Caminar por las calles del Village de Eurodisney era como un sueño. Flotar entre imágenes de Budas en figuras y postales, libros, vajras y campanas en la tienda del Festival de Otoño; tomar un café en la cafetería o hacerse sitio en la gompa. Cruzar el lago o atravesar las tiendas temáticas y restaurantes del Sequoia Lodge hasta mi habitación. Todo, lo mismo: el decorado de un sueño.
Pienso que sólo veo lo que la anatomía y fisiología de mis ojos me permiten ver: una gama limitada de luces y formas. Sólo oigo lo que la anatomía de mis oídos me permite oír. Interpreto lo que la historia de mi vida -o mis vidas- previas me permite interpretar. Es bastante obvio que las cosas no son como yo las percibo o según la imagen genérica que me he hecho de la realidad, de acuerdo a mis agregados limitados.
La física cuántica me dice que si tuviera ojos de microscopio lo que vería en cada persona, en cada objeto, es partículas en vibración en el espacio; o bien ondas en vibración en el espacio, lo cual ni siquiera es materia (partículas), sino mera energía. Nada más y nada menos. Así que con una mirada de fiar vería sobre todo espacio, vacío, en cada forma, interconectado con el espacio-vacuidad de todas las demás formas.
La física cuántica nos dice que es preciso vivir en la unión de las dos verdades: la convencional (la comunicación e interrelación que funciona en nuestra vida diaria) y la verdad última, que nos dice que sólo somos partículas-materia o bien ondas-energía (según como se mire) en vibración en el espacio.
Exactamente lo mismo que decía Buda Shakyamuni hace 2.500 años: Hemos de aprender a vivir con la unión de las dos verdades.
Funcionar con amor y sabiduría en el mundo de apariencias que nos hemos creado (a partir de las características y limitaciones de nuestros sentidos y demás agregados) sin olvidar la verdad última de que las cosas no son lo que parecen.
¿Y en qué nos ayuda esto? ¿Para qué? En principio, para no aferrarnos a nuestras propias percepciones y concepciones mentales, para soltar apegos. Para vivir de una forma más ligera, libres y felices. Porque, al fin y al cabo, los sueños, ya lo decía Calderón, sueños son.
¿Y en última instancia? Pues eso: para la libertad de la liberación. Para despertar del sueño y poder, al fin, ser como Buda: el despierto, el iluminado.
El sentido último de una vida con sentido.
¿O hay quien dé más?
Pienso que sólo veo lo que la anatomía y fisiología de mis ojos me permiten ver: una gama limitada de luces y formas. Sólo oigo lo que la anatomía de mis oídos me permite oír. Interpreto lo que la historia de mi vida -o mis vidas- previas me permite interpretar. Es bastante obvio que las cosas no son como yo las percibo o según la imagen genérica que me he hecho de la realidad, de acuerdo a mis agregados limitados.
La física cuántica me dice que si tuviera ojos de microscopio lo que vería en cada persona, en cada objeto, es partículas en vibración en el espacio; o bien ondas en vibración en el espacio, lo cual ni siquiera es materia (partículas), sino mera energía. Nada más y nada menos. Así que con una mirada de fiar vería sobre todo espacio, vacío, en cada forma, interconectado con el espacio-vacuidad de todas las demás formas.
La física cuántica nos dice que es preciso vivir en la unión de las dos verdades: la convencional (la comunicación e interrelación que funciona en nuestra vida diaria) y la verdad última, que nos dice que sólo somos partículas-materia o bien ondas-energía (según como se mire) en vibración en el espacio.
Exactamente lo mismo que decía Buda Shakyamuni hace 2.500 años: Hemos de aprender a vivir con la unión de las dos verdades.
Funcionar con amor y sabiduría en el mundo de apariencias que nos hemos creado (a partir de las características y limitaciones de nuestros sentidos y demás agregados) sin olvidar la verdad última de que las cosas no son lo que parecen.
¿Y en qué nos ayuda esto? ¿Para qué? En principio, para no aferrarnos a nuestras propias percepciones y concepciones mentales, para soltar apegos. Para vivir de una forma más ligera, libres y felices. Porque, al fin y al cabo, los sueños, ya lo decía Calderón, sueños son.
¿Y en última instancia? Pues eso: para la libertad de la liberación. Para despertar del sueño y poder, al fin, ser como Buda: el despierto, el iluminado.
El sentido último de una vida con sentido.
¿O hay quien dé más?
Hola Marie,
ResponderEliminarante todo felicitarte por tu blog, me parece una excelente idea de plasmar tus experiencias personales y poder con ello ayudar a muchas personas,
pero si me permites, en este artículo hay una afirmación con la que no estoy de acuerdo,
dices:
"la verdad última, que nos dice que sólo somos partículas-materia o bien ondas-energía (según como se mire) en vibración en el espacio. Exactamente lo mismo que decía Buda Shakyamuni hace 2.500 años."
a mi modesto entender la verdad última nos dice que todo, absolutamente todo, incluido la energia, ondas, materia, partículas, es vacio de existencia inherente,
es decir que si buscamos por ejemplo en la energia, alguna cosa más allà del mero nombre, no encontraremos nada,
eso es lo que a mi entender decia Buda Shakyamuni hace 2.500 años.
de nuevo enhorabuena por el blog,
jose
Tienes toda la razón, Jose. Gracias.
ResponderEliminarIncluidas las partículas y las ondas y la vibración y el espacio, todo es mero nombre y mera designación.
Gracias por la puntualización.
Y me haces recordar a Shantideva en la "Guía de las obras del bodhisatva":
"Si nos familiarizamos con la visión de la vacuidad, finalmente abandonaremos el aferramiento a la existencia verdadera. En particular, si meditamos en la vacuidad de la vacuidad, abandonaremos el aferramiento a la existencia verdadera de la vacuidad misma".
"Dicen que el sufí ve su propia existencia como las partículas de polvo que un rayo de sol hace visibles; ni real ni irreal".
ResponderEliminar(Javier Esteban. Revista Ulises nº 10)
O dicho de otro modo: real y al mismo tiempo vacía de realidad inherente.
Vacía, ligera.
Así veo yo mi propia existencia, mi propio viaje.
Realmente hay que ser consciente de que lo percibimos no es lo único. Es cierto. Seguramente hay más de dos percepciones, o posibles percepciones... ¿no? Tantas como individuos en un universo de percepciones poliédricas... invisibles. Imposibles en nuestra limitada existencia.
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