también puedo recuperarla cuando quiera, porque la experiencia está dentro de mí.
Depende de la práctica.
A veces incluso se mantiene mientras interacciono con alguien o con algo -aunque no es fácil, depende de la práctica.
Y a veces voy a por ella en medio de un conflicto; en medio del secuestro emocional, voy a por ella y es como una tabla de salvación.
¿Funciona?
A veces más y otras menos. Depende de la práctica.
Prúebalo.
"No necesito imaginarme un paraíso propio porque estoy en él...
ResponderEliminarSiento difuminarse, hasta casi desaparecer, todo lo que queda fuera de los límites de la bañera..."
De la última entrada de Emi en su blog, Relajación.
No es preciso ser oficialmente budista (o cualquier otra designación espiritual) para tener alguna experiencia de lo que en budismo se conoce como la vacuidad. El gran gozo de la vacuidad.
Cuando escuchamos este concepto por primera vez, muchas personas sienten una especie de pánico, ansiedad o claustrofobia. "No le veo nada de placentero a imaginar el vacío", me comentaba una compañera del centro. Y sin embargo, todo el mundo ha experimentado, a un nivel u otro, lo placentero de esa experiencia, alguna vez.
Es sólo que no la identificamos, la olvidamos, la dejamos perder.
Por eso creo que es tan importante ser consciente de los muchos momentos de paz que surgen a lo largo del día, reconocerlos, visibilizarlos y descansar-meditar en ellos por un momento.
Para que no se pierdan.
Para que se vayan haciendo más grandes e intensos cada vez.
No importa la circunstancia que la provocó.
Lo que importa es la experiencia en sí.
¡Ay! ¡Cómo te voy a echar de menos! No me despedí de tí, pero, te deseo un verano a rebosar de paz.
ResponderEliminarBesazos.
Pues ha habido cambio de planes, Emi. Eventos inesperados.
ResponderEliminarTambién por aquí encuentro sorpresas: ya he visto que has echado el cerrojo a tu sitio.
Pero das luz a otros nuevos.
Ya me contarás el motivo.
Yo también he encontrado cosas en mi vida que se van cerrando -con cierto
inevitable dolor.