domingo, 5 de octubre de 2025

La epifanía.

 



El autor y protagonista de la novela salió a la calle cuando sintió ese gran temblor y explosión,
para ver los efectos de lo que debía ser otra bomba, que ya era parte de la vida cotidiana en esta guerra.
Pero esta vez el escenario era devastador, aún más de lo habitual, diferente.
Se puso a caminar y era como una visita a los infiernos,
casas y calles destruidas, cuerpos sin vida, supervivientes con caras quemadas, hinchadas, deformadas.
Era poco más de las 8 de la mañana del día 6 de agosto de 1945, en Hiroshima.
El protagonista camina contemplando con atención este paisaje infernal,
aparentemente sin salida, sin refugio seguro a donde llegar.
Y de repente tiene lugar lo que él llama una "epifanía", la liberación,
como si tocara con las yemas de los dedos la alegría definitiva.
Así lo recuerda el autor, que vivió en primera persona los efectos devastadores de la primera bomba atómica en este planeta.
Ella pensó:
Si puedes vivir una experiencia mística tan transcendente en una situación como ésta,
la puedes sentir en cualquier lugar, en cualquier momento, no importa la intensidad del dolor.
Desde entonces siente que esa puerta está accesible en cualquier instante del día,
no importa la situación.