miércoles, 1 de abril de 2009

La disciplina moral.




Lorena nos habla esta semana sobre cómo cada acción, palabra o pensamiento que realizas en tu vida deja una impresión en tu mente y más adelante se manifestará de alguna manera. Es la ley de la causa y efecto; tenemos la vida llena de pruebas de que así es. Cada pensamiento, palabra o acción es un camino que nos dirige a alguna parte, a un estado de ánimo, a una consecuencia que antes o después tendremos que afrontar.
Por eso es tan importante la disciplina moral, actuar con consciencia.
¿Cómo hacerlo?
Existen dos prácticas, en especial: la consideración por los demás y el sentido del honor.

La consideración por los demás es como las buenas maneras, la buena educación, pero a lo grande. No se puede convivir sin consideración por las demás personas; o se puede, sí, pero provocando conflictos y situaciones indeseadas. Con consideración por los demás todo es más fácil en sociedad. Con consideración por el planeta y todos los seres que lo ocupan, otro gallo nos cantaría, en el estado de las cosas actual. Por no hablar del amor y la gratitud que genera (en ambas direcciones), que produce sensaciones agradables, de confianza, apoyo, ausencia de miedos, etc. Añadir imagen

La consideración por los demás nos conduce inevitablemente al sentido del honor. Hay un tipo de cosas que te permites y otras no. Ves con mucha claridad lo que quieres que sea propio de ti y lo que no. Porque actúas con consciencia y prevés la consecuencias personales de tus acciones, sí, pero también porque no quieres dañar a los demás seres.

Actuar con consideración por los demás y sentido del honor te convierte en una grata compañía y una persona de fiar, para ti y para las personas que te rodean.

En esto consiste, entre otras cosas, la disciplina moral.

11 comentarios:

  1. Sí, a menudo vamos a la nuestra, como si nadie más existiera, en la mesa, en el trabajo, en la casa, en la vida. Si no fuera por el "qué dirán", a saber hasta dónde llegaríamos.
    Pero lo peor es cuando, no sólo no consideramos los sentimientos de los demás sino que hablamos o actuamos para fastidiar. A veces incluso con la gente que más queremos.
    Raro, ¿no?
    Y sin embargo, tan habitual.

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  2. A veces, nuestros hijos son una buena motivación para "comportarnos". Como mínimo, para no dar un mal ejemplo. Si no, nos relajaríamos aún más de lo que ya lo hacemos.
    Hay gente que, de golpe, se avergüenzan un montón de algo que han hecho, pero sólo después de que les hayan pillado.
    Mientras no te vean, parece como si no acabaras de hacerlo del todo.
    Hasta que no es algo público y no se visibiliza, parece que no es real. Y sigues cometiendo pequeñas "infracciones" a tus propias normas de conducta.

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  3. Hace poco mi hijo me comentaba que sí, que recuerda, de pequeño, lo bien que yo trataba a sus amigos cuando venían a casa, cómo les protegía incluso más que a él, cuando surgía algún conflicto, pero también recuerda que a la hora de comer siempre le ponía a él la mejor porción.
    Cielos, qué vergüenza.
    Así me salió, del alma: qué vergüenza.
    Hasta un niño de guardería podía verlo. Lo que quiere decir que los demás niños de guardería tambien lo veían. Todos menos yo.
    Le dije: espero que al menos hayas aprendido con mi ejemplo lo que nunca debes hacer.
    Cuando ya tenía 10 años, vi que en un restaurante le ponían el trozo más grande de pastel y él se lo pasó al amigo que venía con nosotros. Me sentí orgullosa.
    Pero lo cierto es que no era algo que había aprendido de mí, sino a pesar de mí.
    A veces ni los hijos nos hacen más conscientes.
    Y tenemos una conducta de vergüenza.

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  4. L@s hij@s suelen ser el mayor apego, la mayor tentación para transgredir todos los votos y el más elemental sentido del honor (budista).
    Y también el mayor aliciente, como dice Anna.
    Yo creo que constituyen una buena escuela de crecimiento personal y espiritual.
    Si de verdad actuáramos con perspectiva, teniendo en cuenta el impacto de lo que hacemos en su futuro (y en el nuestro), nos tomaríamos la educación más en serio, con más responsabilidad y amor.
    Las madres y padres muchas veces no actuamos por amor sino para que nos dejen tranquil@s, por apego y egoísmo.
    Pero en esta escuela se aprende tanto en los aciertos como en los errores. Más incluso en los errores, diría yo.

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  5. Desgraciadamente la consideración de los demás en los tiempos que corren, está algo reñida con el honor y el respeto. Es más considerado el que finge cuando oye los pasos del jefe, el que adula, el que rie sus gracias...que el que le señala sus errores y es consecuente consigo mismo. Es mucho más apreciado el que se convierte en junco que el que decide ser roble.
    Una vez que optas por ser árbol consecuente, sólo te queda esperar el momento en que te partirán, ya que no puedes doblarte cómo el junco.

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  6. Sí, pero yo creo que tú te consideras mejor a ti mismo como roble consecuente que como junco interesado. Y yo también. Y tus amig@s de verdad. Y más...
    El respeto (y la estimación) a veces parecen invisibles, pero están ahí.
    Es un placer leer tu voz por aquí, Arturo.

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  7. Cada cosa que haces, dices o piensas deja una impresión en tu mente, que afectará a nuevas cosas que hagas, o sientas. Todo pasa factura -en positivo o negativo.
    Por eso es tan importante la vigilancia mental, actuar con consciencia.
    Si eres lo que practicas, por qué dedicamos tanto tiempo y energía a actuar y pensar en negativo y tan poco al afecto y al placer -pura y llanamente- de existir.

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  8. Por desgracia la moralidad,los principios básicos y los comportamientos están en nuestra sociedad en olvido.Por eso ,es bueno que tú trates de recordalos para que todos valoremos la importancia de volver a los orígenes.mara

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  9. Bienvenida al club mara. No sólo yo estoy por este tipo de disciplina moral. Tú también. Lorena con sus clases. Tantas personas por aquí, y fuera de aquí.
    Sigue pasándote y compartiendo tu apoyo, ideas y comentarios.
    Un abrazo.

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  10. En soledad, en el universo...
    se justifica (se entiende) esa falta de consideración que tantas veces está presente. Pero esa misama falta de percepción profunda del/de la otro/a nos hace sentirnos aun más en soledad, nos aparta más...
    Entender a los/as otros/as nos hace más plenos/as. Más felices.
    Creo

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  11. Creo que has dado en el clavo sobre cómo el egocentrismo nos hace infelices, JM; o, como se dice en budismo: el egoísmo es la causa de todo sufrimiento.
    No hacer un esfuerzo por percibir a la otra persona lo único que te aporta es sensación de aislamiento.
    Y te lo pone muy difícil para amar.
    La única fuente de feliciadd, desde la perspectiva budista.

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